Juntos venceremos
jueves 21 de noviembre de 2024
Yerahmiel Barylka

Rabino Yerahmiel Barylka/ Perashá Lej Lejá en memoria de todas las víctimas del terror asesino

Yerahmiel Barylka ofrece estas reflexiones:

Dedicado a la memoria de Ohad Cohen (Bodi) z”l, caído en combate hace dos semanas y para consuelo de toda su familia y de sus abuelos Sara e Itche (Isaac) Lockman,

מן השמים תנחמו Min haShamayim Tenujamu

En memoria de todas las víctimas del terror asesino, por el restablecimiento de los heridos y por el regreso de todos los rehenes y desaparecidos

Queridos javerim y javerot, ¡Shalom ubrajá! Deseo tratar tres temas:

El uso de la lectura de la parashá para la interpretación del presente. Una reflexión sobre nuestra actualidad.
Sugestivos comentarios sobre la Parashá.

LA LECTURA DE LA PARASHÁ Y LA INTERPRETACIÓN DEL PRESENTE

Antes de tratar el tema que he elegido de “Lej Lejá”, que provoca asociaciones libres con nuestro presente, quiero destacar que en general trato de no utilizar la lectura de la Torá en cuestiones de actualidad, pese a que muchos amigos me lo solicitan.

Lo evito, máxime cuando conocemos rabinos y personalidades que buscan utilizar la terrible tragedia para avanzar la agenda de los eruditos que no cargan con la obligación militar.

Es mejor que se queden callados, en lugar de pretender conocer las cuentas celestiales y expresar su desprecio al ejército y al país.

Ellos, como ocurrió en tiempos de la pandemia, ahora y en cada problema, evocan el miedo a la “guerra de Gog y Magog” e inflan la promesa del Mesías, al final de esta contienda. Usan amenazas, proposiciones y claves de salvación irresponsables, que lamentablemente han decepcionado en el pasado y volverán a desilusionar en el futuro y causan mucho daño a la salud mental de sus seguidores.

UNA REFLEXIÓN SOBRE NUESTRO PRESENTE

En estos momentos, está en nosotros unirnos. Ello ayudará a recomponernos del trauma que nos flagela en una creciente siniestralidad.

Es quizás el mayor desafío que tenemos en lo personal y en lo social.

Apenas hemos pasado la pandemia del Covid; el desgaste sufrido por las repetidas elecciones que intentaron formar gobierno; el idioma apocalíptico de un grupo extendido de políticos y los medios de comunicación programados a denostar a los opositores políticos; a las medidas de reforma de sistema judicial y las multitudinarias manifestaciones de protesta, cuando ambos bandos sintieron que Israel no sobreviviría, pero el trauma continúa en nosotros.

Y, por último, por ahora, por el derramamiento de sangre provocado por las hordas asesinas del Hamás y la manipulación de los rehenes. No nos es posible recomponernos de tanto dolor cuando todavía siguen las acciones.

Nos faltan las palabras, y cuando ya brotan, resulta cada vez más difícil utilizarlas apropiadamente. El lenguaje narrativo está disociado, tal como está nuestro estado, alterado por las infinitas comunicaciones que recibimos de los medios y de los amigos.

Reprimimos la descripción de nuestros estados emocionales. Resulta difícil articular los valores y creencias que alguna vez tuvimos y que el trauma destruyó. Estamos mudos ante el vacío que provoca la maldad, sufriendo la insuficiencia de cualquier sistema conocido de explicación. La respuesta está más allá de la comprensión humana.

Después de la pregunta impenetrable, ¿Por qué? Aparece otra, igualmente incomprensible: ¿Por qué a mí?

La calidad arbitraria y fortuita de nuestro destino desafía la fe humana básica en un orden mundial justo e inclusive predecible.

Estamos obligados a reconstruir un sistema de creencias que nos otorgue sentido a nuestro inmerecido sufrimiento.

Estas preguntas suelen enfrentar particularmente a los judíos de la Golá, con personas que hasta ayer eran importantes en sus vidas, presuntos amigos, que rompen con su sentido de pertenencia a un sistema compartido de creencias, y que han perdido la fe en esa gente. Deberán encontrar una manera de resolver sus diferencias con aquellos cuyas creencias no pueden compartir más.

No sólo deben restaurar su propio sentido de los valores, sino que deben también prepararse para sostenerlos frente a la crítica de los demás.

Mientras que los líderes espirituales y políticos comunitarios se recuperan de su estupor y puedan revisar lo que sucedió en los años en los que no estuvieron al corriente para preparar a sus instituciones para lo que llegó, ni supieron cómo reforzar la solidaridad con Israel, mientras encuentran las formas para defender las vidas de los judíos de sus países amenazadas por los asesinos.

Con mucha humildad, me invito junto con todos, a repensar lo transitado para corregir los errores mientras se pueda.

COMENTARIOS SOBRE LA PARASHÁ

Parashat Lej Lejá, la porción semanal de la Torá que comienza en el capítulo 12 de Bereshit, trae la primera mención de la ciudad de Hebrón, posiblemente el inicio de la comunidad judía del mundo. Abraham y Sara, conocidos entonces como Abram y Sarai, se establecieron en la ciudad y desarrollaron una comunidad de monoteístas de ideas afines, como se afirma en Bereshit 13:18: ”
.”
También es en cierto sentido donde se creó el primer “ejército israelí”, cuando Lot, el sobrino de Abraham, es secuestrado por los Reinos del Norte, Abraham se apresura a rescatarlo. Como se dice en Bereshit 14:14 “Cuando Abram oyó que su sobrino había sido tomado cautivo, reclutó[a] a sus trescientos dieciocho discípulos (entrenados) nacidos en su casa, y los persiguió hasta Dan”.

El Midrash explica que la confederación de los cuatro reyes contra los cinco reyes capturó a Lot porque pensaban que podrían obtener una fuerte recompensa de su prominente tío Abraham.

Sin embargo, estaban muy equivocados, ya que Abraham no sólo liberó a su sobrino, sino también al resto de los cautivos. Luego Abraham se negó a participar del botín de guerra, asegurándose de que todos los bienes saqueados fueran devueltos a sus legítimos propietarios.

A continuación, se presenta la Batalla de Sidim, a partir de la cual Abram desplegó sus fuerzas basadas en Hebrón.

Y el rey de Sodoma dijo a Abram: ‘Dame las personas, y toma para ti los bienes’. Y Abram respondió al rey de Sodoma: ‘He alzado mi mano al Señor, Dios Altísimo, Hacedor del cielo y de la tierra, que no tomaré nada de lo que es tuyo.

Entonces Abram trasladó su tienda, se fue y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y allí edificó un altar al SEÑOR
ni siquiera un hilo ni la correa de una sandalia. Así nunca podrás decir: “Yo hice rico a Abram” (14:23).

En el Midrash (Bereshit Raba 43) encontramos varias explicaciones sobre lo que ocurrió cuando Abraham estaba a punto de partir para la guerra. Mencionemos algo de ellas: “Cuando Abraham se enteró de que su pariente había sido llevado cautivo, llamó a todos sus 318 combatientes que habían nacido en su casa”.

Rabí Yehudá y Rabí Nejemiá (cada uno dio su propia interpretación de este versículo). Según Rabí Yehudá, desafiaron a Abraham. Dijeron: “Si cinco reyes no pudieron hacerles frente, ¿Cómo se espera que nosotros les hagamos frente?”. Rabí Nejemiá dijo, Abraham los desafió. Dijo: “Iré a la batalla [solo] y daré mi vida por la santificación del nombre de Dios.”

A primera vista, la disposición de Abraham a dar su vida para santificar el nombre de Dios salvando a Lot es difícil de entender. ¿Qué justificación podría haber para arriesgar la propia vida para salvar a alguien si es imposible que tenga éxito? Sin embargo, si entendemos las acciones de Abraham que se trata de una guerra de la luz contra las tinieblas, una lucha por la capacidad de dar a conocer la fe en Dios en todo el mundo-, resulta comprensible que uno arriesgue su vida por una causa así.

Según el rabino Leví, Abraham les dijo:

“El que esté asustado o débil de corazón, que se vaya y vuelva a su casa”

(véase Deuteronomio 20).

¿Por qué estaba dispuesto a separarse de tantos soldados, liberando del servicio a todos los que estaban asustados y pusilánimes? Como se trataba de una guerra por la fe en Dios, lo más apropiado era llevar a la batalla sólo a los creyentes.

Reish Lakish dijo en nombre del rabí Bar Kafra: Sólo Eliezer se unió a Abraham en la persecución de los reyes. Lo sabemos porque el valor numérico del nombre “Eliezer” en hebreo es 318. El significado del nombre, también, es significativo. “Eliezer”, que significa “Dios es mi guía”, también indica que se trata de una guerra por la fe.

El Talmud aporta una interpretación adicional de este episodio. Según Rav, Abraham fortaleció a los combatientes con palabras de la Torá. Esto también demuestra que se trata de una guerra espiritual.

El Midrash nos dice: “Dividió [sus fuerzas] contra ellos [y atacó] esa noche – él y sus siervos”. El Todopoderoso dijo: su antepasado actuó conmigo a medianoche; yo también actuaré con su descendencia a medianoche. ¿Cuándo? En Egipto, como dice el versículo: “Y así fue, a medianoche Dios hirió a todo primogénito.”…

A primera vista, ¿qué relación hay entre estos dos acontecimientos? ¿Qué tipo de acción de medida por medida hay aquí?

Respuesta: La guerra que emprendió Abraham fue un intento de revelar el gobierno soberano de Dios sobre la creación. Por lo tanto, mereció la revelación de Dios en la forma de la plaga de los primogénitos, como dice la Hagadá de Pesaj – “Yo mismo, no a través de la agencia de un ángel.”

Y cuando Abraham salió victorioso, el nombre de Dios fue santificado en el mundo, y la gente comenzó de nuevo a creer en Dios. Los sabios relatan en efecto: ” Cuando volvía de la derrota de Quedorlaomer y de los reyes que con él estaban, salió el rey de Sodoma a recibirlo al valle de Shave, que es el Valle del Rey…” (Bereshit 14:17).

Rabí Berajiá y Rabí Janina dijeron en nombre de Rabí Shmuel bar Najmán, que en ese lugar todos los idólatras nivelaron el suelo y cortaron los árboles y construyeron un gran escenario y colocaron a Abraham sobre él en lo alto. Derramaron alabanzas sobre Abraham, diciendo: “Tú eres nuestro rey, tú eres nuestro príncipe, tú eres nuestro Dios”.

Abraham respondió: “El mundo no carece de su verdadero Rey, ni carece de su verdadero Dios”.

Abraham no se atribuyó el honor y el mérito de lo que obtuvo, sino que lo atribuyó al Todopoderoso.

La fe de la gente en Dios fue mayor después de la victoria de Abraham que cuando Abraham se salvó del horno de fuego en Ur Casdim. El Midrash enseña: Rabí Azaria y Rabí Yonatan ben Hagai dijeron en nombre de Rabí Yitzhak: “Cuando Abraham descendió al horno de fuego y fue salvado, algunos idólatras se convirtieron en creyentes, mientras que otros se aferraron a sus costumbres idólatras. Cuando el rey de Sodoma descendió a Quemar y fue salvado, empezaron a creer a Abraham retroactivamente.

Yo pregunto: ¿Es posible que se pueda cambiar la fe retroactivamente? La respuesta lógica es no. Sin embargo, quizás el midrash desea significarnos que fue tan grande la desilusión que significa, …que si hubiéramos sabido antes… hubiésemos hecho las cosas de otra manera.

Que tengamos buenas noticias.

Que desaparezca el reino del mal de la tierra y nosotros lo veamos.

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