El Shemá Israel es la primera plegaria que se enseña a un niño y la última que un judío dice al morir. De alguna manera, esta declaración de fe judía, que proclama ” Escucha Israel, A-onai es nuestro D-os, A-onai es uno” ha sido el ancla del Pueblo Judío en tiempos de tempestad , en tiempos de dolor y necesidad. Es un grito desesperado pidiendo a D-os por su pueblo.
Y cuando no hay a quién llamar, cuando el alma duele de impotencia, cuando el cielo es el único lugar al cual dirigir nuestras súplicas, este es el rezo supremo.
Hoy leí, en un artículo de la periodista Siván Rahav Meír, que se celebró en un hotel del Mar Muerto el Bar Mitzvá de Uri, un sobreviviente del Kibutz Beeri, cuya familia había estado escondida en su refugio anti bombas durante 36 horas (¡36 horas!) sin agua, alimento ni electricidad, mientras los terroristas masacraban a todos alrededor.
En su testimonio, la madre de Uri dice: “Cada vez que el miedo nos asaltaba, rezábamos juntos y decíamos con Uri el “Shemá Israel”. El verso que Uri había aprendido hace poco, cobró mucho significado hasta que fuimos rescatados”.
Y recordé a la niña judía que fui, atrapada en la guerra civil del Líbano, sentada con su familia en el piso. Esta noche, se había desatado una balacera alrededor de nuestro pequeño departamento. Por motivo de la escasez de gas, habíamos almacenado un tanque de gas de reserva en nuestro balcón. Esta noche, oímos las balas rebotar en dicho balcón. Cualquier bala perdida que llegara a alcanzar el tanque nos volaría a nosotros, así como al resto del edificio, en pedazos.
No podíamos salir a recuperar el tanque de gas, porque podíamos ser blanco de los tiros.
Recordé esta noche interminable en la cual, en nuestra impotencia, dijimos cientos y miles de veces el Shemá Israel, rogando a D-os por un milagro, por la protección de la única fuerza que podía detener las balas en este momento.
Cuando amaneció, la batalla terminó y el tanque de gas seguía intacto. El Shemá Israel había surtido efecto.
La semana pasada, en el marco de una manifestación en pro de la devolución de los rehenes de Hamás, escuché a uno de lso asistentes levantar la cabeza al cielo y gritar esta plegaria milenaria a todo pulmón.
A la vez, en el video que acompañaba la nota de Rahav Meír, vi a Uri decir el Shemá Israel, esta vez frente al Sefer Torá, como parte de la ceremonia de su Bar Mitzvá, con júbilo, rodeado de su familia.
Porque el Shemá Israel no es solo un grito de auxilio. Esta declaración de fe es tan básica, tan profunda, que se transforma, y transforma el alma de quién la pronuncia.
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