De visita en España presentando mi nuevo libro hace unos días, me encontré con un titular en el diario La Vanguardia que me llamó mucho la atención. Decía: “Latinoamérica es la región más crítica con Israel por sus ataques sobre Gaza”.
Puede que no sea una exageración. La semana pasada, en ninguna región del mundo hubo tantos países que cortaron relaciones o llamaron en consultas a sus embajadores en Israel como América Latina. Y pocas otras regiones tienen gobiernos que no han denunciado explícitamente a Hamás como una organización terrorista que no representa al pueblo palestino.
El gobierno izquierdista de Bolivia fue el primero del mundo en romper relaciones con Israel por la guerra entre Israel y Hamás el 31 de octubre.
Poco después, los presidentes de izquierda de Colombia y Chile anunciaron que llamaban en consultas a sus embajadores en Israel. En comparación, Turquía convocó a su embajador en Israel a regresar a su país varios días después, el 4 de noviembre.
Los gobiernos populistas de México, Brasil y Argentina también han criticado duramente la respuesta militar de Israel al ataque terrorista de Hamás, calificándola de desproporcionada. Las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua suenan como portavoces de facto de Hamás.
La propia organización terrorista Hamás emitió un comunicado celebrando las medidas de Bolivia, Colombia y Chile, y pidiendo a los estados árabes que sigan los pasos de Bolivia, informó la agencia de noticias EFE el 1 de noviembre. “Elogiamos mucho la valiente postura adoptada por el gobierno boliviano de cortar las relaciones con la entidad sionista”, dice la declaración de Hamás. Las medidas de Bolivia, Colombia y Chile “quedarán inmortalizadas” en la historia, agrega.
Lo que estos presidentes latinoamericanos convenientemente omiten mencionar es que Hamás inició la actual ronda de violencia el 7 de octubre atacando a Israel, matando deliberadamente a 1.400 civiles -incluidos 260 jóvenes que asistían a un concierto de música electrónica – y tomando unas 240 personas como rehenes a Gaza. Muchos de los rehenes son ancianos y niños.
Israel dice que su contraofensiva, que según funcionarios de salud del gobierno de Hamás en Gaza ha dejado unos 10.000 muertos, tiene como objetivo defenderse de los ataques de Hamás, rescatar a sus rehenes en Gaza y eliminar al grupo terrorista islámico, cuya constitución llama a la aniquilación del Estado judío.
Israel dice que el enorme número de víctimas civiles en Gaza se debe al hecho de que Hamás utiliza a civiles palestinos como escudos humanos y oculta sus comandos militares en escuelas, hospitales y mezquitas de Gaza.
Con todo, la afirmación del presidente de Colombia, Gustavo Petro, y otros de que Israel está llevando a cabo un “genocidio” al estilo nazi en Gaza es un disparate. Un genocidio, según el diccionario, es el asesinato deliberado de un gran número de personas de un grupo étnico o nación, como lo que hicieron los nazis cuando mataron a 6 millones de judíos -casi tres veces más que toda la población de Gaza– en Segunda Guerra Mundial.
En comparación, Israel ha pedido diariamente a los civiles de Gaza que se desplacen hacia el sur, lejos del campo de batalla, para evitar víctimas civiles. Y Hamás, que cuenta con unos 30.000 combatientes, ha pedido repetidamente a los civiles en Gaza que permanezcan en el norte de Gaza, para utilizarlos como escudos humanos.
¿No deberían aquellos que critican la respuesta militar de Israel exigir también que los combatientes de Hamás dejen de esconderse detrás de civiles?
La explicación más probable de por qué tantos presidentes latinoamericanos se están poniendo del lado de Hamás es que quieren complacer a sus bases de extrema izquierda. Y lo hacen con un tema remoto, que conlleva pocos costos políticos o económicos para ellos.
Que quede claro: es perfectamente legítimo pedirle a Israel que reduzca las bajas civiles en Gaza mientras ejerce su legítimo derecho a defenderse del terrorismo y recuperar a sus rehenes. Y también es válido acusar al desastroso gobierno de ultraderecha del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu de haber torpedeado una muy necesaria solución de “dos Estados” que permitiría la creación de un Estado palestino.
Pero denunciar la represalia militar de Israel sin acusar a Hamás de haber iniciado esta ronda de violencia, usar a civiles como escudos humanos, y abogar por la exterminación de Israel es hacerle juego al terrorismo. El mero hecho de que Hamás haya aplaudido públicamente las medidas de Bolivia, Colombia y Chile lo dice todo.
Publicado originalmente en El Nuevo Herald
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