Enrique Rivera / Un peso, dos medidas diferentes

El sábado 7 de octubre de este año, alrededor de 3,000 terroristas irrumpieron por tierra, mar y aire, mostrando preparación y equipo bélico, pero en especial haciendo gala de una crueldad, falta de escrúpulos y sed de sangre. Su máxima “proeza” fue destrozar, asesinar, despedazar 1,200 vidas de soldados, jóvenes, bebés, niños, personas de la tercera edad y cuanto ser humano se interpusiera en su camino, incluyendo palestinos.

Las noticias que circularon el 7 de octubre y al que ya se le denomina en Israel el Sábado Negro, incluían las referidas a personas que fueron encerradas en sus casas y después se les prendió fuego, provocándoles una muerte horrible, así como bebés asesinados con crueldad. Aunado a ello centenares de personas fueron secuestradas y llevadas dentro de Gaza, destrozando de dolor e incertidumbre a sus familiares que aún luchan, lloran y esperan por ellos. En esas primeras horas, en esos primeros días, las voces que ahora alzan sus puños en contra de Israel, al iniciar su incursión terrestre en Gaza y su deseo de extirpar ese foco de violencia y peligro constante para los ciudadanos israelíes, no se manifestaron, hubo un silencio notorio.

Lo más triste es que las voces que no se levantaron cuando la población civil de Israel fue atacada e incluso torturada, secuestrada, con mujeres violadas, etc., hoy manifiestan su indignación contra Israel. País que, por lo general, avisa a los residentes del lugar que va a bombardear con el fin de que salgan de los edificios o sus casas. Los bombardeos no son ociosos, ya que obedecen al objetivo de atacar un nido terrorista, una plataforma de lanzamiento de proyectiles en contra de su territorio o un centro de mando terrorista.

Esos miles de manifestantes en contra de Israel, deberían de aprovechar su fuerza y presencia para gritar y alzar su puño en contra de la maldad que oprime a los palestinos y que no es otra que Hamás. Seguro que dichos manifestantes no han recordado ni se han manifestado en contra de Hamás por no permitir a la población civil desplazarse hacia el sur y obligarlos a permanecer en el escenario bélico: a mujeres, ancianos, niños, personas libres de culpa, pero que son obligados a convertirse en su escudo humano.

Y, hoy, los manifestantes en contra de Israel, no consideran el peligro que significa el que Israel deba cuidarse de las instancias y países que lo atacan: Hamás, Hezbolá, Yihad Islámica, Líbano, Siria, Yemen y los que se puedan sumar, la mayoría de estos alimentados por los recursos de Irán. La falta de memoria y la hipocresía, en muchas ocasiones, marchan juntas y hacen que un corazón sangrante olvide eventos recientes, como es el caso del 7 de octubre, cuando la población de Israel y otras tantas nacionalidades sufrieron el ataque de alrededor de 3,000 terroristas, sembrando de tristeza miles de hogares judíos en Israel y en el mundo, dejando además familias enlutadas, heridos y mucha angustia en los hogares de las personas secuestradas.

Las marchas pro-Hamás, disfrazadas de apoyo a los palestinos, nos permiten ver un relativismo moral, mediante el cual eventos violentos son sopesados con una medida distinta.


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Enrique Rivera: Posterior a un título de periodismo y comunicación, cursa estudios de maestría en la Universidad Hebrea de Jerusalem, ampliando su carrera a técnicas fotográficas. Ya en México labora en varias instituciones judías y tanto sus artículos como fotografías, han sido utilizados en casi todos los medios escritos judíos de México. Ha sido galardonado en premios literarios en el CDI y ha montado varias exposiciones fotográficas como el Centro de Arquitectura y Urbanismo de la ciudad de México, FES-Acatlán y la Kehilá Ashkenazí.