Beatriz W. de Rittigstein / La guerra mediática asimétrica

Nos parece que el mundo gira a una velocidad vertiginosa y más aún cuando vivimos la angustia de una guerra originada en la masacre del 7 de octubre en el sur del territorio soberano de Israel, donde los terroristas de Hamás procuraron un día de genocidio con distintas formas muy crueles de tortura y asesinato.

Debido a ello, cada día se descubren contundentes pruebas de lo ocurrido y van dejando atrás otras realidades que, de algún modo, se deben conocer a fondo, probablemente para llevarlos a juicio y esperar una sentencia apropiada. Así recordamos una de las atrocidades: la entrada de “periodistas” junto a los terroristas de Hamás a Israel, gracias a la ardua labor de investigación de HonestReporting, organismo que analiza historias, artículos e imágenes en la cobertura de los medios sobre Israel, exponiendo y respondiendo a imprecisiones o prejuicios.

HonestReporting explicó: “El 7 de octubre, los terroristas de Hamás no fueron los únicos que documentaron los crímenes de guerra que habían cometido durante su letal matanza en todo el sur de Israel. Algunas de sus atrocidades fueron capturadas por fotoperiodistas de Gaza que trabajan para las agencias de noticias Associated Press y Reuters, cuya presencia temprano en la mañana en la zona fronteriza violada plantea serias cuestiones éticas”.

Hay nombres que aparecen en los créditos fotográficos de AP desde la zona fronteriza entre Israel y Gaza el 7 de octubre, como Hassan Eslaiah, quien también trabaja para CNN, tomó fotos de los terroristas en el Kibutz Kfar Aza. Al estallar el escándalo, las redes sociales revelaron una foto de Yahya Sinwar, el líder de Hamás, abrazando y besando a Eslaiah. Otros dos, Ali Mahmud y Hatem Ali tomaron fotos de los secuestros israelíes; por ejemplo, AP publicó la foto del secuestro de Yarden Bibas, el esposo de Shiri y papá de Ariel, de 4 años y Kfir de 9 meses, también llevados como rehenes a Gaza.

Reuters publicó fotos de Mohammed Fayq Abu Mostafa, quien captó las imágenes de una turba que se ensañó con el cuerpo de un soldado israelí arrastrado fuera de un tanque.

Otro fotógrafo, Samed Wajjeh, trabaja para MSNBC News, un canal de noticias de televisión estadounidense por cable, pero que simultáneamente pertenece a Hamás y se le ha visto en ataques terroristas, portando un AK-47. Lo inexplicable es que, supuestas empresas serias confiaron en las patrañas creadas por estos terroristas.

Resulta obvio que estos mal llamados periodistas fueron parte del detallado plan de Hamás, convocados para fotografiar las brutalidades, además de los videos de las cámaras corporales y de los celulares de cada terrorista.

Todas las agencias, cadenas y medios noticiosos aclaran que no tuvieron conocimiento previo a la masacre. CNN declaró sobre Hassan Eslaiah: “si bien en este momento no hemos encontrado motivos para dudar de la exactitud periodística del trabajo que ha realizado para nosotros, hemos decidido suspender todos los vínculos con él”. En realidad, el problema es otro, más allá de pretender sustraerse de su responsabilidad.

Durante años, los medios de comunicación han incumplido su trabajo periodístico: utilizan a los terroristas para que les cuenten noticias sesgadas contra Israel, pero ese fracaso ha costado muchas vidas a lo largo del tiempo. Los “periodistas” gazatíes son independientes y su objetivo es vender sus fotos. Así ha sido desde hace más de 20 años, cuando se desató la Segunda Intifada y aprendieron que la manipulación de los hechos les daba la posibilidad de
obtener pagos. Las agencias, cadenas y medios tienen enorme responsabilidad pues desde el 30 de septiembre de 2000, cuando ocurrió el caso del niño Muhammad al-Durrah, que generó innumerables videos y fotos que, de acuerdo al ángulo y a las distintas horas de las tomas, resultaron en múltiples y discrepantes versiones de un solo hecho. Lo que ese incidente mostró de inmediato fue la cantidad de dinero que pueden ganar distorsionando
casos e incluso inventándolos, lo cual ha sido un incentivo para que cualquiera en Gaza, conciba cuentos que no se pueden comprobar y con este tráfico de ficciones, las empresas noticiosas tienen más de 20 años instigando un furibundo antisemitismo. En este preciso caso de los crímenes del 7 de octubre, la imprudencia empresarial es más grave aún, pues compraron fotos a los cómplices de la masacre, que hoy ya se estudia como crímenes de
guerra y/o de lesa humanidad.


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