La apuesta iraní está colapsando. Hamás va a quedar inutilizado y Hezbolá profundamente afectado. Rusia, el gran socio militar, está perdido en una guerra que no quiere perder, pero que tampoco puede ganar. Y China ha optado por el pragmatismo, y se mantiene al margen lo más posible. ¿Cuál fue la lección que no aprendieron los ayatolas?
Los imperios nunca fueron negocio. La demostración es que, hasta el día de hoy, todos los imperios que han florecido en cualquier lugar del mundo, desaparecieron. Luego entonces, alguna falla intrínseca existe en el modelo imperial, y eso hace que, tarde o temprano, colapsen.
No es tan difícil de explicar el defecto inherente al paradigma imperial. Un imperio es, por definición, un modelo económico extractivo. Es decir, se sustenta en lo que puede saquear de los reinos o naciones que conquista. Por eso tiene que conquistar, expandirse, ampliar sus dominios. Para ello, necesita la guerra, y la guerra es una actividad carísima. La explotación a los reinos conquistados difícilmente pueden costear las guerras, porque la riqueza generada en cada reino absorbido por el imperio debe alcanzar para mantener al imperio y para el mantenimiento propio.
Esa ecuación no se debe alterar, porque si la provincia es saqueada al grado de ya no poder mantenerse a sí misma, en breve dejará de aportar riqueza al imperio. ¿Y qué es “el imperio”? En términos muy concretos, burocracia. Desde el emperador hasta cualquier funcionario menor, el imperio es una estructura burocrática improductiva por sí misma (como todas las burocracias), que no se puede dar el lujo de exfoliar ninguna provincia al punto de destruirla. Por lo tanto, los gastos de guerra dependen de que siga habiendo nuevas conquistas. Digamos que es en ese primer momento de dominación cuando el imperio puede conseguir el superhábit que garantice los fondos para seguir expandiéndose.
La lógica es simple: ¿quieres mantener al imperio-burocracia? Necesitas explotar a tus conquistados. ¿Quieres financiar nuevas guerras de conquista? Necesitas conquistar nuevos reinos.
Todos los imperios, por definición, tienen un límite en su capacidad de expansión. Por eso no hay uno solo que haya conquistado al mundo entero. Cuando se llega a ese límite (por ejemplo, Roma a finales del siglo II EC), la economía imperial queda limitada a la explotación de lo que ya se conquistó, y todo parece indicar que esta, en realidad, no es suficiente ni siquiera para garantizar el funcionamiento de la burocracia al mismo tiempo que la manutención del imperio.
Y entonces empieza el colapso. A veces lo más práctico es dividir el reino, y que los herederos hagan su mejor esfuerzo controlando territorios más pequeños. Eso fue lo que sucedió cuando Alejandro Magno murió y sus cuatro generales se repartieron su imperio; sucedió de nuevo cuando Constantino murió y partió al Imperio Romano en tres, una parte para cada uno de sus hijos; incluso ocurrió con el reino de Herodes el Grande (que ni siquiera era un imperio, sino parte del Imperio Romano), que se dividió entre sus cuatro hijos por ser la salida más práctica.
Desde el siglo XVI, los seres humanos empezamos a aprender una lección. Nos tardamos cientos de años en entenderla, pero hemos logrado avances con ello: lo único que ha tenido la capacidad de globalizarse plenamente (es decir, extenderse hacia todo el mundo) es el comercio. Eso significa que los mercados tienen siempre la posibilidad de seguir creciendo, porque la población humana también sigue creciendo.
El mejor ejemplo de esto es el modo en el que los Estados Unidos se impusieron a Europa como la potencia más poderosa del mundo. No hubo necesidad de conquistar más territorios después de que Alaska y Hawaii pasaran a ser parte de la Unión Americana. Es cierto que hubo un apoyo militar (y un alto nivel de control) en el caso de varias dictaduras en diversas partes del mundo, pero eso no fue lo que engrandeció el poderío estadounidense.
Fue su comercio. Es su comerció. Seguirá siendo su comercio. Las monarquías europeas, en cambio, se desmoronaron después de la Primera Guerra Mundial. Sobreviven diez de ellas, pero apenas como fósiles políticos que sólo están allí porque tal parece que a muchos europeos les encantan las piezas de museo. A efectos prácticos en materia de política, podrían desaparecer mañana y no pasaría nada.
Irán no entendió la lección. No tiene nada de raro. A fin de cuentas, los ayatolas que gobiernan ese país tienen una visión del mundo literalmente medieval, y por ello siguen creyendo que el máximo objetivo de su país y de su religión es conquistar al mundo.
Para ello, se han embarcado en un proyecto expansionista que logró poner bajo su control a Líbano, Siria, gran parte de Irak, y un pedazo de Yemen. Pero sus conquistas ya llegaron al límite. No se van a incrementar, y ese es siempre el punto de quiebre en la evolución de un imperio. Si va a durar 70 años como el babilónico, o cinco siglos como el romano, dependerá de cuánto tiempo sea capaz de seguir conquistando territorios. Cuando llegue a su límite, el declive empezará su lento pero inexorable proceso, y será cosa de algunos años para que todo colapse.
El imperio moderno iraní nació en una época en la que la mismísima idea de salir a conquistar territorios ya era anacrónica. Será por eso que se desgastó muy pronto, apenas en unos 40 años. Su última medio conquista fue el pedazo de Yemen que hoy controlan los huthíes. Una región, además de todo, paupérrima. Un país al que no se le puede explotar, sino que se le tiene que mantener. Es decir, conquistaron problemas, no soluciones.
Ahora, todo para Irán son gastos: armar a Hezbolá, armar a Hamas, mantener a Assad en Siria, mantener a los huthíes en Yemen. Bueno, en el colmo de la situación, ahora también hay que donarle drones a Rusia (otro país que tampoco aprendió la lección).
La situación es insostenible para Irán. Más temprano que tarde, tendrá que implementar cambios de fondo para sobrevivir.
¿Podrán hacerlo los ayatolas? Vaya uno a saber. No son el tipo de gente que cambie de opinión tan fácilmente. La puerte sigue abierta para que los cambios en Irán lleguen cuando la propia sociedad iraní tumbe del poder a esos clérigos de pensamiento medieval, que desperdician a lo tonto las ganancias petroleras del país.
Lástima, porque el petróleo es un negocio que está en proceso de morir. Faltan varias décadas para ello, pero el avance de las energías alternativas es imparable por la única razón que funciona en estos casos: da mejores rendimientos económicos.
No te despegues de las noticias. Durante varios años seremos testigos y podremos registrar y analizar un tema que siempre ha sido apasionante, pero que nunca había sido documentado por medio de internet.
La caída del efímero imperio persa de los ayatolas.
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