Un globo da la vuelta al mundo en ochenta días, según la versión de Julio Verne, y el mundo entero lleva ochenta días y más desde el fatídico 7 de octubre de 2023 sin dar vuelta atrás respecto a una posición de apoyo a veces, de indiferencia otras y de profundo daño siempre, respecto al conflicto entre Hamás e Israel.
El lamentable y condenable ataque del 7 de octubre no deja lugar a otra cosa que condenas obligadas y muestras de solidaridad con aquellas víctimas asesinadas, violadas, torturadas y secuestradas. No hay excusas ni razones válidas para tal barbarie, y todos lo asumen en una posición que es también de compromiso. Israel, agredido y sometido a la presión de unos familiares cuyos seres queridos y secuestrados son rescatados a cuenta gotas para luego aparecer, también a cuenta gotas, como cadáveres, tiene una licencia limitada para deponer a Hamás. Limitada en tiempo, porque su acción conlleva bajas civiles de palestinos en Gaza que son usados como otro tipo de rehenes por Hamás. Limitada en cuanto a la prudencia que debe tener para evitar mayores daños colaterales, incluso a costa de sacrificar soldados cuyas edades rayan en la adolescencia.
Para quienes creen en los principios del derecho, la justicia y temas similares, es evidente que la acción de Hamás y la toma de rehenes constituye un crimen. Además, Hamás controla Gaza gracias a haber depuesto de manera ilegal a la gente que la gobernaba en el 2006 y que ejerce el control de la Margen Occidental, la Autoridad Nacional Palestina. Es considerada una organización terrorista en muchos países del mundo. Y, además, no oculta para nada su orgullo y proclamación de victoria ante lo ocurrido el 7 de octubre y sus consecuencias hasta el día de hoy.
Hamás negocia por partes interpuestas el canje de rehenes por prisioneros en cárceles israelíes que han cometido crímenes. Se da el lujo de poner condiciones. Hace unos días, su líder del ala política, que reside en Catar, se reunió en Egipto para negociar algún acuerdo de intercambio de rehenes que terminó rechazando. Este señor, elegantemente vestido, autor intelectual y responsable de asesinato, secuestro, violación y paremos de contar… ¿Puede circular libremente por países que se adscriben a cierta disciplina de justicia internacional? Un crimen y los
criminales van tranquilamente por el mundo, y aquellos países que los cobijan y financian merecen el respeto y la interacción con el resto de los países de este planeta. Es muy difícil de entender. Para las víctimas de los crímenes y para cualquier espectador común y corriente dotado del sentido común más elemental.
La democracia israelí se carcome las entrañas entre rescatar los rehenes a costa de no deponer a Hamás con mayor brevedad, o deponer a Hamás y arriesgar la vida de los rehenes que se usan como arma psicológica y escudo virtual. Existen pruebas por doquier de la gravedad de lo que es Gaza. Túneles diseñados y construidos para el objetivo de combatir a Israel. Cohetes y lanzadores de cohetes en cantidades descomunales. Treinta mil hombres en armas, entrenados y con una organización militar sorprendente. El uso de facilidades civiles como escuelas y hospitales para fines bien distintos a prestar algún servicio, y el secuestro de una población palestina víctima de Hamás y de la indiferencia de quienes no denuncian esta situación aún a perfectas sabiendas.
Israel es una víctima de Hamás y también de la posición poco ética de un mundo que acepta esta situación. Unos por apoyar a Hamás, otros por hacerse la vista gorda y caer en lugares comunes que no ayudan a resolver la situación. Por supuesto que es necesaria la ayuda humanitaria a Gaza, que es urgente acabar con el conflicto. Pero la exigencia se hace a la parte equivocada, a la víctima y no al victimario. Este último percibe en esta actitud la prueba inminente del éxito de su acción.
Son muy sonoras las condenas a Israel, las críticas al primer ministro y a su gabinete. Las reacciones sentidas por el sufrimiento de una de las partes, no tanto por las violaciones, secuestros y asesinatos de israelíes. Tampoco son muy potentes las condenas a Hezbolá que dispara desde Líbano a Israel todos los días. Para las personas simples, resulta incomprensible que no se pongan presos a los dirigentes de Hamás que están al alcance de autoridades en cualquier país del mundo. Resulta inadmisible que no se pida la rendición de Hamás, que depongan sus armas y
devuelvan a los rehenes. Increíble que la Cruz Roja Internacional no tenga ni haya tenido acceso a los rehenes. En qué mundo vivimos que se permiten y toleran los crímenes, y además se convive con los criminales?
Israel, el mundo judío, y con seguridad la mayoría de las personas, quieren el fin de este conflicto. Un fin que signifique no solo el regreso de los rehenes y el establecimiento de una paz duradera, sino también un mundo donde prive la ética a nivel internacional.
Ética internacional. Eso parece ser lo que escasea.
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