“What does it take to wake a generation? … Cages or wings? … Fear or love, which do you prefer baby?”
“¿Qué se necesita para despertar una generación?… ¿jaulas o alas? … ¿miedo o amor, cuál prefieres corazón?” Así cierra tick, tick … Boom un musical, y ahora película, que le habla más que nunca a nuestra generación. Jonathan Larson se encuentra cerca a su cumpleaños número 30; está por presentar el musical al que le ha dado más de ocho años de su vida y tiene miedo de que si no es exitoso pasará de ser “un escritor que es mesero para mantenerse” a “un mesero que tiene un hobby” como él lo pone en sus propias palabras.
Sabe que tiene talento, no duda una micra del valor de su trabajo, pero la vida de artista en Nueva York en la época de los 90 lo está matando. Ve la realidad que rodea a sus amigos y no puede sino resentir el hecho que las cosas parecen no moverse en su carrera y se da cuenta que la situación que está viviendo no es sostenible por mucho más tiempo. El tiempo, la presión social, las expectativas y exigencias que tiene sobre sí mismo son el otro protagonista de la historia. Ve su vida como el reloj de una bomba que está a punto de estallar.
Y de repente, sin embargo, abre los ojos y ve que no es él el que se está quedando sin tiempo. Cosas más importantes en su vida se roban la escena; una tragedia lo obliga a volver a darle peso a aquello que se había quedado relegado: el amor, la amistad, la libertad y la oportunidad de hacer lo que uno ama se abren espacio entre las nubes de la angustia. El musical y la película en sí tratan de la búsqueda de ese balance. En cierta forma es la historia de un coming of age del escritor, que, aunque el mismo no lo crea, aún es joven.
Su drama además cruza temas sociales muy importantes del momento, como abusos de las farmacéuticas multinacionales con sus clientes, la discriminación a inmigrantes a través de un discurso falso de identidad nacional o el brote del VIH y la enorme homofobia, y persecución a homosexuales, que despertó en EUA. El musical es una respuesta tanto al problema personal como al social. Nos enseña a hacer las paces con situaciones que no controlamos y aunque dolorosas pueden ser menores. Nos dice: “puedes despertar y sacudir el polvo de la tierra”. Es un canto a la lucha personal, un canto a la libertad. Una postura frente al saber que no hay edad para hacer lo que amas, ni para agarrar las riendas de tu vida, tu destino y tu sociedad. Siempre hay una respuesta, difícil, pero la hay. También es una reflexión sobre lo que implica realmente el éxito.
Larson se murió sin saber que sus musicales se hicieron famosos, la película tick, tick … BOOM, dirigida por Lin-Manuel Miranda, mezcla el musical con los eventos de su vida. A través de los mismos vemos la vida que tenían muchos judíos neoyorquinos de esa época y cómo construyeron su camino dentro de los musicales de Broadway. Aparte de Larson aparecen otros personajes judíos como Stephen Sondheim (creador de West Side Story), Rosa Stevens o Ira Weitzman que son retratados desde sus orígenes judíos sin ser explícitos en ello. Aparte de los problemas sociales que discute, la película también acepta y celebra el legado judío de su protagonista y el mundo que lo rodea. Definitivamente vale la pena verla.
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