Elías Farache / Derecho a pogromo

La acusación de Sudáfrica a Israel en la Corte Internacional de Justicia es un evento realmente impresionante. Se acusa a la parte agredida de defenderse y tratar de evitar nuevas agresiones, de intentar rescatar a sus ciudadanos secuestrados.  No se menciona para nada el agresor ni sus acciones, mucho menos sus intenciones declaradas.  Llama la atención tanto la demanda como el hecho mismo que tenga lugar una audiencia en tales términos y no se anule la misma por irracional.

Cuando los hijos de Jacob estaban por enterrar a su padre en la cueva Majpelá, en el terreno comprado por Abraham y destinado a que fueran sepultados los patriarcas y matriarcas, apareció Esaú. El mismo Esaú, hermano mellizo de Jacob, quien muchas décadas antes le había vendido la primogenitura a Jacob entregando así también el derecho al panteón familiar. En medio de una ceremonia real y multitudinaria como era tal evento, los hijos de Jacob discutían con Esaú y hasta enviaron a un hijo veloz a buscar el documento probatorio de la propiedad. Esaú
impedía que Jacob fuera enterrado y reclamaba la parcela como suya. En medio de tal desorden, llegó Jushan, nieto de Jacob e hijo de Dan. Este Jushan era medio sordo y no entendiendo bien lo que pretendía Esaú, pero consciente del atropello que estaba se cometiendo en medio de la ceremonia del entierro, un cadáver sin
sepultar, el llanto de los seres queridos y todo el drama asociado, tomó su espada y liquidó a Esaú. Se cumplía así la predicción de Rebeca, madre de Jacob y Esaú: sus dos hijos fueron enterrados un mismo día.

El relato anterior pertenece al Midrash. Leyendas de acciones y hechos no comprobados cuya intención es dejar alguna enseñanza. En este caso, es evidente la inutilidad de discutir con Esaú. No tenía el derecho, no era el momento. Discutir no tenía sentido y procedía actuar sin perder tiempo escuchando argumentos falsos y vanos. La liquidación de Esaú que cita la leyenda, no corresponde a una eliminación física. Corresponde a establecer el criterio de no caer en discusiones inútiles, en argumentaciones sin sentido, en manipulaciones que no se corresponden con la verdad ni la justicia. Un sordo ante las pretensiones de Esaú pudo resolver más que muchos tratando de conversar, negociar y justificar lo que ya era de ley.

Israel ha sido atacado por un grupo militar terrorista que se declara con la intención firme y expresa de destruirlo. En un solo día, además de lanzar cientos de cohetes mortales, penetra en su territorio. Asesina a sangre fría a hombres, mujeres y niños de todas las edades. Filma acciones degradantes. Secuestra 250 personas y no se da fe de vida de las que aún mantiene luego de cien días de lo sucedido. La Cruz Roja no tiene acceso a los secuestrados. Al escribir esta nota, se discute qué tratamiento habrá de dársele a las mujeres violadas que han quedado embarazadas.

Israel se enfrenta a Hamás y a seis frentes mortales más. La sociedad israelí está siendo torturada en pleno, con rehenes que no son liberados y no se sabe si viven o no. Con cientos de miles de ciudadanos israelíes refugiados del sur que no pueden ir a sus hogares, y otros tantos en el norte sometidos a los caprichos de Hezbolá desde un Líbano que no puede ejercer control sobre unas milicias dentro de su territorio. ¿Es Israel la parte que ha debido ser llevada a la Corte internacional de Justicia? Por supuesto que no.

En la psique de las naciones y de muchas personas ocurre una negación al derecho de los judíos a defenderse, a evitar ser agredidos y mucho menos hasta vengarse. Cuando los judíos son víctimas pasivas, son más abundantes las muestras de solidaridad, de simpatía. No es que se haya hecho mucho para evitar esas agresiones. No se hizo nada durante la Segunda Guerra Mundial, ni durante la Inquisición. Ni cuando ocurrían los pogromos en Europa. Tampoco cuando han ocurrido atentados terroristas en Israel, reivindicados a viva voz por sus autores y celebrados de manera pública, notoria y que avergüenza. Esta psique dicta a colectivos, como naciones y países, y a personas en lo individual, que la pauta de conducta de los judíos y del Estado judío ha de ser la pasividad. Asumir su papel
de víctima, no devolver el golpe. No defenderse ni actuar para evitar una nueva agresión. Cuando Israel reacciona, se protege, hace justicia, entonces es criticado y condenado.

Quienes han introducido la demanda en la Corte Internacional de Justicia, lo hacen en complicidad con los enemigos declarados de Israel. Y también, adheridos a lo señalado anteriormente en cuanto a no permitir a los judíos ni al Estado de Israel ejercer su legítima defensa. El Estado de Israel fue creado, entre otras cosas, para
que los judíos no fueran agredidos, y en tal caso, que hubiera dolientes y justicieros para evitar que estas cosas sucedieran. ¿Hamás pretendía que Israel no actuara en consecuencia luego del 7 de octubre de 2023? ¿Sus aliados, simpatizantes y afines alguna vez creyeron que esta acción sería tratada de otra manera que no fuera violenta y radical? ¿Se exige el derecho a realizar pogromos como si fueran lo propio que hacer con los judíos?

Israel pierde mucho tiempo explicándose. Enseñando al mundo lo sucedido el 7 de octubre. Mostrando lo que encuentra en Gaza arriba y Gaza abajo, subterránea. Asistiendo a La Haya para tratar de convencer a quienes ya están convencidos de sus intenciones y no de la justicia que ha de privar. No se impone el espíritu de Jushan Ben Dan, prevalece el de Esaú y quienes le siguen su juego.

La Corte Internacional de Justicia está gestionando un derecho al pogromo. Existiendo Israel…petición denegada.


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