Bryan Acuña / Violencia sexual, crimen de lesa humanidad…

La actividad sexual se convierte muchas veces en un participante activo de los conflictos armados alrededor del mundo, así como también son parte de un esquema de sometimiento para demostrar que se tiene el poder en sus manos, que la vida del otro pende de la decisión que ese grupo o individuo detentador de poder ejerce, se podría indicar que:

Es la violación sexual la agresión sexual más grave y escalofriante, ya que significa la máxima expresión de demostración del poder y dominación de los victimarios hacia sus víctimas, atentando directamente contra su condición humana.

Tal situación se acrecienta cuando la agresión sexual es cometida por agente del Estado, “se trata de un acto especialmente grave y reprobable, tomando en cuenta la vulnerabilidad de la víctima y el abuso del poder que despliega el agente”. Corte IDH. Caso del Penal Castro y Castro vs Perú. Sentencia del 26 de noviembre de 2006. Serie C. No. 160. Párr. 303.

Con lo anterior, resulta esclarecedor el comportamiento de grupos de individuos para demarcar su territorio de dominio, en esa zona éste muestra los límites a los que puede llegar a quienes desea someter y por medio de la violación le está indicando que no lo valora como individuo, que lo está cosificando y además que le puede destruir en el momento que se le venga en gana. Se podría ejemplificar esto cuando un esposo, aplica violencia sexual contra su pareja, para intimidarla en que sencillamente no lo puede abandonar.

Mencionando el ámbito de las relaciones de poder entre “manadas”, cuando en una cárcel, un nuevo individuo condenado, es violado por un grupo de reos, que tienen organizada la cárcel a su placer.

Estos por lo general no detentan una preferencia homosexual (al menos no abierta), sino que mantienen la práctica del sexo como “activos”, contra el violado que pasa a ser un “pasivo”, asumiendo un rol “femenino”, con la intención de degradarlo al punto que sepa que está siendo desterrado de su virilidad, ante un sistema patriarcal más poderoso ejercido por otro, porque dentro de los parámetros masculinos del poder, quien no es poderoso es un “afeminado”, “maricón”, o simplemente, una mujer más dentro del sistema (recordando nuevamente que el poder se explica desde una visión del hombre como detentador máximo del poder).

En las guerras ocurre algo parecido. Sea que se trate de un conflicto abierto, una guerra ideológica o una “guerra santa”, la parte sexual muchas veces aparece para satisfacer ese ego de poder de los guerreros, o para humillar a un adversario.

En Libia, en el 2012, el Embajador estadounidense Cristopher Stevens, murió a manos de una turba de islamistas que incendiaron la sede diplomática y la tomaron, algunas fuentes indican que Stevens fue violado antes de morir, es decir, le arrebatarían su dignidad humana antes de asesinarlo.

En ese mismo país un año antes, en la guerra contra Muamar Gadafi, presidente del país, que huía de los efectos de la guerra civil, al ser capturado múltiples videos que circularon las redes sociales muestran que además de haber sido brutalmente agredido y asesinado por la turba, el líder libio fue “sodomizado” con un palo, dando la clara connotación que fue humillado, cosificado y declarado como una nada.

Y en el pasado, se puede ver cómo las violaciones eran parte de los castigos contra poblaciones de ejércitos perdedores en una guerra.

Por ejemplo, el ejército rojo soviético violaba mujeres alemanas a su paso, al grito “¡Soldados del Ejército Rojo, arrancad por la violencia el orgullo racial de las mujeres alemanas!… ¡Violad, destruid, matad!”. (Ilya Ehrenburg, jefe de propaganda del Ejército Rojo).

También el sexo en los conflictos; especialmente con características religiosas, quieren intimidar minorías para que no se les ocurra involucrarse a favor de sus adversarios o para intimidarlos y que se marchen del lugar.

En Siria, que desde el año 2011 se desarrolla una guerra con tintes sectarios, las minorías religiosas han sido atacadas por organizaciones fundamentalistas religiosas. Así pues, un grupo de terroristas de la agrupación Jabhat Fateh al-Sham violaron y asesinaron a una joven cristiana en Qusair, sumando esta vejación a las actitudes beligerantes de los islamistas contra los cristianos, para que abandonen el país o se sometan a su visión radical de islam.

También, en la guerra entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza de octubre 2023, hubo casos en los que el grupo islamista realizó ataques sexuales contra mujeres (e inclusive hombres) mientras hacían su ataque contra poblados al Sur de Israel donde asesinaron a más de 1.200 personas, hirieron al menos diez mil y secuestraron a más de doscientos.

Inclusive, el New York Times, entre otros medios, realizaron publicaciones sobre este caso mencionando los horrorosos comportamientos del grupo terrorista con mucha saña, odio y acciones que no solo podrían ser catalogados como crímenes de guerra, sino incluso dentro de los parámetros de genocidio. También se señala que Hamas podría usar la violación con algunas de las mujeres secuestradas y posteriormente liberadas, por lo que se han realizado análisis médicos para descartar daños internos, enfermedades venéreas e inclusive embarazos.

Y es importante señalar que entre islamistas el tema de la sexualidad es mucho más delicado, ya que sobre ellos se aplican mecanismos de represión sexual muy pronunciados que los llevan a cometer un sometimiento a esos instintos haciendo que la mujer se cubra en su totalidad, en muchos casos a ésta se le ordena que no hable con extraños, ni mucho menos tocar a un hombre en la vía pública, y peor si no es su marido.

Han ocurrido casos en el mundo islámico en los que una mujer musulmana que es violada por otro sujeto es condenada a muerte por haber “provocado” que la violaran. De igual forma, las conductas homosexuales en sociedades musulmanas regidas por las normas de la Sharia (Ley Islámica), puede ocasionar que los “infractores” lleguen a ser condenados hasta a morir por “quebrantar el sentido lógico” de la naturaleza humana en las relaciones interpersonales.

El filósofo Michel Foucault explica en su “teoría de la represión” de mejor manera por qué es cuando en los conflictos se les abre de par en par la posibilidad de comportarse sexualmente salvajes, a estos “guerreros santos” no se miden hasta el punto de llevar sus actos a algo casi necrofílico:

La “teoría de la represión” que justificará la difusión autoritaria y coercitiva al dispositivo de sexualidad (sexualidad sujeta a la ley y juego diferencial de las prohibiciones según las clases sociales), a partir de allí la diferenciación sexual se afirmará no por la calidad “sexual” del cuerpo, sino por la intensidad de su represión.

Por lo anterior, a pesar de que, desde una perspectiva religiosa general, a estos grupos se les prohíbe actuar con sadismo, sienten como salvoconducto la guerra para descargar toda esa energía sexual reprimida contra su víctima sin que pese un juicio de valor por su comportamiento, ya que únicamente está utilizando el tema sexual como un arma de batalla para dominar y destruir al oponente y no como una forma de “satisfacerse” personalmente. Y aunque el islamismo es un ejemplo, no es el único caso, y en otros conflictos de carácter religioso se podrá ver este tipo de sometimiento sexual, como mecanismo de destruir internamente al oponente.

Resulta interesante lo relacionados que están las actividades humanas basadas en la sexualidad, especialmente el sometimiento y el poder. Utilizar la violencia sexual para destruir o controlar al oponente ha resultado durante muchos años una herramienta efectiva, lograr hacer que el perjudicado se cosifique y pierda noción hasta de su presencia en el lugar donde está siendo ultrajado, otorga una sensación de dominio del violador.

En los conflictos armados, el uso de las violaciones hiere la susceptibilidad del grupo al cual pertenece la víctima, en especial si no hay posibilidades de protección por parte del Estado o si es el propio gobierno que está efectuando el delito, al someterlos sexualmente les destruyen el orgullo y les infunden un temor que les exigirá huir, esconderse o someterse voluntariamente para que el efecto no sea tan doloroso que si se resisten.

Si los efectos psicológicos de un individuo violado son terribles, el efecto durante una guerra de las violaciones masivas o constantes serán nefastas para el inconsciente colectivo.

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