Irving Gatell/ Algunos datos peculiares sobre el antiguo Canaán

Lo que hoy es Israel es un territorio que ha cambiado muchas veces de nombre, por razones históricas concretas y bien identificadas. Ha sido llamado Canaán, Israel, Samaria, Judá, Judea, Palestina, Reino Cruzado de Jerusalén, otra vez Palestina, Mandato Británico de Palestina, y otra vez Israel. Pero te aseguro que hay algunos datos que no conoces de la etapa en la que se llamó Canaán.

De hecho, no hubo ninguna etapa en la que se llamara Canaán. Si le llamamos así para referirnos a todo lo que aconteció antes del año 1000 AEC, es por mera economía de términos.

En el medio académico, cuando se habla de Canaán la referencia es a toda la franja costera que conecta lo que hoy son Turquía y Egipto, y el término se aplica para todo lo que haya ocurrido desde que se comenzó a poblar (por ahí del 5000 AEC) hasta el año 1000 AEC, cuando la zona se unificó en una monarquía y pasó a llamarse Reino de Israel.

Si pones un poco de atención, podrás ver que aquí empiezan las cosas raras, porque el Reino de Israel no abarcó toda la franja costera de la que hemos hablado. Apenas si ocupó la zona más hacia el sur, fronteriza con Egipto.

Ahí no acaban las curiosidades: si Israel nunca abarcó toda la costa desde Egipto hasta Anatolia, el verdadero Canaán tampoco. Y si el Reino de Israel como tal apenas apareció hacia el año 1000 AEC, el reino de Canaán apareció hacia el 1200 AEC. O sea que ambos reinos son relativamente tardíos, y muy limitados en cuanto a su extensión. ¿Por qué, entonces, se le llama Canaán a todo el territorio en la etapa pre-israelita?

Vamos por partes.

Hubo un grupo que se hizo llamar a sí mismos “kena’ani”, y a su tierra le llamaban K’naán. Se consolidaron como pueblo hacia el 1200 AEC, y vivieron en la franja que hoy corresponde a las costas del Líbano y de Siria. Fueron los mejores navegantes de la antigüedad y hábiles comerciantes, pero a los griegos los impresionó otra cosa: la calidad con la que usaban un molusco para teñir de púrpura finas telas que, por supuesto, se convirtieron en todo un artículo de lujo en la antigüedad.

Por esa habilidad para teñir la púrpura, los griegos les llamaron “phoenikis”. Fenicios, en español. Y como los griegos extendieron su cultura por todos lados a partir de las conquistas de Alejandro Magno (últimas décadas del siglo IV AEC), desde entonces a este grupo le seguimos llamano fenicios, y a su tierra le llamamos Fenicia.

Eso ha provocado que disociemos a Fenicia de Canaán, pero la realidad es que la única Canaán que existió fue Fenicia, y los únicos cananeos que existieron fueron los fenicios.

¿Y entonces quiénes fueron los amorreos, los heteos y los hurritas que menciona la Biblia? Pues eso: amorreos, heteos (o, para ser más precisos, hititas) y hurritas, grupos que ni siquiera fueron originarios de Canaán.

Los amorreos provenían de Mesopotamia, y ni siquiera eran un pueblo, sino un conglomerado de tribus vinculadas por el idioma. Los hititas fueron originarios de la península de Anatolia (la actual Turquía). Y los hurritas fueron un grupo surgido en la zona sur del Cáucaso, digamos que en el rumbo que abarca  desde Armenia hasta el norte de Mesopotamia.

Por diversas razones, contingentes de estos tres grupos se establecieron en la zona que abarca los actuales territorios de Líbano e Israel, y por ello se volvieron muy importantes en los relatos bíblicos.

¿Por qué la Biblia los llamó cananeos? Por economía de términos, y es muy evidente porqué se escogió a los kena’ani como el referente principal: eran los únicos bien organizados y definidos políticamente.

Los amorreos, hititas y hurritas nunca integraron una nación en forma en el antiguo Canaán. Su sistema político era el de ciudades-estado. Es decir, cada ciudad era una pequeño reino independiente, con su propio rey, su propia religión, y su propia política. Por eso es que estos grupos nunca le pusieron un solo nombre al territorio. En la antigüedad, sólo dos grupos lograron consolidarse como monarquías unificadas: primero los cananeos (fenicios), luego los israelitas. Por eso, por pura practicidad, los israelitas se referían a todos los demás grupos como cananeos, y a toda la región en la que habitaron como Canaán.

El único momento en el que se le dio un nombre, o acaso un mero apelativo, a lo que hoy es Israel, fue hacia el siglo XV AEC, un poco después de que se dieran las grandes migraciones hurritas. En esas épocas, los egipcios —nótese: un grupo extranjero— le llamaban Hurru a lo que nosotros llamamos Canaán. Pero no es que fuera el nombre del país. Sólo era el modo de designar al lugar donde se habían asentado los hurritas.

Ahora fíjate cómo estos datos influyen en ciertos modos de narrar las cosas hoy en día.

Uno de los argumentos más extraños, pero también socorridos, usados por antisemitas que quieren descalificar todo lo que tenga que ver con Israel y con el pueblo judío, es que los antiguos israelitas despojaron de su tierra a los cananeos (luego, por supuesto, hacen malabares sin pies ni cabeza para tratar de identificar a los palestinos como los descendientes directos de esos cananeos).

Falso. A los cananeos nadie les quitó su tierra. Los fenicios allí estaban, y allí se quedaron. Fue apenas en la Guerra Civil del Líbano, hace casi medio siglo, que los libaneses cristianos maronitas, descendientes directos de los fenicios-cananeos, fueron despojados de su patria ancestral por Hezbolá y otros grupos árabes musulmanes.

El antiguo Israel entonces no surgió del despojo a Canaán porque, en estricto, el lugar donde se fundó Israel no era Canaán. Era un territorio sin nombre y sin un dueño, porque cada ciudad era independiente y tenía su propio rey. Lo que en realidad sucedió fue que los israelitas fueron los primeros en lograr la unificación de toda la región al sur de Canaán (el país fenicio).

Así pues, la primera vez que esa región tuvo un verdadero nombre propio, este fue Israel.

Eso sólo se puede entender de una manera: ese territorio no tenía un nombre porque tampoco tenía una identidad unificada. Estaba poblado por grupos diversos, independientes, y que nunca mostraron un interés particular por integrarse en una sola entidad política.

Así pues, la primera identidad histórica que se consolidó en esa región, fue la israelita, unos 200 años después de que la cananea (luego fenicia) se consolidara más hacia el norte.

Por pura practicidad, como ya señalé, en los medios académicos nos referimos a Canaán como si se tratase de toda la tierra durante unos cuatro mil años.

La realidad es que, en ese lugar y durante todo ese tiempo, se dieron cita múltiples grupos, pueblos, sociedades, que evolucionaron poco a poco hasta lograr unificarse en dos monarquías. La cananea en el norte, la israelita en el sur.

El Canaán histórico es lo que luego vino a ser llamado Fenicia, y ya para tiempos de la dominación árabe, el Líbano.

El Israel histórico… bueno, ese sigue siendo Israel.


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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.