Con su hija de regreso en casa, la vida de Benito Gritzewsky ha pasado de la angustia al activismo. Hoy emplea su tiempo a dar apoyo a otros familiares de personas secuestradas y a dar información a los medios y a los visitantes internacionales que quieren saber cómo se vive la crisis de rehenes en Israel.
“Cambió un poco el ritmo de vida, ya no es el mismo ajetreo que traíamos”, dice Gritzewsky en entrevista con Enlace Judío. “Pero aun así, a pesar de todo, yo le hice una promesa a Ilana la primera vez que la vi, ya que regresó, que le dije que iba a luchar por Matan, su pareja, y que iba a luchar por todos. Eso quiere decir que, aunque ya no es la misma función que teníamos antes en la búsqueda y en tratar de traer a los familiares, ahora es difundir todo lo que vivimos”.
Quizá porque la guerra en Gaza es también una guerra de propaganda, y porque el Estado de Israel intenta equilibrar una balanza en la que regularmente se encuentra en desventaja, muchos voluntarios realizan la función de Gritzewsky. Se trata de sobrevivientes de los ataques del 7 de octubre, rehenes liberados por Hamás o familiares de rehenes, ya sea liberados o que siguen cautivos, y que todos los días reciben a los visitantes para mostrarles el lado de la historia que la prensa internacional parece haber dejado atrás hace tiempo.
Lo hace con gusto. De hecho, se dice “materia dispuesta” para dar pláticas y explicar la situación a cualquiera que pretenda entender el estado actual del conflicto en relación con los rehenes. A esas pláticas acude con familiares de personas que siguen secuestradas. Juntos forman binomios que permiten difundir un mensaje completo: el de la esperanza y el de la angustia.
Al final de las pláticas que ofrece, Gritzewsky responde preguntas. Las más comunes tienen que ver con las condiciones en las que se encontraba su hija cuando estaba cautiva, cómo era su vida en esos días, pero hay mucho de lo que él no puede o no quiere hablar, pues teme que revelar demasiados detalles podría poner en riesgo a las personas que aún se encuentran secuestradas.
“Ilana está bien (aunque) perdió peso. Un aproximado de 8 kilos fue lo que perdió. Fueron 55 días que estuvo retenida”, dice Gritzewsky cuando se le pregunta sobre el estado actual de su hija, quien no ha dado todavía declaraciones a la prensa. Dice que Ilana está tomando terapia y que “va por buen camino”. Sin embargo, su felicidad no es completa.
“Tenemos la cuestión de que Matan, su novio, está “ahí” todavía. Y eso a mí me duele porque la veo. Veo su sentir, veo su dolor y quisiera ya traerlo a que esté con ella”.
Matan Zangauker, de 24 años, es uno de los más de 130 rehenes que Hamás mantiene bajo tierra en Gaza, ocultos en un laberinto de cientos de kilómetros de túneles, y que usan como una moneda de cambio para negociar con Israel un cese al fuego o el intercambio de prisioneros.
Para Gritzewsky, a quien se le pregunta por las negociaciones que actualmente llevan a cabo la organización terrorista y el gobierno de Israel, hay más incertidumbre que otra cosa. Tiene dudas respecto a la verdadera voluntad de Hamás de cumplir con su parte de los acuerdos, e incluso confiesa su falta de certeza respecto a la condición de los rehenes.
Dice que, hasta ahora, Israel ha pagado un precio alto por los rehenes que han vuelto, pero teme que el precio por pagar aumente conforme pasan los días. “No sé cuántos vayan a regresar con vida ni quiénes. Duele porque son jóvenes, son padres de familia, son hermanos, son hijos, son abuelos, son bebés…”
A cualquier precio
Pese a que la mayor parte de la población israelí se ha mantenido fuertemente cohesionada durante los más de cuatro meses que han transcurrido desde el fatídico 7 de octubre de 2023, cierta división comienza a notarse, por ejemplo, en la opinión de hasta dónde debería de ceder el gobierno de Israel ante Hamás con tal de traer a los rehenes de vuelta.
Algunos han convertido el “a cualquier precio” en una especie de slogan publicitario que choca de frente con aquellos que opinan que no, que hay cosas no negociables, como la destrucción completa de Hamás o, al menos, la imposibilidad de que dicho grupo retome el gobierno de la Franja una vez concluida la guerra.
En días recientes, protestantes chocaron con policías en Tel Aviv (en la foto, Ilana y su hermano Jaím bajo los chorros de los cañones de agua). Las exigencias en torno a la liberación de los rehenes comienzan a subir de tono y la confrontación con el gobierno se está volviendo más frontal. Ilana Gritzewsky se encontraba entre los manifestantes que fueron dispersados con chorros de agua a presión. Su padre asegura que la chica tiene una pequeña lesión en la rodilla pero que se encuentra bien.
“Ella está mucho con la mamá de Matan y con las hermanas, que son prácticamente un apoyo muy fuerte para ella”, explica, y luego intenta exponer su postura respecto al enfrentamiento. Dice que se pone “de los dos lados”, que los policías solo reciben órdenes superiores y que, en su opinión, las autoridades deberían de acercarse más a los familiares de las víctimas para hablar con ellos, escucharlos y entenderlos. También piensa que el gobierno debería de encontrar una salida rápida a la crisis de los rehenes.
“Cuando Ilana aún estaba secuestrada yo tuve la oportunidad de estar en una reunión con el gabinete de guerra y con Bibi (Netanyahu). Dentro de la reunión yo tuve oportunidad de hablar con él por el micrófono y le dije algunas cosas pero muy tranquilo (…).
Al salir el Primer Ministro, Gritzewsky se le enfrentó y le dijo: ‘A cualquier precio, acaba con esto. Y si logras hacer lo que estás diciéndonos ahorita, tal vez continúes en el gobierno. Si no cumples con lo que nos estás diciendo ahorita a todos, tu vida en el gobierno se acaba rápido’.”
Según Gritzewsky, las palabras que dirigió al primer ministro recibieron un sonoro aplauso entre los presentes y él “ya no sabía ni dónde meterse”. Pero han pasado meses desde entonces y muchos de los rehenes siguen cautivos,
Netanyahu está en el poder y la guerra no parece estar por concluir en ningún momento pronto.
La vida de Gritzewsky ha cambiado desde el 7 de octubre. Quizá tanto como la realidad de un país que no sale aún del asombro ni del trauma. Él mismo vive el trauma a su manera. No acude a terapia pero encuentra en su activismo una razón para seguir adelante.
“Lo que a mí me está ayudando mucho son las pláticas que doy, (ahí) “suelto parte del dolor que traigo todavía, y me ayuda porque la gente te responde, te hace preguntas y entablas una conversación muy tranquila, y ves las muestras de apoyo que recibes, no de gente de Israel sino de gente de otros lados, y eso es lo importante, que sigamos recibiendo ese apoyo tanto moral, espiritual…”
A esas personas, visitantes de México, de Estados Unidos, de Australia y de otros países, Gritzewsky les pide siempre dos cosas: que regresen a sus países a contar lo que aprendieron en Israel y que recen por los soldados y por las personas que siguen secuestradas.
Los gobernantes israelíes de los que hablan los libros de historia a los que Gritzsewsky se dice adepto no eran políticos sino “gente que veía por el pueblo. Ahora son políticos y normalmente el político vela por sus intereses, más que otra cosa. Y eso me duele porque la gente que fundó Israel venía con un ideal y ese ideal lo lucharon”.
Cometieron errores, sí, “pero no los errores que hay actualmente” y que “causaron lo que causaron el 7 de octubre”.
Para ejemplificar su postura respecto a lo que tendría que pasar cuando el conflicto en Gaza termine, Gritzewsky recuerda un evento ocurrido hace ya mucho tiempo, en 1957, cuando un gran terremoto sacudió la Ciudad de México. La voz popular suele referirse a ese evento como el día en que “el Ángel se cayó”, puesto que la Victoria Alada que corona la Columna de la Independencia, en la central avenida Paseo de la Reforma, efectivamente cayó al suelo y se destruyó como consecuencia de la sacudida.
En aquella ocasión, recuerda Gritzewsky, también se derrumbó un edificio, solo uno, que estaba ubicado en la calle Álvaro Obregón, esquina con Frontera, en la colonia Roma. “El arquitecto que construyó ese edificio se suicidó de remordimiento, por la gente que falleció.
“Para mí, lo que tiene que pasar aquí es, no que se suiciden, pero sí que renuncien a sus cargos y que permitan la formación de un gobierno que realmente le interese tanto su gente como su seguridad y como la historia que tenemos aquí”.
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