Un episodio poco conocido de la historia del antiguo Israel es que la región de Gaza fue invadida por griegos, pero hubo unos griegos que se pasaron al bando israelita y se dedicaron a combatir a los otros griegos. O, dicho de otro modo, la historia de los antiguos filisteos es más rara de lo que nos han contado.
Ahora que está de moda para muchos propagandistas anti-israelíes decir que los palestinos son descendientes de los antiguos filisteos, es buen momento para conocer un poco más de estos antiguos invasores llegados desde el Mar Egeo (islas griegas).
Los filisteos no fueron un pueblo como tal. El término significa “invasor”, y es la forma española del antiguo egipcio “purasatiu”, o del acadio “pelesti”, o del hebreo “pilistim”. Por lo tanto, Filistea tampoco es el nombre propio de una región, sino sólo la forma en la que a cierta región se le llamaba “tierra invadida” (el término original es Peleset).
Los filisteos fueron parte de los llamados Pueblos del Mar. Estas hordas de invasores comenzaron a llegar hacia las costas orientales del Mediterráneo desde el siglo XIV AEC, y sus incursiones ya se mencionan en las Cartas de Amarna (correspondencia entre el faraón Akenatón y los reyes cananeos que eran sus súbditos).
Se convirtieron en una amenaza en forma en tiempos de Ramsés II, pero este faraón logró repelerlos. Menos suerte tuvo su hijo, el faraón Mernepta. Evitó que invadieran Egipto, pero perdió el control de los dominios egipcios en Canaán, y los filisteos lograron establecerse alrededor de lo que hoy es Gaza.
Como ya señalé, no eran un grupo definido, sino una coalición de grupos. No sabemos qué nombres se daban ellos mismos. Sabemos, eso sí, que fundaron cinco grandes ciudades, independientes unas de otras. Es decir, ciudades-estado: Gaza, Gat, Ejrón, Ashkelón y Ashdod. En su momento, fueron tal vez las ciudades más grandes de todo Canaán, y aunque eran independientes unas de otras, conformaron una confederación que se volvió una verdadera amenaza para toda la población local, integrada en ese entonces —estamos hablando de la época de los jueces— por israelitas, amorreos, hurritas e hititas.
Hasta aquí, son datos bien conocidos.
Pero de lo que se habla poco es de que hubo otro gupo de invasores —Pueblos del Mar— que se estableció al norte de Peleset (o Confederación Filistea). Poblaron la zona que va desde la actual Franja de Gaza hasta Tel Aviv.
Las fuentes documentales (sobre todo egipcias) los identifican como los “danios”, y no se sabe si este nombre también era de tipo genérico, o si tiene alguna relación etimológica con los dardanos, habitantes del antiguo Estrecho de los Dardanelos, que es la puerta que comunica al Mar Egeo con el Mar Negro.
Más allá de esta duda, lo cierto es que los danios se establecieron en el territorio que el relato bíblico identifica como el correspondiente a la Tribu de Dan, y esa similitud etimológica no puede ser un accidente, ni mera coincidencia.
En esta zona, las excavaciones arqueológicas han recuperado una gran cantidad de objetos (por ejemplo, cerámica) cuyas características son muy similares a las de la cultura minoica, por lo que el origen griego (de influencia cretense) se da por descontado.
De esta evidencia se intuye que diversos grupos de Pueblos del Mar —invasores griegos— se habrían establecido en toda la costa cananea desde la frontera con Egipto hasta lo que hoy es Tel Aviv, pero luego se habrían dividido en dos. Los del sur, conocidos como filisteos, habrían mantenido su intento de conquistar la mayor cantidad de territorio. Los del norte, conocidos como danios, se habrían pasado al bando israelita para combatir a los filisteos.
Curiosamente, hay un relato bíblico que nos ofrece un interesante vestigio de lo que pudo ser esta lucha: el de Sansón.
Que la saga de Sansón está llena de elementos griegos, es indudable. Y estos son usados a manera de burla o crítica contra las creencias del politeísmo griego.
Por ejemplo, el paralelismo entre Sansón y Heracles (Hércules, en latín) es evidente. Son los grandes héroes de fuerza sobrehumana. Heracles, por cierto, es un dios solar; y el nombre de Sansón en hebreo es Shimshón, cuya etimología viene de “shemesh”, que es la palabra hebrea para decir sol. No puede ser coincidencia.
La historia de Sansón está llena de rasgos “solares”. ¿Qué son su cabellos, origen de su fuereza, sino los rayos del sol? Cuando Dalila los corta, el Sansón débil con el pelo corto no es sino símbolo del sol invernal. Pero el cabello “vuelve a crecer”, así como el sol recupera su fuerza entre los meses de febrero y marzo. Finalmente, ese Sansón que ha recuperado su poder derrumba el templo filisteo en donde se celebraba al dios Dagón. Sí, adivinaste: otra deidad solar.
Si la historia de Sansón fuese un mito solar —como el de Heracles—, entonces el querido héroe israelita tendría que haber resucitado, o vuelto a la vida de algún modo. Es un elemento indispensable en los mitos solares o naturalistas, porque representa el renacimiento de la naturaleza durante la primavera.
Pero aquí no hay mitos. Sansón no es un dios, sino un ser humano. Especial, y con ciertos problemas de conducta (por cierto, muy parecidos a los de Hércules), pero ser humano a fin de cuentas. Así que Sansón muere y es sepultado por sus hermanos, e Israel entero lo llora. Con ese final aparentemente melancólico, el texto bíblico hace mucho más que contar el luto por un gran guerrero: destruye los mitos solares, nos recuerda que sólo hay un D-os, y todo lo demás es Su Creación.
En medio de todo esto, hay un detalle demasiado interesante y que, nuevamente, no puede ser coincidencia: ¿A qué tribu pertenece Sansón?
Correcto: a la tribu de Dan.
¿Es el relato de Sansón el vestigió de que los griegos que llegaron a establecerse allí voluntariamente se integraron a una tribu de Israel —en términos modernos diríamos que “se convirtieron”—, y luego se dedicaron a combatir a los filisteos? Ellos, egeos de origen y minoicos culturalmente, habrían traído sus mitos solares y naturalistas, y de allí habrían surgido ciertos paradigmas literarios que luego llegaron al personaje Sansón.
Pero ya integrados al pueblo de Israel, se habrían asimilado a la creencia monoteísta, y entonces habrían abandonado el hábito de hablar de sus héroes en términos mitológicos, como si estos fueran seres divinos. Habrían, en cambio, comenzado a referirse a ellos como seres humanos, y en términos históricos.
El caso de los danios, la Tribu de Dan, y Sansón, son una interesante evidencia que va desde lo arqueológico hasta lo documental, que deja el testimonio de que la lucha del pueblo de Israel contra los invasores fue tan antigua como difícil, pero que incluso en esas épocas hubo gente llegada de muy lejos (tal vez desde la entrada del Mar Negro), que bien pudieron haber dicho lo mismo que Rut, la mujer virtuosa moabita: este pueblo será nuestro pueblo, y su D-os será nuestro D-os; a donde vayan, nosotros también iremos, donde vivan viviremos, allí moriremos y allí mismo nos enterrarán.
¿Te imaginas la escena? Los israelitas por nacimiento, los de la Tribu de Dan local, recibiendo a quienes llegaron de muy lejos, pero por convicción propia se volvieron israelitas, listos para combatir la amenaza de los filisteos.
Am Israel Jai.
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