Confieso: en mis algo más de seis décadas como ciudadano israelí la vergüenza y la turbación por lo que hoy ocurre en mi país nunca antes me abrumaron como en estos días.
Una actitud que ya tuvo en mí alguna expresión el trágico siete de octubre último cuando ni el liderazgo político ni el contingente militar se movilizaron con el propósito de defender a kibutzim y poblados en el sur del país.
Cabe recordar que horas antes, dato que se conoce en estos días, jóvenes soldadas que servían en tareas de vigilancia e inteligencia notificaron a altos rangos militares la probabilidad de una invasión por parte del Hamás.
Lamentablemente, ni estos ni el rango político, empezando por Netanyahu, prestaron atención alguna a las advertencias.
El resultado: las jóvenes oficiales encargadas de vigilar por medios cibernéticos la frontera y alrededor de 1,500 israelíes conocieron la muerte.
Y algo más de 300 fueron secuestrados.
Desde entonces se ahondan las distancias entre dos conglomerados. De un lado, las amplias manifestaciones públicas que exigen negociar y merecer el retorno de los rehenes en garras del Hamás que se encuentran
en algún lugar de Gaza. Y del otro, la fría y distante actitud de la presente coalición gubernamental, y en particular el trío Bibi-Ben Gvir-Smotrich que hoy de hecho nos gobierna.
Escenario que no solo nos abruma y duele como ciudadanos. También alienta la protesta internacional, tanto política como pública, en contra de un gobierno que apenas revela gratitud a los empeños de múltiples personajes, empezando por el presidente Biden y su equipo, dirigidos a recuperar a los rehenes.
Las consecuencias: una ofensiva militar israelí en Gaza que de momento no acierta en devolver a los secuestrados al tiempo que conlleva destructivos resultados, desocupación obligada, generalizada hambruna y protestas internacionales.
Áspera situación que el presente gobierno pretende borrar alentando en estos días festividades masivas de Purim sin éxito alguno al tiempo que alienta los nexos con líderes y estratos políticos rivales del mandatario norteamericano.
De momento nuestra democracia ha logrado absorber y lidiar con estos golpes que afectan tanto al centenar de secuestrados y a las multitudes que piden su retorno como a las torpezas y desatinos de nuestro gobierno.
¿Hasta dónde? ¿Hasta cuándo? Interrogantes que como ciudadano israelí y criatura sensible hoy me angustian.
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