Las escenas de la manifestación por el Día de los Derechos de la Mujer en la Marienplatz de Múnich fueron vergonzosas. Banderas palestinas por todas partes. Banderas de Israel no eran bienvenidas. Grupos de izquierda y pro palestinos insultaron y empujaron a varias mujeres judías. Entre los participantes también se encontraba la Presidenta de la Comunidad Judía de Múnich, Charlotte Knobloch (sobreviviente del Holocausto).
Mismas escenas en París. Insultos, intentos de agresión, amenazas y lanzamiento de proyectiles, los colectivos pro Israel tuvieron que ser retirados de la manifestación parisina organizada con motivo del Día Internacional de los Derechos de la Mujer. “Escuchamos consignas como ‘judíos sucios’, ‘nazis’, ‘asesinos israelíes'”, dijo a Le Point Mélanie Pauli-Geysse, presidenta de No Silence.
Huevos, botellas rotas, balas de goma. “Fue entonces cuando la situación empeoró, solo pudimos caminar unos minutos antes de que la policía nos exfiltrara por nuestra seguridad”.
En L’Express, Sarah Barukh escribió: “Habían iraníes, afganos, israelíes, paquistaníes, yazidíes y otros, denunciamos la devastación del apartheid impuesto por el islamismo radical. Defendemos a las mujeres víctimas de tradiciones bárbaras como la escisión, en Francia y otros lugares”. Junto a ella, Mona Jafarian, quien huyó de Irán, y el padre Desbois, un sacerdote católico que regresa de Ucrania y relata su vida con mujeres yazidíes, su arresto en Irak y su condena a muerte en varios países designados como tierras del Islam porque “yo expresó palabras de simpatía hacia los judíos”.
Mientras tanto, el escritor argelino Kamel Daoud escribe que ningún medio ni organización feminista en Europa sigue los testimonios de los sobrevivientes de la familia de Abu Bakr al Baghdadi, el califa de Daesh. Su hija, sus esposas, sus esclavas sexuales son entrevistadas en la televisión saudita para hablar sobre el califa.
“Ninguna nueva publicación en periódicos o plataformas, ningún análisis, ningún eco”, escribe Daoud. “El neofeminismo occidental, desmoronado en particularismos, es indiferente a este escenario ‘musulmán’ donde desfila la condición de millones de mujeres, más allá de las pantallas digitales y de los efectos de las burbujas ideológicas”
Entonces debería organizarse inmediatamente una visita obligada a las jaulas de Hamás debajo de Gaza, donde Hamás mantiene como rehenes a mujeres israelíes. Y para los que no les apetezca, todavía queda la exposición en Londres, donde se recrearon las condiciones de encarcelamiento de los israelíes a partir de los testimonios de aquellos que fueron intercambiados en noviembre.
Existe una renuencia patológica en todo Occidente a creer que Hamás ha violado y mutilado a mujeres. “No sucedió” o “¿dónde está la prueba?”. La velocidad con la que estas personas pasaron de decir “crean a las mujeres” y #MeToo a “mostrar las fotos de violaciones o no sucedió” es alucinante.
La negación de la violación está tan extendida que algunas se han sentido obligadas a salir a las calles para crear conciencia sobre los crímenes sexuales de Hamás. Judíos británicos y sus (pocos) aliados se reunieron cerca de la sede de la BBC para decir “la violación no es resistencia”. Algunos vestían pantalones con manchas entre las piernas, en solidaridad con Naamá Levy, la mujer israelí de 19 años vista en ese mismo estado poco después del pogromo de Hamás.
Occidente pasó de “creer en las mujeres” a “creer en los terroristas”.
Nada parece interferir con el entusiasmo ideológico que estos viejos y perversos pavorreales derivan de una barbarie que confunden con rebelión en un nefasto matrimonio entre el autodesprecio occidental y la Yihad Islámica. Están dispuestos a todo con tal de salvar la más escuálida vanidad moral y poder seguir vendiéndonos su “bondad”. Pero es realmente malvado.
Publicado originalmente en una columna de Arutz Sheva
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