Irving Gatell/ Irán falló, e Israel le dicta cátedra

La administración Biden supuestamente aceptó que Israel comience su ofensiva en Rafah, a cambio de no lanzar un ataque masivo en territorio iraní. Una vez más, el gobierno israelí ha jugado sus cartas magistralmente, y la debacle iraní se vuelve cada vez más severa y profunda.

Para empezar a desenredar el tema, comencemos contestando algunas preguntas básicas.

¿Quién ordena y financia todas las acciones de Hezbolá, Al Assad, los hutíes y las milicias chiítas en Siria e Irak? Respuesta: Irán.

¿Cuál ha sido el objetivo de todos los ataques contra Israel que han lanzado Hezbolá, Al Assad, los hutíes y las milicias chiítas en Irak? Respuesta: frenar de algún modo la campaña militar israelí en Gaza, para evitar que Hamás sea destruido.

¿Cuáles fueron los objetivos de Irán al lanzar un ataque directo contra Israel el fin de semana pasado, disparando más de 300 drones y misiles de crucero y balísticos? Respuesta: además de causar un daño objetivo en instalaciones militares israelíes, dejarle en claro al gobierno de Netanyahu que hay líneas rojas que Israel no debe cruzar. Es decir, mandar un mensaje disuasivo.

Una vez aclarado esto, ahora volvamos al hecho de que el ataque iraní fue un rotundo fracaso. No sólo no logró causar ningún daño, sino que sirvió como escaparate para el lucimiento de los sistemas defensivos israelíes, y todo ello se tradujo en que Irán perdió toda capacidad de disuasión.

La prueba demoledora de esto es que Jordania participó activamente en el derribo de los drones iraníes, y Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos apoyaron descaradamente a Israel brindándole información sobre el ataque iraní, que previamente les había proporcionado el gobierno de los ayatolas.

Ya nadie en la región le tiene miedo al régimen de Teherán.

Peor aún: todo esto dejó a Israel con la ventaja de decidir libremente de qué modo va a responder al ataque iraní, algo que le pone los nervios de punta a los ayatolas, porque es bien sabido que Irán no tiene capacidades defensivas remotamente similares a las de Israel. Y es lógico: Irán todo el tiempo ha jugado sus cartas justo para evitar esto, el conflicto directo.

Todo el plan iraní, desplegado desde hace más de 35 años, se enfocó en crear las condiciones para que Israel fuese atacado desde muchos lugares, pero no desde Irán. Para eso eran Hezbolá y Hamas, por ejemplo. Para eso fue que Irán integró a Al Assad y a los hutíes a su proyecto expansionista.

Las cosas no salieron como estaban planeadas, Irán se vio forzado por la presión política a atacar directamente a Israel, y ahora está expuesto a una represalia de la que no va a salir bien parado. Rusia le regaló baterías anti-aéreas, pero todos saben lo terriblemente ineficaces que son. Los ucranianos se han encargado de demostrar que la tecnología rusa es muy limitada en estos casos.

Por supuesto, Israel ha tenido que lidiar con la presión internacional. Hay muchos países o muchos políticos interesados en que Israel no gane esta guerra, o en que los ayatolas sobrevivan. Algunos lo hacen porque son descarados antisemitas; otros, porque son profundamente ignorantes de lo que pasa en Medio Oriente. De cualquier modo, todos saben que Israel, en última instancia, no les va a pedir su opinión para seguir adelante con sus planes (así como no la pidió para eliminar a los militares iraníes de más algo rango bombardeando un anexo de la embajada de Irán en Damasco).

Lo interesante es que Israel sabe jugar sus cartas, y una vez más ha dictado cátedra de cómo regatear en el mercado de la diplomacia, gracias a un catastrófico error iraní.

Vamos a decirlo de este modo: hasta hace tres semanas, todo giraba en torno a la guerra de Israel contra Hamás en Gaza. El último bastión del grupo terrorista es Rafah, y el plan israelí siempre fue, desde un principio, atacar también esa ciudad para así terminar de aniquilar la estructura de Hamas.

Por antisemitas o por ignorantes, muchos políticos a nivel internacional se levantaron en contra de este objetivo, y comenzaron a presionar a Israel para que no lanzara el ataque a Rafah. Las cosas llegaron a una especie de punto muerto durante el Ramadán, ya que Israel aceptó no agudizar la guerra durante ese período para así evitar que los musulmanes más extremistas en todo el mundo tuvieran un pretexto para crear problemas.

De pronto, una hábil jugada israelí cambió todo este panorama. Al eliminar a los generales iraníes de más alto rango en Siria y Líbano, Israel forzó a los ayatolas a tomar una represalia y meterse en donde nunca habían querido meterse (la guerra directa). Dicha represalia fue correcta y perfectamente anulada, y ahora Israel tiene a su favor el derecho de dar su propia respuesta contra Irán, tan fuerte y destructiva como quiera.

Con ello, el asunto a negociar ya no es el posible ataque a Rafah, sino el posible ataque a Irán. Gracias a ello, ahora Israel ha conseguido la aprobación de Estados Unidos para atacar Rafah, a cambio de no realizar un ataque particularmente destructivo en Irán.

Fíjate lo que son las cosas: un ataque en Irán, en realidad, no habria cambiado mucho la situacion de la guerra. Habría sido más bien una venganza —en ese sentido, algo prescindible—, y lo mejor se habría limitado a que se habría reforzado la imagen de Irán como potencia humillada —que ya lo está—. En el terreno estratégico, especialmente en Gaza, las cosas no habrían cambiado en absolutamente nada.

Así que ahora Israel se ha comprometido a hacer algo que no habría afectado mucho la guerra como tal, y a cambio ha recibido luz verde para proceder con el ataque que sí necesita para terminar de destruir a Hamas. Ha sido algo así como entregar un billete del Turista Disneylandia a cambio de un fajo de billetes de cien dólares.

Y todo, porque Irán cayó en la trampa. Si los ayatolas se hubieran resignado a la pérdida de sus siete generales sin tomar represalias, exactamente igual que hicieron cuando Estados Unidos eliminó a Qassem Soleimani, Israel seguiría enfrentando la oposición internacional a su operativo en Rafah. El régimen de Teherán, en su afán de preservar su imagen —cosa que de todos modos no logró—, prácticamente ha firmado la sentencia de muerte de Hamas.

Ahora, Israel puede realizar un “ataque limitado” sobre territorio iraní, y va por Rafah sin que la comunidad internacional ponga objeciones.

Este es el otro nivel en el que también se tienen que ganar las guerras.

Israel lo sabe. Irán, no.


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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.