Como ex miembro de la Knéset, ciudadana judía de Israel y madre que se conmovió al verlo en Israel después de los acontecimientos del 7 de octubre y al escucharlo declarar que no es necesario ser judío para ser sionista, me gustaría compartir con usted, Sr. Presidente, mi convicción de que lleva consigo un profundo compromiso emocional y espiritual con el pueblo judío y el Estado de Israel.
Siento que, personalmente, usted comprende la rectitud del camino de mi pueblo, a pesar de que, por supuesto, no está exento de errores.
No obstante, señor Presidente, me gustaría compartir con usted mi profunda preocupación a la luz de su llamado a Israel para que no responda al reciente ataque iraní sin precedentes en nuestro suelo. Se trata, según sus palabras, de evitar que la situación desemboque en una guerra regional. Señor Presidente, ¡ya estamos en una guerra regional!, publicó The Jerusalem Post.
Occidente hace la vista gorda ante el terrorismo
Por alguna razón, Occidente decide seguir haciendo la vista gorda ante el terror cultivado por el régimen de los ayatolás. No puedo imaginar que la ideología y las ambiciones de este régimen permanezcan ocultas para usted, un líder que tiene las mejores capacidades de inteligencia a su disposición.
Se trata de un régimen que comenzó su ataque implacable, sistemático y meticulosamente planificado a los valores occidentales en 1979, inmediatamente después de la Revolución Islámica en Irán.
Es un régimen que enseña a decenas de miles de niñas chiítas en Siria e Irak a contraer “matrimonios de conveniencia” temporales, que se anulan poco después de su consumación.
Después de la anulación, los “frutos” de estos matrimonios temporales se cultivan como futuros soldados en las milicias chiítas en Irak y Siria. Los largos brazos de este terror toman la forma de los hutíes en Yemen; Hamás y la Jihad Islámica en la Franja de Gaza, Judea y Samaria y el Líbano; así como Hezbolá.
Irán patrocina el terrorismo en Sudán y muchos otros países del continente africano y alimenta silenciosamente “células terroristas” en Occidente, incluidos Europa, Canadá, Australia y, por supuesto, Estados Unidos. Todo esto, señor Presidente, va mucho más allá de una guerra regional.
A raíz de la demostración de terror del actual régimen iraní con más de 300 misiles apuntados y disparados contra ciudades israelíes, es difícil imaginar que su declaración de intenciones respecto de la destrucción del Estado de Israel esté vacía de contenido y que no hará todo lo que esté a su alcance para hacer realidad sus amenazas. Es decir, sobre todo si Irán sigue viendo, escuchando y sintiendo la vacilación de los países occidentales a la hora de detenerlo.
Su clara posición del lado de Israel –interceptar y detener este ataque sin precedentes– no pasó desapercibida para mí ni para mis conciudadanos. Me conmovió y me volvió a infundir la esperanza de que el bien prevalecerá.
También pudo producir una coalición internacional y regional impresionante y sin precedentes que incluso incluyó a países árabes cuyos intereses se alinean con la seguridad nacional del Estado de Israel.
Pero al mismo tiempo, se apresuró a advertir públicamente a Israel que no respondiera al horrendo acto de agresión de Irán.
La razón detrás de esta agresión es, sin duda, la percepción de nuestros enemigos de que la disuasión de Israel ya no es lo que era antes, una percepción que se ve reforzada por declaraciones que indican claramente que las manos de Israel están atadas nada menos que por nuestros mejores amigos en el ámbito internacional.
¿Se imagina, señor Presidente, que si Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania o cualquier otro país de Occidente fuera atacado de esta manera, se podría esperar que no respondiera? Cuando Estados Unidos fue atacado en 2001 por terroristas despreciables, ¿era concebible que no tomaría represalias?
De hecho, los peligros inherentes a cada paso deben sopesarse con sumo cuidado. Las posibles consecuencias de cada paso son fatídicas. Sin embargo, no responder, en sí mismo, es una elección con consecuencias de largo alcance.
Esta lucha que enfrentamos actualmente en varios frentes no la iniciamos ni la deseamos. Señor Presidente, usted ha sido testigo del dolor de mi pueblo, del trauma de las familias de aquellos entre nosotros que todavía están cautivos en Gaza y de la constante amenaza a nuestros civiles desde el este, el sur y el norte. Todo esto se remonta nada menos que al mismo régimen asesino y odioso.
El destino lo ha colocado, en este momento concreto, en una posición de poder y al mando. Actualmente usted tiene las riendas de la estabilidad de nuestra región y de la protección de los valores occidentales.
Por lo tanto, señor Presidente, creo que usted simplemente ya no tiene el privilegio de no ver la situación clara y que debe actuar con la conciencia tranquila.
La autora es investigadora en el Instituto Misgav para la Seguridad Nacional y Estrategia Sionista en Jerusalén, ex embajadora adjunta en Egipto y ex diputada.
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