¿Si tuviéramos el poder de acabar con el dolor, lo haríamos? Me gusta pensar que sí. Finalmente gran parte de los recursos humanos que tenemos los usamos para crear un mundo libre del dolor que vivimos en nuestro pasado. Si un familiar murió de cáncer luchamos para que haya mejores condiciones en los hospitales o medicinas más sofisticadas para controlar la enfermedad, si sufrimos hambre nos volvemos filantrópicos, si nos discriminan construimos equidad. ¡Qué gran mundo sería si pudiéramos simplemente acabar con el dolor! Sin embargo, la realidad es que no podemos, el dolor es parte de lo que nos rodea como humanos y parte de lo que somos. Lidiar con él es un camino que recorremos cada año de nuestra vida y un camino que recorremos a través de los siglos como humanidad. Creemos que al final de los tiempos no habrá dolor, pero en el transcurso necesitamos aprender a verlo. Finalmente, ¿qué sería matzá sin maror?
El poder de compartir
El séder de Pésaj es uno de los ritos más interesantes que existen en el mundo. Celebramos nuestra liberación, pero lo hacemos recordando no sólo la alegría de la misma sino también nuestra aflicción. La matzá es a la vez el pan de la esclavitud y el pan de la liberación.
“Éste es el pan de la aflicción que nuestros antepasados comieron en Egipto. Quien tenga hambre que venga y coma.” (Hagadá de Pésaj)
¿Cómo es posible que el mismo símbolo represente ambas? Y más aún, ¿por qué invitamos a nuestros huéspedes a comerlo? Si es el pan del dolor, ¿por qué querríamos compartirlo? Hay muchas respuestas a dicha pregunta. Rab. Sacks ZL da una hermosa: nos dice que el verdadero fin de la esclavitud llega cuando aprendemos a compartir.
Narra la historia de Primo Levi, quien al final de su libro Si esto es un hombre relata el momento en que los prisioneros heridos al quedarse solos en el campo de trabajo abandonado pudieron arreglar una ventana y compartir un pedazo de pan. Ese momento según lo describe Levi fue la primera vez que dejaron de ser “Haftlinge”, como eran llamados, para se nuevamente hombres.
“Sharing food is the first act through which slaves become free human beings. One who fears tomorrow does not offer his bread to others. But one who is willing to divide his food with a stranger has already shown himself capable of fellowship and faith, the two things from which hope is born. That is why we begin the Seder by inviting others to join us. That is how we turn affliction into freedom.”
(Sacks ZL)
“Compartir comida es el primer acto a través del cual los esclavos se convierten en seres humanos libres. Quien teme el mañana no ofrece su pan a los demás. Pero el que está dispuesto a compartir su comida con un extraño ha demostrado que es capaz de tener comunión y fe, las dos cosas de las que nace la esperanza. Por eso comenzamos el séder invitando a los demás a unirse a nosotros. Así es como transformamos la aflicción en libertad.”
(Sacks ZL)
El sacrificio de Pésaj
El elemento comunitario también se ve presente en el sacrificio mismo de Pésaj. La palabra “Pésaj” quiere decir “pasar” o “saltar”. Durante el Éxodo D-os “saltó” las casas de quienes pusieron sangre en el dintel, es decir de quienes participaron del sacrificio de Pésaj y de la cena donde fue consumido. Ambas acciones, el sacrificio y la cena, fueron realizadas de forma comunitaria. La sangre en la puerta era un escudo para todo el que estaba dentro de esa casa, no en si de los individuos, sino del grupo que en conjunto conformaban. Es un símbolo muy grande de unión y compañerismo, hecho y expresado de forma voluntaria.
Así mismo, el sacrificio era consumido con hierbas amargas y con matzá. El acto mismo de consumirlo fue el mayor acto de libertad que ha existido en el pueblo judío. El comer del mismo representa el dejar atrás para siempre la esclavitud.
Dejar el maror
La matzá también representa el servicio nuevo que el judío acaba de aceptar sobre sus hombros. La aceptación de funcionar en colectivo, el subyugar la voluntad individual a la voluntad divina y la responsabilidad tan grande que viene con la libertad. Por eso también es el pan de la aflicción y el pan de la libertad. El pan que comías cuando eras esclavo y el pan que comiste al ser liberado.
Al final en Pésaj probamos nuevamente de nuestro dolor para reconocer que lo hemos dejado atrás. Irónicamente el recordarlo y vivirlo nos hace nuevamente libres.
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