Enlace Judío México e Israel – Josué Bonnin de Góngora es un compositor y pianista judío español, amante de la Torá y creyente del derecho de Israel a defender su existencia.
Bonnin ha presentado su obra – publicada por Art of Sound Music (New Jersey) y la discográfica por Naxos– en Estados Unidos, Alemania, Italia o Inglaterra, entre otros lugares, con gran éxito de crítica y público.
Como compositor y pianista ha sido galardonado en múltiples ocasiones por el Ayuntamiento, la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Cultura.Cabe mencionar, entre otros, el Premio Nacional Cultura Viva –Revelación 2006– y el Premio Mundial a la Excelencia Artística 2019-2020.
Recientemente, Bonnin ha sido nombrado doctor Honoris Causa por la Academia Latinoamericana de Literatura Moderna por la fertilidad de su labor musical.
Ahora, prepara una hazaña musical: componer una pieza que reúna los 150 salmos de David cantados en hebreo.
Lo tiene ya todo en la cabeza. “La instrumentación, posiblemente, para unos será de una forma y para otros será de otra, pero algo que sí se puede anticipar es que el hilo conductor lírico va a ser el mismo en todos, que es notas largas, melodías muy bien definidas y con el texto muy clarísimamente pronunciado”.
Se trata de una obra monumental que entraña muchísimas complejidades y que es el resultado de años de devoción tanto por la música como por los textos hebreos. Para Bonnin, que abre la cámara de su computadora para que Enlace Judío converse con él en exclusiva, esta obra se trata de dar, de dedicarle algo a esa cultura de la que proviene y que lo hace sentir orgulloso.
“La idea viene de largo. Hace un mes me estrenaron un trío para viola, violín y violonchelo que tiene un canto al Divino Creador…” pero también de “otra obra que me han publicado, que es toda la obra del Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, para piano y recitado”.
Pero fue su amiga, la cantante española Victoria Cava, que terminó de sembrar la idea al proponerle hacer algunas piezas inspiradas en la música sefardí. “Y dije ‘vale, pues muy bien’, pero dándole otra vuelta dije ‘no, voy a hacer los salmos de David’ (….) y ya he compuesto los 25 primeros y empezaremos a grabar a partir de septiembre u octubre”.
Josué Bonnín de Góngora ve los salmos de David como poesía pero también como filosofía. “Cada uno puede vivir los salmos de forma íntima y personal porque la poesía, la grandeza que tiene, es que es tanto universal como individual. Pero el hilo conductor, sin duda alguna, es el mensaje del corazón”.
Confiesa que, cuando supo que haría música inspirada en el Tanaj, el ‘Cantar de los Cantares’ fue su primera opción a considerar. Sin embargo, “los salmos de David tienen una sabiduría, desde el punto de vista humanístico, quizás más amplia que el ‘Cantar de los Cantares’ (…). Y entonces a mí me interesaba también que tuviera ese cuerpo filosófico”.
El contexto
No parece casual que sea justo ahora, cuando la guerra entre Israel y Hamás ha encendido el antisemitismo como no ocurría desde hacía décadas, que Bonnin haya decidido escribir la música de los salmos de David.
“El 7 de octubre es un hito en la historia de Israel y en la historia de Oriente Medio. Aunque las aguas del río venían de antes, creo que esto ha sido un detonante para mostrar un homenaje a la epopeya del pueblo hebreo, del que afortunadamente formo parte”.
Confiesa haber visto videos grotescos de aquellos hechos de violencia. Su rostro se desfigura ligeramente cuando aquellas imágenes, grabadas para siempre en su cabeza, desfilan ante sus ojos al mencionar el tema. Pero de toda sombra puede brotar luz. “El dolor del corazón es la espoleta que hace que el arte gire, para bien y para mal, y entonces, la mejor forma de rendir este homenaje era dar salida al agua del río, que venía de antes, en forma de música”.
Bonnín ha sido consciente desde niño de su herencia sefardí. “Tengo uno de los 15 apellidos que el casi olvidado Baltasar Porcel, un magnífico escritor mallorquín, escribió en Los Chuetas mallorquines. Bonnin era, y sigue siendo al día de hoy, uno de los apellidos malditos”.
Portado por muchos criptojudíos en España, el apellido Bonnin se convirtió en objeto de persecución durante la Inquisición española. Ese hecho, recogido en el libro que el compositor cita, da pie ahora para que hable sobre su propia experiencia con el antisemitismo en España.
“Yo te puedo contar mi experiencia personal. Mi hermana Marisol me regaló, cuando era pequeño, una estrella de David (…) y yo siempre la llevaba puesta, por el significado. Y una vez tuve un problema muy serio en el metro (…) y me fue tan desagradable que tuve que quitarla”. En esa ocasión, Bonnin fue perseguido por un grupo de cabezas rapadas.
Y aunque no ha vuelto a sufrir ninguna agresión, admite que sí se ha llevado “alguna mala cara”, y que ha habido amigos que le han dejado de hablar por expresar su opinión respecto al conflicto israelí-palestino. “Es muy lamentable pero uno no puede dejar de pensar lo que piensa, aun a riesgo de estar equivocado —porque todo mundo tiene derecho a equivocarse—, pero es que, además, pienso que no estoy en un error”.
Opina que “el que quiere evitar una guerra humillándose, al final se lleva la humillación y se lleva la guerra. Entonces, lo que hay que hacer es, sencillamente, responder. La gente no tiene en cuenta que el Estado de Israel está en inferioridad con respecto a Medio Oriente. Está rodeado de enemigos”.
También sostiene que lo ocurrido el 7 de octubre no fue un acto terrorista sino una declaración de guerra, pues se trató de la acción de un grupo que está en el gobierno de un territorio y decide atacar al país vecino. “El asunto de la proporcionalidad o no, es un asunto al que hay que darle muchas vueltas, porque mucha gente confunde la proporcionalidad con la simetría“.
Israel, dice, ha actuado proporcionalmente aunque la relación de fuerzas que guarda con Hamás sea asimétrica. Las consecuencias no le son ajenas ni lo dejan indiferente:
“Todos lamentamos profundamente y con todo el corazón, la muerte de civiles y de niños y de mujeres y de hombres que son inocentes, Todos lo lamentamos enormemente, pero es que hay que decir una cosa (…), que es que el que está convirtiendo objetivos civiles en objetivos militares es Hamás, por usar escudos humanos. El primer responsable por la muerte de estos civiles es el propio Hamás”.
Un pueblo musical
La entrevista regresa al territorio que Bonnin domina y que prefiere: la música. “El pueblo hebreo es un pueblo musical y eso lo sabemos todos. La inclusión de los nikudot en las consonantes hebreas, en la sinagoga, en la Torá, es para que sea cantado. Y además es de una belleza indescriptible porque te eleva el alma”.
Es obvio el talante místico del compositor cuando habla tanto del judaísmo como del hebreo y de la música judía. Y más de una vez se referirá a las propiedades espirituales de la música que pretende hacer, de la que escucha y de la que distingue de esa otra música que forma parte del espectro del entretenimiento de masas.
“Para mí, un pensamiento bellísimo es que el pueblo de Israel es cualquier corazón que pueda albergar la palabra del Eterno”. Eso ubicaría la nacionalidad del pueblo judío en cualquier sitio del mundo. Luego, con los hechos de la Segunda Guerra Mundial, hubo que buscar una limitación geográfica para ese pueblo, opina.
Estudioso de la Torá y particularmente del Génesis, al que considera una maravilla (“Nada más del primer versículo se podrían escribir libros”), Bonnin asegura que la Biblia hebrea “es multidimensional. No se lee de una forma plana. Las palabras tienen una dimensión espiritual y una dimensión en el fondo de la palabra, que tienen muchas más palabras contenidas y que dan pistas de, la unión de todas, que se quiere decir realmente”.
Para expresar esa espiritualidad a través de la música, Bonnin piensa emplear “una cuidadísima instrumentación. Es decir, mi idea es una voz muy clara, que cante las sílabas muy claras, y una instrumentación por debajo que, sin ser acompañamiento, sí que sea un refuerzo de la voz”.
No es como escribir una canción alemana o italiana, dice. Hacer música sacra, porque al final eso es lo que está haciendo, requiere entender la música de otra manera, saber que sus piezas “deben intentar elevar el alma de quien lo escucha”. Es decir, “que no seas el mismo antes de escucharlo que después de escucharlo, que no te dejen en el mismo estado de consciencia”.
Para él, la música debe proveer paz espiritual, porque “sin paz interior no puede haber paz exterior”, y ambiciona que su obra toque al menos el corazón de un oyente. “Con que una persona, una, que escuche mi música viva un poco de piel para adentro, yo ya puedo estar tranquilo”.
Vivimos en un mundo, opina, que vive de piel para afuera, en una gran torre de Babel, y que “hay una confusión tremenda”. La música “de verdad”, es decir, no la “música industrial o de entretenimiento”, tiene el poder de cambiar a la gente. “El mundo sería muy diferente”, piensa, si la gente se abriera a la experiencia mística de la música.
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