Irving Gatell/ ¿Canaán, Israel, Judá, Judea? Cultura general: te lo explico fácil y rápido

¿Cuál es la diferencia entre decir Canaán o Israel, Judá o Judea? ¿Y en qué sentido es correcto usar el nombre Palestina? Todo tiene una razón de ser, y aquí te explico cuáles han sido las razones históricas para que ese lugar tan controversial cambiara tantas veces de nombre.

La franja costera que conecta lo que hoy son Turquía y Egipto es una zona que ha sido llamada de muchas maneras a lo largo de la historia. Es lógico: al ser la ruta de contacto entre dos de los más grandes imperios de la Edad del Bronce —el egipcio y el hitita— una gran cantidad de grupos humanos se establecieron allí, o pasaron por allí en condiciones de vida nómada o semi-nómada.

Los diferentes nombres que se le han dado al territorio nos ayudan a ubicarnos cronológicamente cuando abordamos algún asunto histórico, y por ello vale la pena conocer cómo funciona este asunto.

Si nos vamos a referir a la etapa más antigua (del año 1000 AEC hacia atrás), le llamamos Canaán. Hay que señalar que esto es bastante arbitrario, porque los habitantes de esa región nunca le llamaron así a todo el territorio. De hecho, nunca le llamaron de una sola manera, porque nunca fueron una sociedad homogénea.

Estamos hablando de una época en la que el territorio fue compartido por semitas, amorreos, hurritas, griegos e hititas, principalmente. Los semitas y los amorreos llegaron desde Mesopotamia; los hurritas, desde el Cáucaso; los griegos, desde el Mar Egeo; y los hititas, desde Anatolia.

Hubo una zona llamada Canaán, y sus habitantes se llamaban a sí mismos kena’ani (cananeos), pero estamos hablando específicamente de Fenicia y los fenicios. Fuera de ellos mismos, nadie usó el término “cananeo” para precisar su identidad.

En algunos documentos egipcios antiguos se llegó a mencionar toda esta región como Canaán, pero mucha atención con ello: eran extranjeros —egipcios— llamando Canaán a un lugar cuyos habitantes no le llamaban así. Que Canaán no era un nombre oficial se demuestra en que los propios egipcios también le llamaban Hurru al mismo territorio. ¿Por qué? Porque ahí vivían hurritas.

Nosotros le llamamos Canaán por mera practicidad, pero hay que entender que si esa gente antigua no le llamaba Canaán al lugar que habitaba, entonces ellos mismos —salvo los fenicios— no se identificaban a sí mismos como cananeos.

Esto sólo cambió hasta finales del siglo XI AEC, o alrededor del año 1000 AEC. ¿Qué sucedió en esa época? Que todo ese territorio por fin se organizó políticamente en dos zonas. En el norte se estableció la confederación de ciudades-estado fenicias.

Cada ciudad era independiente, pero mantenían una fuerte alianza entre varias de ellas (Tiro, Sidón, Biblos, Beritos —la actual Beirut—, Sarepta, Baalbek, entre otras), que giraba alrededor de sus actividades comerciales marítimas. En el sur se estableció la monarquí israelita, y esto es lo que nos interesa: eso a lo que por practicidad identificamos como Canaán del sur, pasó a llamarse Israel.

Fíjate qué interesante: fue la primera vez que sus propios habitantes le pusieron un nombre definido al territorio. ¿Y por qué Israel? Porque, evidentemente, el grupo mayoritario y predominante era el israelita, un grupo de origen semita y de antecedentes hebreos.

Ese nombre se mantuvo vigente durante casi un siglo, hasta que vino la división del reino. Israel se partió en dos: al norte, Samaria; al sur, Judá. Samaria tuvo un final trágico con la invasión asiria del año 722 AEC. Judá sobrevivió casi siglo y medio más, hasta que los babilonios también la conquistaron y destruyeron. Con ello, comenzó un paréntesis de medio siglo hasta que los persas tomaron el control de toda la región y permitieron que los judíos regresaran a su país para restaurarlo.

Aquí viene otra arbitrariedad: si hablamos del reino pre-exílico, le llamamos Judá; si hablamos de su etapa post-exílica, le llamamos Judea. ¿Por qué la diferencia?

Por culpa de los griegos que conquistaron la zona bajo el mando de Alejandro Magno en el año 332 AEC, e impusieron la hegemonía helenística, misma que se habría de extender hasta la derrota de los bizantinos en el año 638 EC. O sea, la nada despreciable cantidad de 970 años, casi un milenio completo.

En el antiguo hebreo, el reino de Judá se llamaba Yehud, y en la etapa persa —después del exilio— el lugar se siguió llamando Yehud. El detalle es que la adaptación de la palabra al griego es Ioudaia, y de ahí se derivó el latín Iudaea. Y por eso nosotros nos acostumbramos a llamarle Judea.

En otras palabras, no hay ningún hecho histórico objetivo y de por medio para que en una etapa se le llame Judá, y en otra se le llame Judea. Sin embargo, nos funciona para diferenciar las épocas. Así, cuando queremos hablar de la era pre-exílica, nos referimos a Judá y los judaítas, y cuando nos remitimos a la era post-exílica, nos referimos a Judea y los judíos.

Esta situación se mantuvo así hasta el año 135 EC, cuando el emperador Adriano cambió el nombre de la zona por Palestina. Esto, como bien se sabe, fue una medida de castigo contra los judíos que se habían rebelado contra Roma bajo el liderazgo de Bar Kojba. Por eso se tomó el nombre de los antiguos enemigos del ancestral reino de Israel: los filisteos (Palestina no es sino la latinización de Peleset, forma hebrea antigua para referirnos a Filistea).

Esto incluyó a Galilea y Samaria. Estos dos territorios habían quedado fuera del control israelita desde la invasión asiria en 722 AEC, pero fueron recuperados por los reyes hasmoneos hacia el año 100 AEC. Por ello, cuando Adriano le cambió el nombre al territorio, nominalmente Galilea y Samaria desaparecieron junto con Judea.

A efectos administrativos, se constituyeron las áreas de Palestina I, II y III, que se mantuvieron así hasta que los árabes conquistaron la región. De cualquier modo, ningún califato le cambió el nombre. Sólo lo arabizó a Filastín. Palestina, en español.

Entre los años 1099 y 1187, la región se llamó Reino Cruzado de Jerusalén debido a que, evidentemente, los cruzados cristianos lo conquistaron. La presencia cruzada en la zona se mantuvo hasta 1244, pero desde las derrotas ante Saladino (justo en 1187), perdieron el control de Jerusalén y el Reino Cruzado se limitó a la zona de Acre y sus alrededores, en la costa.

Tras la restauración del dominio ayubí en la zona, el territorio volvió a ser llamado Palestina, y esto se mantuvo así hasta 1922, cuando —ya bajo dominio inglés, tras cuatro siglos de dominio otomano— se le hizo un ajuste algo barroco por parte de la Sociedad de las Naciones, y pasó a llamarse Mandato Británico de Palestina.

Como bien se sabe, así se mantuvo hasta el 14 de mayo de 1948, cuando se fundó el moderno Estado de Israel con base a la resolución 181 de la ONU, aprobada por la Asamblea General el 29 de noviembre de 1947.

Ahora ya sabes cómo está el asunto. Que no te engañen. Que no te cuenten que ese lugar se llamaba Canaán y no Israel, porque en realidad lo que hoy es Israel nunca se llamó Canaán y, en todo caso, le llamamos Canaán cuando nos referimos a todo lo ocurrido antes del año 1000 AEC. Desde el 1000 hasta el 925 (poco más, poco menos) se le llama Israel; a partir del 925 AEC a la zona norte se le llama Samaria, pero sólo hasta el 722 AEC; a la zona sur se le llama Judá, hasta el año 587 AEC.

Luego vienen los poco más de 50 años de dominio babilónico y exilio, y desde el 539 AEC hasta el 135 EC le llamamos Judea. Sólo a partir de ese punto se le llama Palestina, y esto dura hasta el 1099 cuando pasa a ser el Reino Cruzado de Jerusalén. Desde 1187 otra vez se le llama Palestina, desde 1922 se le llama Mandato Británico de Palestina, y desde 1948 se llama otra vez Israel.

Son datos, no opiniones.

Recuerda: todos tienen derecho a tener sus propias opiniones, pero no sus propios datos. La historia es como es, y nos entendemos mejor si la conocemos bien.


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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.