Juntos venceremos
sábado 21 de diciembre de 2024

“La alarma sonará por mí, que casi muero, y por mi amigo converso que luchó y murió por Israel”. El Yom Hazicarón de un soldado solitario

“Defiendo no solo a 9 millones de personas en Israel, sino a un pueblo entero”

Nació en Argentina y no piensa regresar. Ahora pelea por Israel y por los judíos. Tan pronto como el 7 de octubre ya lo habían herido. Dos meses después volvió al campo de batalla. Lo que ha visto en esta guerra se quedará con él para siempre. Así nos lo contó, en exclusiva. 

 

Esa imagen estará en la cabeza de Lucas para siempre. Lo sabe. Lo lamenta. Al mismo tiempo, entiende que es el precio que debe de pagar por el honor de proteger a un país y a un pueblo. Esa y otras imágenes. Ese y otros recuerdos acuñados sobre todo desde el 7 de octubre. Para él, la guerra comenzó ese mismo día. Ese mismo día vio el horror inimaginable y también estuvo a punto de morir.

Casi todo le pasó a Lucas el 7 de octubre de 2023

Había llegado a Israel en marzo del año anterior y de inmediato se enroló en el ejército. Atrás había dejado Argentina junto con toda su familia, sus amigos, sus redes de apoyo. Estaba decidido a convertirse en un jayal boded, un soldado solitario a quien nadie espera en casa cuando regresa de una operación terrestre. Nadie le tiene preparada una comida caliente y él mismo tiene que lavar su ropa mientras intenta reponerse del extenuante esfuerzo, del estrés y del terror de la guerra.

Un caso incluso más extremo es el de su amigo, el joven estadounidense que primero se convirtió al judaísmo y luego hizo aliyá y se enlistó en las FDI. Juntos, recuerda Lucas, hicieron el entrenamiento básico. Juntos vivieron el honor de ser soldados de Israel. Juntos combatieron en Gaza. Los separó un cohete lanzado por un terrorista de Hamás, en diciembre de 2023. Su amigo fue el primero en absorber las esquirlas. Murió ahí mismo. Eran como hermanos, confiesa.

Lucas pertenece al cuerpo de Ingeniería de Combate, donde además tiene el rol de paramédico. El 7 de octubre, cuando fue llamado a la acción, estuvo entre los primeros soldados en repeler la agresión de Hamás. Fue así que entró en una casa a limpiarla de terroristas, en un kibutz del sur de Israel. Adentro no había enemigos.

Lo que vio ahí permanecerá en su mente el resto de su vida. Lo sabe. Lo lamenta.

Mientras era transportado hacia el sur por la carretera, aquel 7 de octubre, Lucas vio con asombro los caminos desolados. Luego, el humo. Al final, los autos incendiados, reducidos a hierro negro y retorcido. Los cuerpos adentro. Otros más, tirados por el camino como despojos humanos. ¿Qué está pasando?, se preguntó. Poco tiempo más tarde comenzó a pelear contra los invasores.

Desde entonces, hace 7 meses, Lucas está en guerra

Ahora mismo entra y sale de Gaza, donde ha terminado de ver lo que le faltaba.

Pero no es del todo verdad que Lucas lleve siete meses en guerra porque, ese mismo 7 de octubre por la noche, en un enfrentamiento en el que su equipo eliminó a multitud de terroristas, uno le disparó por la espalda. El médico le dijo más tarde que si la bala hubiera entrado un par de centímetros más allá, él hubiera terminado en silla de ruedas o muerto. “Dicen que volví a nacer ese día”.

Mientras la guerra continuaba sin él, Lucas pasó dos meses recuperándose de sus heridas, y aunque todavía le duele caminar, y no sabe a ciencia cierta si algún día podrá dejar atrás todas las molestias causadas por la esquirla que tiene alojada en la espalda, el joven soldado se reincorporó a combate tan pronto como pudo. Quizás lo impulsaba el recuerdo de lo que vio aquel 7 de octubre en el kibutz del sur de Israel.

Lucas piensa que no hay una palabra más precisa para describir lo que sus ojos han visto que “horrores”. Aquello de lo que es capaz el ser humano.

Es fuerte, el chico. Tiene carácter. No le tiembla la voz, no se le quiebra cuando describe dichos horrores, ni cuando recuerda a su amigo caído, ni cuando reproduce lo que ha vivido en Gaza, combatiendo contra gente vestida de civil que luego Hamás retrata y exhibe como si lo fuera. El mundo siempre se traga las patrañas.

Lucas lo sabe y lo lamenta. Es una de esas “cosas malas” que tiene el ejército. “Tiene sus momentos difíciles, como todas las cosas en la vida. Pero para mí es un orgullo. Un orgullo poder servirle a mi casa, a mi país. Saber que defiendo no solo a 9 millones de personas en Israel, sino a todo un pueblo entero. Es una responsabilidad muy grande, pero también un orgullo.

“Tuve tantas experiencias buenas como malas. Tuve toda la experiencia de 7 de octubre y después también un tiempo el post 7 de octubre; tuve mucha gente que se quiso acercar y ahí saqué muchas experiencias buenas. Fui a hacerle asado a los jayalim mientras estaba lastimado. Y bueno, después en Gaza también tuvimos nuestras experiencias”.

La muerte de su amigo, por ejemplo, pero no solo eso. La guerra es una colección de momentos horrendos. Lo que el joven argentino israelí vive como un honor es también una condena. El sonido de aquel cohete. El interminable galope de la metralla. Lucas colecciona horrores pero, entre todos ellos, hay uno que no va a olvidar, y ocurrió dentro de una casa, en un kibutz del sur de Israel.

“Es difícil (combatir en Gaza) porque no sabes cuándo, cuánto vas a dormir. No sabes qué vas comer también. La comida también es un reto porque es comer todos los días lo mismo. Y después también son 30 días incomunicados con el mundo exterior. Nosotros entramos sin celular a Gaza (…).

También el tema del baño, que el baño es inexistente. Si necesitas hacer esas necesidades tienes que salir, encontrarte un lugar dentro de todo seguro y hacer lo que tengas que hacer. Pero nada. Eso creo que es lo más difícil, fuera de la constante situación de alarma en la que nos encontramos”.

Yom Hazikarón

Los siete meses de guerra han cambiado para Lucas casi todo. Al reto que ya implicaba la vida en un Israel completamente distinto, en un idioma diferente, lejos de su familia y enrolado en el ejército, se le sumó la memoria del horror. Yom Hazikarón, el día que Israel le rinde tributo a sus caídos, es ahora un día personal para él. “Tuvimos muchas pérdidas de amigos, seres queridos”.

La última vez que el país se puso de pie al sonido de las alarmas, Lucas entendió que ahora esas alarmas sonaban para él, que casi muere, y para sus amigos que perdieron la vida. “Los vamos a recordar y es emotivo pero al mismo tiempo nos sirve de recordatorio de por qué estamos acá, por qué tenemos que seguir”.

En Argentina, la familia que Lucas dejó atrás lo apoya, está orgullosa de él. “Es difícil para ellos también. Pero al mismo tiempo saben que hago lo correcto, que estoy en el lugar que quiero estar. Y también sé que es muy difícil para ellos, pero me apoyan”.

¿Regresar? “Nunca. La verdad es que son muchos desafíos que hay acá, pero la verdad es que las cosas que aprendí en estos últimos años no las hubiese aprendido en ninguna otra parte. Y siempre se me pasa por la cabeza ‘¿qué hago acá?’, pero nunca se me ocurrió volver.

“Y creo que como mucho combatiente llevamos la defensa y hacemos la seguridad en nuestra casa. Eso es lo que estoy haciendo, defendiendo mi pueblo. Como una persona que vivió fuera de Israel por mucho tiempo, yo sé qué tan importante es Israel para los judíos y para el mundo en sí, y justamente por eso estoy peleando por el país y por eso voy a seguir peleando las veces que sea necesario”.

La imagen que nunca olvidará

La vida de Lucas cambió para siempre el 7 de octubre, no solo porque más tarde, esa misma noche, un combatiente de Hamás le disparó por la espalda y estuvo a nada de matarlo, sino porque unas horas antes, cuando entró a liberar un kibutz de los terroristas, vio lo que hubiera preferido no ver nunca.

No había terroristas dentro de esa casa. Las tres figuras humanas que se encontró yacían inanimadas en el suelo, mudas, acalladas para siempre. El padre tenía el rostro ensangrentado y lleno de hematomas. A la madre también la habían golpeado y estaba manchada de sangre en la zona pélvica. Estaban maniatados. Frente a ellos, Lucas vio el cuerpo del niño. Ocho años, máximo. Golpes por todas partes. Un disparo sordo en la cabeza.

“La verdad es que en ese momento creo que no comprendí lo que estaba pasando. No lo asimilaba. Es una imagen muy, muy difícil de ver. Una familia que de repente ya no está más”.

Hay imágenes que permanecen. Lucas lo sabe. Lo lamenta.

 

Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío

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