El presidente de Israel, Yitzhak Herzog dedicó las siguientes palabras a los asistentes a la ceremonia oficial en honor a las víctimas del terrorismo que tuvo lugar en el Monte Herzl en Jerusalén, informó Arutz Sheva.
“Nos reunimos hoy con nuestros corazones abrumados, marcados y conmocionados. Nos reunimos en un momento en el que todavía estamos lejos de asimilar, comprender, expresar el peso del dolor que llevamos desde el 7 de octubre”.
“El aire del Monte Herzl en el mes de mayo no se parece al aire de ningún otro lugar del mundo. Es denso, pesado, cargado, compuesto de una mezcla precisa de olores de árboles de hoja perenne, lágrimas, cenizas y flores. Es una imposible mezcla de muerte y vida, de dolor y amor, de anhelo e inmenso dolor, aunada al orgullo de lo que hemos construido. Ustedes, los hijos e hijas de las familias que sacrificaron a sus seres queridos, en los actos implacables de terrorismo que nos ha perseguido desde los albores de nuestro Estado, llevan este aire en sus corazones todo el año, cada día, cada minuto. Y cada año, en este día sagrado, nosotros también nos reunimos y estamos aquí con ustedes para respirar el aire del Monte Herzl juntos. Nuestros hombros se inclinan bajo el peso de un profundo dolor; y, sin embargo, al mismo tiempo, nos mantenemos erguidos con el privilegio de ser parte de un pueblo así con tales hijos e hijas”.
“Este año, en el ataque terrorista más atroz desde nuestro establecimiento en nuestra tierra, familias enteras nos fueron arrebatadas cruelmente. Cientos de niños, niños y niñas, ancianos, madres y padres, adolescentes, hermosos y amables, llenos de vida, creencias, ideas, estilos de vida y diversas visiones del mundo. Y como dije anoche en el Kotel, en el espíritu de la oración (de las Fiestas Mayores) ‘Unetane Tokef’, que recitamos días antes de esa terrible tragedia de Simjat Torá, elevamos la memoria de nuestros amados caídos que fueron asesinados y degollados: algunos en las puertas de sus casas, algunos en sus escuelas, algunos en el calor de sus camas, algunos en las calles de la ciudad, algunos en la parada del autobús y algunos en la comisaría, algunos en autos y otros en vehículos blindados, algunos en las avenidas del kibutz, otros en un festival de música, algunos en el centro comercial y otros en el campo, algunos por el fuego y la asfixia, algunos en misiles y cohetes asesinos, algunos en túneles y otros escondidos”.
“Con nosotros están hoy aquí representantes de familias que han perdido a sus seres queridos en diversos actos de terrorismo y hostilidad. El 7 de octubre, en la celebración de Nova, perdimos cientos de hombres y mujeres jóvenes en un terrible suceso, que simboliza el abismo entre el amor de la vida, el odio y la monstruosidad. Tantos rostros cruel y dolorosamente, arrebatados de nosotros, nuestros hijos e hijas, nuestros hermanos y hermanas, todos amados”.
“El ataque del 7 de octubre fue un asalto a nuestros derechos y soberanía en nuestra patria, en nuestro único Estado, Israel. Como en cada generación, los adversarios se levantan para aniquilarnos, y en este momento sagrado, vinimos juntos, generaciones de familias afligidas, generaciones de sobrevivientes, de todas las facetas de la sociedad israelí, que han perdido a sus seres queridos en ataques terroristas asesinos, en la lucha actual, que desgarra el corazón, por nuestra existencia soberana aquí, en la preciada tierra de nuestros antepasados”.
“De un solo aliento, en este Día de los Caídos, lloramos a las víctimas del 7 de octubre y el conflicto que siguió en el sur, en el norte, en Judea y Samaria, en Jerusalén y en todo el país; así como a todas las víctimas de actos hostiles, desde el comienzo del regreso de los judíos a la Tierra de Israel hasta nuestros días. Entrelazamos dolor con dolor, lágrimas con lágrimas”.
“El mes pasado, recibí en la Residencia del Presidente en Jerusalén a los sobrevivientes del terrible ataque en Kiryat Shmoná hace cincuenta años, en el que terroristas del Líbano se infiltraron en la ciudad y asesinaron a once israelíes en sus hogares. Me conmovió conocer a Iris Shtirit. Iris tenía solo nueve años cuando los terroristas entraron en su casa. Su padre, Yosef, estaba en el trabajo y ella se escondió en un armario durante horas con dos de sus hermanos, siendo testigo de cómo los perpetradores asesinaron a su madre y a tres de sus hermanos. Sus palabras me tocaron profundamente el corazón al hablar de su inmenso trauma cuando era una niña de nueve años; del tiempo, que a veces intensifica el dolor de sus últimos recuerdos de su madre y su hermana, de quienes se separó mientras eran arrastradas ante sus ojos y de su hermano menor, que huyó del armario donde se escondían y fue asesinado a tiros”.
“Iris habló y pensé en lo que los niños que obligados a presenciar y soportar durante la masacre del 7 de octubre: las horribles historias de Nir Oz, Be’eri y Kfar Aza; de Netiv Ha’Asara, Sderot, Ofakim y Netivot; y de las otras comunidades en el Néguev Occidental pensé con tristeza y me dije a mí mismo: ‘Querido Dios, como entonces, ahora'”.
“Pero Iris continuó con intensidad: ‘Yo era solo una niña de nueve años entonces, pero entendí que si no asumía el papel de adulto responsable, perdería a mi padre, Dios no lo quiera. Luché por él y por nosotros… Nos levantamos de las profundidades del luto y elegimos la vida. Elegimos la esperanza y el camino que mostraría a nuestros enemigos sanguinarios, que no nos quebrarían, que no nos derrotarían’. E Iris añadió: ‘Porque el Pueblo Eterno no teme, aunque el camino sea largo, difícil y doloroso, venceremos, como lo hemos hecho hasta hoy. Las conmovedoras palabras de Iris resuenan profundamente. Es el espíritu israelí que pasa de generación en generación, y es este espíritu el que triunfará sobre cualquier persona o cosa, esta vez también. Conocemos muy bien la amargura de la sangre, el fuego y el humo. Pero estoy seguro de que juntos, y solo juntos, reconstruiremos de nuevo”.
“Queridas familias. Nadie puede estar en su lugar. Nadie puede comprender verdaderamente la magnitud del vacío que se ha abierto en sus vidas. Rezo, todos los días, para que seamos dignos como individuos y como sociedad de su inmenso sacrificio. Nuestro papel, el papel de todo el pueblo de Israel, es apoyarlos. Esto, por supuesto, también se aplica a la profunda obligación moral hacia los sobrevivientes de actos de hostilidad y terrorismo, y hacia todos aquellos afectados física y mentalmente por ellos, necesitados de apoyo, asistencia, acompañamiento, recursos, conocimientos y cuidados de todos nosotros para intentar recuperarnos y volver a la vida”.
“Esta recuperación, necesaria para todos nosotros, como nación y como país, no se trata solo de mirar hacia el futuro y nuestra construcción, sino también de reparar el presente. Y nuestro presente no será completo, y nuestra herida no sanará, hasta que todos los rehenes regresen: nuestros amados hermanos y hermanas, que sufren y en cautiverio. Nos corresponde a nosotros traerlos a todos de regreso a casa: ciudadanos y soldados, aquellos que aún viven y aquellos con quienes estamos comprometidos a traer a descansar en Israel Su regreso es un paso necesario en los procesos de reparación y crecimiento para todos nosotros, para todos los ciudadanos de Israel, que llevamos a los rehenes en nuestros corazones, dondequiera que vayamos”.
“Que las almas de las víctimas de los ataques de nuestros enemigos queden unidas por el vínculo de la vida para siempre. Y en su memoria, y en su honor, agregaremos vida aquí, en esta buena tierra”.
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