Miriam Peretz, ganadora del Premio Israel, quien perdió a dos hijos en operaciones de las FDI, Uriel y Eliraz, ofreció una entrevista a Arutz Sheva con motivo de Yom Hazikarón.
“En Simjat Torá, estaba aquí en Jerusalén con mi hijo Elyasaf, que vive frente a una estación de bomberos. Cuando escuché las alarmas pensé que era algo de la estación, y luego vi que Elyasaf había regresado a casa de la sinagoga. Salió vestido de blanco con el talit y regresó a casa rápidamente. Lo veo tomar su teléfono y gritar: ‘¡Es fiesta!”. Me dice: ‘Mamá, hay un problema en el sur y tengo que irme’. Y no entiendo qué significa eso de ‘tengo que irme’, ¿a dónde? Y a los dos minutos se pone el uniforme y se ata las botas”.
“Tomo su bolso y le digo: ‘No vas, ya pagué el precio. No puedo volver a sentir el golpe en la puerta. No puedo. No me conviertas en una héroe’. Y entonces me respondió: ‘Mamá, no podrás vivir aquí, ni mis hijos ni mis hermanos, si no voy’. Cuando lo escuché entendí que esto es algo fuera de lo común y cambié mi forma de pensar, no quería dejarlo ir sintiendo que él no tenía apoyo, que se lo estaba impidiendo y que él solo pensaría en mí. Eliraz siempre me decía: ‘Quiero que me perdones porque cuando esté en la batalla, no pensaré en ti’. Me enojé con él y me explicó: ‘Estamos sirviendo al pueblo de Israel‘. Me dije a mí mismo que mi hijo Elyasaf necesitaba ir con la bendición de su madre. Salí con él a la calle y oré, en mi corazón, para que Dios lo proteja a él y a todos nosotros. Después de eso, no lo vi durante casi medio año. No sabía que su hermano Avijai, que estaba en Tel Aviv, también se había ido. Sentí de nuevo el dolor y el miedo de ese golpe en la puerta”.
Unas horas más tarde, Miriam se enteró que perdió amigos en la masacre y que el pueblo de Israel perdió a muchos. “El sábado por la noche recibí un mensaje de que mi querido amigo Ofir Libstein, el presidente del Consejo Regional Sha’ar Hanéguev, había caído. El martes o miércoles, visité a las familias. Nadie vino ni llamó. Me senté y escuché en la radio los nombres de los caídos y dónde vivía cada uno. Tengo una lista de los caídos y dónde vivían. No sabía sus direcciones exactas ni cuándo terminó la shivá (período de luto). Llamé a amigos y todos los días había alguien que me llevaba a lugares donde nunca había estado y así visité a 60 familias en duelo. En ese momento, el Ministro de Defensa me contactó y me pidió que fuera a visitar a los padres de los chicos que fueron asesinados en el festival de música. Me dieron un auto con un chofer del ejército y desde ese día íbamos a las casas desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche todos los días”.
Señaló que el vínculo personal con las familias es muy importante, especialmente cuando hay tantos muertos. “Gracias a Dios, es posible prestar atención a cada familia, y cada familia necesita algo diferente. Por lo general, con familias religiosas, me sentaba con ellos, me entregaban un micrófono y me pedían que hablara con todos, no solo con ellos. La familia quería apoyar a todos. Entendían que todos buscamos consuelo, también aquellos que vinieron a consolarlos”.
“Vi una nación entera, ni izquierda ni derecha, sino una nación entera que vino a las familias, gente que vino de todos los rincones del país para consolarla. Y me di cuenta que esta guerra es diferente. En todas las otras guerras, tuvimos una historia de heroísmo. Aquí, cada hogar es una historia de heroísmo, cada familia es una historia de heroísmo. Escuché sobre su amor por Israel. ¿Qué escribieron estos jóvenes en Gaza? ‘Lo hice porque creo en esta tierra y creo en este pueblo, y porque creo en la nación'”.
El nieto de Miriam, hijo de Eliraz Z”L se alistó recientemente en las FDI. “Or-Hadash Uriel tenía seis años cuando su padre cayó. Se alistó en la Brigada Golani. Estoy muy contenta. Le dije: ‘Or-Hadash, hay muchas cosas que puedes hacer en las FDI‘. Pero cuando creces en el entorno de Golani, ¿el niño no irá allí? El dolor de este año, de las jóvenes viudas, de los bebés que no conocerán a sus padres, de los niños que crecerán huérfanos, de los abuelos que sobrevivieron a Auschwitz y perdieron a sus nietos, nos explican que debemos ser buenos y merecedores de estos niños. Debemos hacer todo lo posible para que crezcan en un mundo mejor y en un país digno de sus hermanos, hermanas y padres caídos”.
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