Enlace Judío México e Israel – De visita en México, Darío Teitelbaum conversó con nosotros, en exclusiva, sobre la situación política de su país, el futuro inmediato del conflicto en Gaza y la urgencia de que se convoque a nuevas elecciones para un cambio de gobierno.
El kibutz de Gvulot se encuentra a solo 7 kilómetros de la franja de Gaza, en la segunda línea desde la frontera con Gaza. Aún así, sufren la ausencia de 8 rehenes, dos de ellos abatidos en el curso de los combates.
Después de los ataques del 7 de octubre, la pequeña comunidad agrícola se llenó de invitados extraordinarios: poco más de 600 soldados de las FDI renovaron la vida en el kibutz.
Uno de los pioneros de Gvulot es Darío Teitelbaum, activista argentino, presidente de la Unión Mundial de Meretz, pacifista de izquierda que durante años soñó con la paz entre los suyos y aquellos otros que vivían más allá de la frontera, y que ahora ha visto cómo sus ideas tropiezan con una realidad que apenas comienza a ser visible conforme el polvo desatado por la guerra se asienta sobre el desierto.
“Dentro de toda esta malaria, quiero decir que, de cierta manera, la pasamos bien gracias a la resiliencia comunitaria”, dice Teitelbaum en un tono apacible, sentado en un sillón en la Ciudad de México, donde se encuentra de visita para hablar de la situación que vive la región de Eshkol, hermanada con Huixquilucan, Estado de México, ocho meses después del ataque de Hamás.
Unas 17,000 personas vivían en aquella región del Negev, en pequeñas ciudades o en kibutzim que, como el de Teitelbaum, fueron evacuados tras el ataque de Hamás. En el suyo quedaron apenas 60 o 70 personas para recibir a los soldados.
Darío y su familia “nos quedamos en Gvulot y nos transformamos de cierta manera en el kibutz chiquitito al cual yo llegué en el 80”.
Ahora, el futuro de la región es incierto, pero la hermandad tendida con México y, concretamente, con la comunidad judía de este país se mantiene intacta. “Hace menos de un mes estuvo una delegación de Keren Hayesod para inaugurar un centro de recreación, artes y danzas, que evidentemente es blindado contra misiles. Esto da un plus, un valor agregado a la zona, que la zona no se podría permitir”, celebra Teitelbaum.
El 7 de octubre
El 7 de octubre, a Teitelbaum lo despertó la “cortina de misiles” que lazó Hamás desde el sur como preludio a lo que él califica como “una invasión de carácter genocida”, más que un simple acto terrorista. “Aquí hubo la intención de borrar poblaciones por los sistemas, primero que nada, más antiguos, segundo, más brutales con el tema de la vejación de mujeres y hombres, con la forma en que asesinaron seres humanos, personas atadas con alambres y quemadas vivas…
“Es terrible. Y lo más terrible, quizá, es que yo creo que la humanidad no estaba lista para un atentado de esta clase, con este nivel de violencia, a pesar que lo vimos en Siria, lo vimos en Afganistán y en otros lugares”. De algunos de los kiburtzim de la región se llevaron o asesinaron a un cuarto de la población. Decenas de habitantes siguen cautivos.
Muchas de esas comunidades fueron fundadas por migrantes que llegaron tras la declaración de independencia, con el sueño de formar un país socialista para los judíos en su tierra originaria. Sionismo en su estado más puro. Comunidades ejemplares de trabajo compartido y vocación pacifista. Y entre esos migrantes había muchos latinoamericanos. Todavía hoy, más de ocho meses después de que Hamás se los llevara, ocho latinos permanecen secuestrados.
Sobre si los habitantes de esa región pueden considerarse de izquierda, Teitelbaum, histórico militante de izquierda él mismo, dice tener sus dudas. Lo que si reitera es la vocación pacifista de esas comunidades, adaptadas a pagar el precio de vivir tan cerca de la zona de conflicto, pero tan proclives a soñar con una paz duradera entre ellos y sus vecinos. Un sueño que ahora ha sido quebrado por la realidad más cruenta.
Los obstáculos para un acuerdo
Primero que nada Hamás, dice Teitelbaum cuando se le pregunta qué impide que las partes enfrentadas hayan alcanzado un acuerdo de paz. La organización cuenta con ases bajo la manga o, en este caso, bajo las ciudades, en túneles, y son los rehenes israelíes. El activista se dice convencido de que Israel habría actuado de otra forma si Hamás no contara con ese recurso estratégico.
No piensa que un acuerdo de paz sea posible en el corto plazo, a menos que este se imponga desde afuera. “El mundo no quiere aceptar que esta situación continúe. Es decir, el mundo vibra con esto, a veces menos, a veces más. Lamentablemente la escala se fue tornando más pro-Hamás“.
Teitelbaum admite que, aunque todavía no sabe de qué forma, sus propias convicciones han cambiado tras el 7 de octubre. Sin embargo, sigue diciendo: “yo no tengo nada en contra del pro-palestino”. Dice que dentro suyo hay un debate profundo, pero “no me arrepiento de las posturas que tuve previo al 7 de octubre”, aclara. “Es cierto que en la Franja de Gaza pasa una tragedia, y cuando pasa una tragedia no importa quién empezó la tragedia”.
Teitelbaum opina que Israel vive “una constelación política muy complicada”, con un Estados Unidos que, si bien sigue siendo un apoyo importante, se muestra más crítico, y con una Unión Europea que presiona conforme las cifras de muertos en Gaza aumentan. “Es muy importante que Israel logre mantener lazos fuertes, reales con las potencias, con la Europa”.
Invita a pensar en el día después, en el mañana que seguirá a la guerra o, al menos, a la guerra intensa que se vive actualmente. Será un mañana, dice Teitelbaum, en el que Hamás habrá dejado de gobernar pero no de existir, porque siempre habrá terrorismo, un terrorismo impulsado por el odio racial, étnico, religioso, sí, pero también porque “les ocupamos la tierra”.
Cuatro pueblos palestinos
Teitelbaum distingue tres o cuatro pueblos palestinos. El de la Diáspora, el de Cisjordania que, dice “tiene algo para perder”, el de la Franja que “no tiene nada para perder” y, finalmente, el que forman los árabes israelíes y que, pese a conservar una relación emocional solidaria con su gente al otro lado de la frontera, ha sido también empático con los otros israelíes. Son dos millones de palestinos con nacionalidad israelí que sí tienen mucho que perder.
Hamás representa la opción de la sangre, de la violencia ciega, y no puede ser un interlocutor para Israel, un país cuyo gobierno, dice Teitelbaum, fortaleció a la organización terrorista en detrimento de una Autoridad Nacional Palestina que “evita atentados en Israel. “No son enemigos en ese sentido. Hay enemigos, evidentemente. Hay atentados, evidentemente…”, pero no con el poder y la virulencia de Hamás.
Sea cual sea el acuerdo al que se llegue para frenar una guerra y una matanza que él considera tan injustificable como los actos monstruosos del 7 de octubre, cosas que “los seres humanos no hacemos”, Teitelbaum piensa que este debe incluir, primero que nada, el desarme de Gaza. Luego, la integración de una fuerza palestina que dirija Gaza con el apoyo de una comunidad internacional “que no está dispuesta a apoyar a Hamás”.
Pero el conflicto no termina en Gaza. “Hay en Cisjordania 2.4 millones de palestinos que viven la ocupación y que no quieren el gobierno de Israel y que Israel no puede sumar o no quiere sumar como ciudadanos del Estado de Israel (…). Eso quiere decir que una solución en este momento es un mapa de caminos. No es un acuerdo, sino un mapa de caminos que permita, en un plazo visible, llegar a un acuerdo de cierta manera. Clinton tuvo su propio road map. Obama tuvo su propio road map. Para que esto avance, esto hay que decirlo con todas las luces, no puede ser con el gobierno actual“.
Apremiante necesidad de elecciones
Quedan pocas dudas dentro y fuera de Israel de que Benjamín Netanyahu debe asumir la responsabilidad por lo ocurrido el 7 de octubre y, eventualmente, dejar el gobierno. Pero hasta ahora, el líder ha permanecido al frente bajo la premisa de que son tiempos de guerra y no se puede soltar el timón en este momento.
Para Teitelbaum, sin embargo, la guerra ya no puede ser más un pretexto. Hay que convocar a elecciones.
Recuerda que, antes del 7 de octubre, ya existía un clamor popular contra Netanyahu, quien, dice, planeaba un golpe de Estado contra el Poder Judicial. A ese clamor se han sumado otros: la responsabilidad por el ataque de Hamás, el incalculable costo financiero de la guerra y, claro, la urgencia por el regreso de los rehenes.
Teitelbaum piensa que es importante “cambiar una cultura política que se generó en los últimos 15 años” y que produjo “conductas inadmisibles”. “Ahora, si vas a preguntar si esto se puede hacer solamente por cambio del gobierno, (la respuesta es) no, esto es algo que se profundizó en la sociedad israelí. Esto va a requerir justamente un gran consenso al cual no se puede llegar con Netanyahu”.
Y matiza: “creo que se puede llegar con el Likud. Creo que se puede llegar con la derecha nacional, no con la mesiánica”. Dice que, incluso, pueden formarse nuevos partidos, Quizá partidos de derecha pero “antibibistas”. Y añade: “Eso se va a empezar a cristalizar en el momento que hay fecha para elecciones y por eso es tan importante fijar fecha definitiva”.
La pregunta obligada es: ¿quién puede encabezar el gobierno de Israel después de Netanyahu? Dario Teitelbaum cree que la respuesta pasa por dos caminos: dentro o fuera del Likud, pero siempre sin Netanyahu. Dice que, incluso entre sus partidarios, hay ahora mismo un gran rechazo contra la figura del viejo líder, y prefigura a los actores que podrían, desde la centroderecha, sustituirlo.
“Y ahí hay una serie de candidatos: Bennett, que ya fue primer ministro, muy moderado. Puede ser Yossi Cohen, el ex jefe del Mossad; puede ser Gideon Saar, que fue un opositor constante a Netanyahu, y puede ser que es una formación de centroderecha que no esté basada en el Likud tradicional”.
“No nos olvidemos que los gobiernos de derecha están apoyados desde una concepción cínica: que Netanyahu empodera a la ortodoxia y a los extremistas de derecha, y ellos le dan poder a Netanyahu”.
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