“¿Lenny, cuál es la gran diferencia en la vida de Bernstein como compositor y Bernstein como director? – Supongo que hay una diferencia y creo que es una diferencia de personalidad entre un compositor o cualquier creador versus un intérprete. Cualquier intérprete ya sea Toscanini o Tallulah Bankhead, quien sea, tiene una vida pública, una vida extrovertida. Por otro lado, un creador se sienta solo en su estudio y escribe a solas; se comunica con el mundo desde una forma muy privada y tiene una gran vida interna más que una vida externa. Si llevas contigo ambas personalidades supongo que te vuelves esquizofrénico y se acabó. ”
Lo dice el personaje de Leonard Bernstein en la película Maestro representando una de las entrevistas más importantes que tuvo en su carrera. A sus 37 años con su esposa a punto de estrenar West Side Story [Amor sin barreras]. La pregunta gira en torno a la vida privada del artista y lo prolifico que es en su trabajo, pues no sólo ha sido conocido desde joven como uno de los mejores directores de orquesta de su época, probablemente “el primer gran director de orquesta norteamericano”.
Aparte es el compositor más importante de musicales en Broadway, para muchos el que hizo del musical un género tan renombrado; y también se da el lujo de enseñar música y dirigir programas televisivos sobre apreciación musical. ¿Cómo logra todo esto?, ¿dónde encuentra el tiempo? Es algo que varios se pueden preguntar y su respuesta es sumamente significativa. Lo encuentra en la división de las múltiples personalidades que al ser el mismo contiene.
“No tuve más remedio que convertirme en una compuesto de formas de hablar y de ver la vida, un compuesto que me permite ser muchas cosas a la vez. Y por eso nosotros, tú y yo, somos capaces de aguantar y sobrevivir. Porque el mundo quiere que seamos una sola cosa, y eso me parece deplorable.”
Al final la película es una oda a las múltiples facetas que una persona puede tener y las formas en que que como individuos nos vemos obligados a presentar ya sea frente a nosotros, frente al público o frente a nuestros seres queridos. Muestra un juego entre la complejidad de esas facetas y la conjunción de las mismas en una sola persona. Habla del recuerdo, del amor y el camino tan escabroso que implica decidir compartir la vida con alguien y atreverse amarlo desde la aceptación absoluta; desde el abrirle los brazos a todas sus facetas, a sus múltiples caras.
“Lenny, es tan agotador, tan malditamente agotador amar y aceptar a alguien que no se ama y acepta a sí mismo” (Felicia a Leonard)
Maestro son fragmentos de la vida de Bernstein ensamblados alrededor de la relación que tuvo con su esposa. A través de grandes encuadres, imágenes y juegos de color con la cámara nos cuenta la historia que ambos compartieron y nos lleva a una reflexión sutil de lo que implica el recuerdo, el amor y el éxito. Es una de las mejores obras que se han hecho en los últimos años sobre el género de las películas biográficas. No sólo vemos la realidad y los sentimientos con mucha vividez de los dos protagonistas representados, también tenemos una ventana al ambiente, la música y la época que vivieron y una reflexión muy profunda sobre lo que implica para el hombre el conflicto que enfrentaron. Con siete nominaciones a los Premios Óscar no queda duda de su valor como obra artística.
Del enamoramiento a la realidad
La película empieza en 1987 con un Bernstein de 70 años frente al piano dando una entrevista, habla de Felicia. Acto seguido hay un corte la fotografía se vuelve blanco y negro, vemos lo que parecería ser la cortina de un teatro y más bien descubrimos a un joven (Berstein) de espaldas contestando el telefono en un cuarto oscuro. Acepta cubrir a un director de orquesta, toma su ropa apresurado y se despide de una pareja amorosa que se encuentra en su cama. Desde el inicio la película muestra abiertamente la bisexualidad del artista y el éxito tan precipitado que tuvo en la juventud. Un tercio de la película prosigue en blanco y negro. En ese tercio se representa el recuerdo idealizado de la juventud.
Es el tercio en el que triunfa en su carrera, en el que reconoce su pasión por el teatro musical y decide dedicarse a ello, y el tercio en el que conoce a su esposa y se despide de sus otros amantes para formar una vida en familia. Se mezclan ideas fantasiosas de lo que ocurrió, de cómo el lo recuerda con fragmentos reales de los sucesos. Y a través del retrato de él, también la vamos conociendo a ella. Son dos personas unidas por el amor al arte, la aventura y su familia.
Sin embargo, incluso en los momentos más idealizados la vemos a ella fumando un cigarro frente al escenario. Hay algo de la vida de su esposo que la aparta de él, que la mantiene en una soledad no asumida. Ahí, Felicia con su cigarro en soledad, cambia la cámara a color nuevamente. Y la película empieza centrarse más en ella. Este recurso marca el contraste entre el recuerdo y la realidad, el pasado maquillado y el presente.
A sus cuarenta y tantos años con hijos adolescentes se ve obligada a asumir todas las cosas de Bernstein que el mundo encantado que estaban viviendo no le permitió. Su bisexualidad se ha vuelto pública a través de chismes que han llegado hasta oídos de su hija. Felicia empieza a asumir la soledad que vive al haber decidido compartir su vida con un hombre tan entregado a su carrera, que además tiene múltiples parejas. El resto de la película es este conflicto de la pareja y la compañía que se dan hasta el final de sus días.
La película nos lleva a un camino de amor y aceptación que ya no es maquillado. Nos muestra los dolores tan profundos que puede haber cuando realmente abrimos los ojos y los brazos hacia las personas que amamos. Es un camino de doble entendimiento, sí, primero hacia la persona que amamos, pero también hacia nosotros. Felicia explora las propias divisiones internas que en un principio la llevaron a buscar a Bernstein como pareja.
Al final de la película vemos a Bernstein enseñar a un joven a dirigir una orquesta, el cual se vuelve explicito también es su pareja amorosa. Se hace corte de cámara, regresamos a la entrevista y el personaje nos dice:
“Si el verano no canta en ti, entonces nada canta en ti y si nada canta en ti no puedes crear música. Es algo que me dijo cuando estaba muy triste por una cosa… El verano aún canta en mí, no tan fuerte, ni tan seguido como solía hacerlo, pero definitivamente lo hace.”
Es una oda a la libertad, a las ganas de amar y a la alegría por la vida. Vemos al ícono en toda su complejidad, sin maquillajes que lo adornen y amor a lo que creó y vivió.
“La vida no es tan sombría, en serio, no lo es. ¿En qué época vivimos? Uno puede ser tan libre como uno quiera, sin culpa, sin confesión, por favor, ¿dónde está el daño? Se perfectamente bien quien eres. Demosle una oportunidad”.
Ambos personajes son judíos, Berstein de Nueva York, Felicia de Chile, habitan el mundo del espectáculo neoyorquino. En la película tenemos acceso a ese ambiente y los tintes leves de su identidad que se filtran a la forma de vida que deciden llevar, desde la ideología, la gente que conocen hasta el típico y marcado acento neoyorquino.
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