Confieso: en los últimos tiempos no dejo de preguntarme si mi reiterada inquietud en torno a lo que en estos días vivo y observo en Israel debe ser compartida por el lector. Sin embargo, prevalece al cabo mi confianza en su interés por el tema sumada a la creciente gravedad de los asuntos que abruman a este mi país.
Uno de ellos alude a la impropia conducta de la familia Netanyahu en estos días ennegrecidos por la muerte de jóvenes soldados, el número ya se acerca a 700, aunado al prolongado cautiverio de los secuestrados desde el trágico 7 de octubre.
Una de sus expresiones: los costos económicos y morales inducidos por el hijo Yair en Miami que suman en conjunto con sus guardianes que deben turnarse cada dos semanas algo más de 200 mil dólares al año. Una conducta que claramente contrasta con la sacrificada entrega de los soldados que operan tanto en el sur como en el norte del país.
Otra: el apenas habitual silencio de su madre Sara desde los días que señalaron un nuevo aniversario en el nacimiento de Israel. Es verosímil que la nutrida multitud que colmó las ceremonias que no gozaron del auspicio gubernamental desalentaron su ánimo, alejada actitud que mantiene hasta el presente.
En contraste, Benjamín Netanyahu exhibe dos actitudes que apenas adelantan la posibilidad de rescatar a los rehenes en manos de Hamás, que conocerán la muerte si su gobierno posterga o debilita el indispensable esfuerzo.
De un lado Bibi gusta compararse en los últimos tiempos con figuras como Churchill para indicar que sus decisiones y actos se asemejan a los asumidos en su momento por el líder británico. Y del otro, censura abiertamente al presidente Biden por impedir envío de artefactos militares que Israel necesita.
Reproche huérfano de base alguna que desnuda la verdadera intención de Netanyahu: desacreditar a Biden con el fin de promover, por personal interés, a su rival Donald Trump.
Un inquietante escenario que mal se ajusta a la inquietante situación que conocen los habitantes de la Galilea. El desordenado duelo entre Israel y Hezbolá en Líbano ha provocado un obligado desplazamiento desde la Galilea a zonas relativamente más seguras en el centro del país.
Un traslado que, de un lado, implica un alto costo público por esta forzada migración, y, del otro, reduce las perspectivas de un masivo retorno a los lugares de origen.
Temas que el numeroso sector por la paz discutirá en su masiva congregación el próximo 1 de julio. Le inspira frenar la guerra, llegar a un acuerdo para liberar a los secuestrados, y concertar la paz.
El principal orador en esta multitudinaria jornada será el celebrado profesor Yuval Noah Harari.
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