Irving Gatell/ El siglo XXI y sus potencias del Eje

Dicen los que saben que la historia no se repite, pero rima. Así, si el siglo XX nos trajo un eje integrado por tres potencias que pusieron en jaque a la humanidad —Alemania, Italia y Japón en aquel entonces— hoy tenemos otro eje con tres potencias que, detalles más detalles menos, parecen querer seguir por una ruta bastante similar.

Alemania, Italia y Japón llegaron a tener al mundo en la bolsa. Hubo un momento de la historia —digamos que por ahí de 1941— en el que parecían imbatibles. Sus enemigos se estaban derrumbando ante ellos, y muchos empezaban a imaginar el mundo como un territorio gobernado desde el fascismo.

Cosa loca: no a todos les molestaba. En esos momentos, algo tenía de atractivo la idea de que hubiese gobiernos fuertes que pusieran orden en todos los países. Claro, no existían medios de comunicación en tiempo real (como los que hoy existen gracias a internet) que pusieran frente a la opinión pública todos los crímenes que las Potencias del Eje estaban cometiendo.

La mayoría de la gente los veía como gobiernos algo agresivos, pero a fin de cuentas eficientes. ¿O es que acaso Hitler no había reactivado la economía alemana y había sacado de la pobreza a todos los alemanes aplastados por el inmoral Tratado de Versalles?

Al final, nada de eso sirvió. La realidad funcionó como suele funcionar, y las políticas económicas populistas de Hitler y Mussolini hundieron a sus respectivos países, máxime porque descubrieron muy tarde que la guerra era un negocio muy caro. 

El proyecto fascista no tenía futuro. No era económicamente viable. Su éxito —como todos los éxitos populistas— era momentáneo, y con guerra o sin guerra iban a toparse con el momento en el que las cosas infladas volvieran a desinflarse.

Lo trágico fue que no fueron fascismos normales, sino la culminación de complejos procesos históricos que llevaron a la humanidad al punto en el que fue inevitable la explosión de la guerra más salvaje de toda la historia. Por eso, la caída del Eje no fue nada más inevitable, sino también estrambótica.

Hoy estamos viviendo una situación muy similar. Los procesos históricos han creado una coyuntura compleja que nos ha puesto de frente a una guerra global, y el protagonismo otra vez lo tiene un Eje que en esta ocasión está integrado por Rusia, Irán y China.

Hay similitudes y diferencias, por supuesto.

¿Similitudes? Rusia e Irán están envueltos en sendas guerras que no van a poder ganar porque llegará el momento en que no tengan dinero para seguir. Sus políticas económicas tienen mucho de populismo, y lo que no es populista es llanamente ineficiente.

Además, no han entendido eso de que la guerra es pésimo negocio. Se quedaron atorados en la ficción de que el negocio armamentístico es el más lucrativo —lo es, siempre y cuando no uses las armas—, y están tirando cualquier cantidad de dinero en proyectos que no tienen futuro.

También tienen en común con el Eje de hace un siglo el hecho de que están gobernados por regímenes totalitarios, y eso implica una severa desventaja en tiempos de guerra: nadie le dice a los tiranos qué es lo que realmente está pasando, porque le tienen miedo.

Los grandes monstruos de la humanidad, los peores dictadores, siempre han llegado sorprendidos a ese momento en el que descubren que todo a su alrededor está destruido, y sólo entonces se dan cuenta que sus subalternos siempre les mintieron. Difícilmente reflexionarán lo suficiente como para entender que lo hacían así por miedo. Lo más común es que se extingan o mueran pudriéndose en el rencor de haber fracasado “por culpa de los traidores que los rodeaban”.

¿Diferencias? La más importante es que China está jugando un papel notoriamente menos agresivo y problemático que Japón. Sí, es una lata, pero por los menos los chinos sí entendieron que las guerras que valen la pena son las comerciales, no las militares.

Si algún día llegaran a entender que les conviene ser socios de occidente porque allí están mercados mil veces más productivos y funcionales que los de Moscú y Teherán, lograrían encontrar también mil y una ventajas para la propia China.

Otra diferencia sustancial es que Rusia e Irán no tienen la capacidad de ataque que tuvieron, en su mejor momento, Alemania e Italia. Rusia está colapsando en un solo frente, el ucraniano. Es cierto que está peleando contra toda la OTAN, pero en el territorio de un solo país.

Además, nunca pudo emular los éxitos iniciales del ejército alemán. Una invasión que debía completarse en cinco días ya se extendió a dos años y medio, y las bajas que sufren las tropas de Putin en lo que va del año son algo escandaloso.

Qué paradójico que aplique a la perfección la paráfrasis del párrafo inicial con el que Marx comenzó El Dieciocho Brumario de Napoleón Bonaparte: la historia se repite; la primera vez como una tragedia, la segunda como una farsa.

Rusia e Irán son la versión en farsa de la Alemania nazi y la Italia fascista. Su colapso todavía no está a la vuelta de la esquina —el proceso ha sido más lento y menos intenso que hace un siglo; y qué bueno, porque así no vamos a tener que hablar de 55 millones de muertos—, pero está en camino.

Mientras, la Europa que estaba cometiendo el error de Chamberlain, ha reaccionado y empieza a endurecer su postura en contra de quienes liderean la guerra contra la civilización occidental.

Pero acaso el cambio más profundo de todo está en nosotros, el pueblo judío.

Hace un siglo estábamos a punto de ser llevados al matadero, y no teníamos a Israel.

Hoy tenemos a Israel, y lo estamos defendiendo en todos los frentes.

Y con éxito, además.

Si acaso el siglo XXI va a ser distinto, en gran medida será por eso.


Las opiniones, creencias y puntos de vista expresados por el autor o la autora en los artículos de opinión, y los comentarios en los mismos, no reflejan necesariamente la postura o línea editorial de Enlace Judío. Reproducción autorizada con la mención siguiente: @EnlaceJudio

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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.