La prostitución es una de las actividades económicas más perseguidas y estigmatizadas que han existido a lo largo de los años. Esto ha hecho que las personas que la ejercen queden en un aposición sumamente vulnerable y sufran el abuso de clientes y autoridades. El estigma lejos de ayudar a la persona a encontrar un mejor camino laboral, le genera ostracismo social y la coloca en una posición de mayor vulnerabilidad. Aún así, pese a lo terrible que puede ser dicha situación, las trabajadoras sexuales, por la naturaleza de su profesión también tienen acceso a ambientes, lugares e información que le son restringidos a otras personas. Algunas mujeres han usado está cualidad y expuesto su vida para obtener sus objetivos. Las siguientes son historias de mujeres que expusieron su vida para proteger o rescatar a otros de la muerte o situaciones similares. Las tres fungieron en su momento como trabajadoras sexuales.
Hedwig Porschütz (1900 – 1977). Escondió judíos durante la Shoa
Hedwig Völker nació en Berlín en 1900, era hija de un cervecero y se casó a los 26 años con Walter Pörschutz, quien ejercía como chofer. Entre ambos intentaron sobrevivir en una Alemania carcomida por la guerra y en extrema pobreza. Se vio en la necesidad de complementar los ingresos de trabajos mal pagados con trabajo sexual y contrabando de bienes. Durante el nazismo en Alemania Walter fue reclutado por la Wehrmacht (el ejército nazi) y ella quedó sola.
Encontró trabajo con Otto Weidt, quien tenía una fábrica de cepillos con empleados ciegos. Entre ella y Weidt protegieron a los trabajadores judíos. A través del contrabando y la prostitución lograba conseguir permisos, papeles, vales extra de razonamiento y víveres con los cuales pudieron ayudar a muchísimos judíos a escapar o sobrevivir. Además escondió en su casa a algunos niños que se habían quedado sin familia.
Eventualmente el contrabando que hacía fue descubierto y mandada a un campo de prisioneros políticos en 1944. Cuando acabó la guerra fue liberada, pero su departamento había sido bombardeada. En 1959 trató de obtener compensaciones del parte del gobierno por la persecución política que sufrió (ya que ese fue el trato que varios alemanes de la Resistencia recibieron), sin embargo fue considerada “inmoral” por sus actividades sexuales previas y la ayuda le fue negada. Murió en extrema pobreza en 1977. Sin embargo, en décadas posteriores fue reconocida como Justa entre las Naciones y muchas de las personas que ayudó han hecho trabajos para mantener viva su memoria.
Mijal Garbovitz (1909 – 1939). Espía de la Haganá
Nació en Tiberias en 1909, su padre había emigrado de Rusia al imperio otomano y su madre de Marruecos. Cuando era niña asesinaron a su padre en un asalto. Ella creció un poco apartada de su familia y comunidad, por lo que cuando fue joven prefirió instalarse en la zona árabe de la ciudad vieja de Tiberias. Aprendió a ser cantante y bailarina y solía trabajar en un café.
Lo que se sabe de ella es gracias a Nahum Av, un general de la Haganá que hizo un libro sobre ella. Por él sabemos que era trabajadora sexual de alto calibre, tenía un burdel y atendía a clientes árabes de altos rangos. En 1936 cuando las hostilidades entre judíos y árabes llegaron a un punto crítico Garbovitz decidió que no podía seguir viendo de forma pasiva lo que ocurría a su gente y decidió mandar un mensaje a la Haganá, empezó a colaborar con ellos. Siendo que muchos de sus clientes pertenecían o a grupos que organizaban las revueltas y atentados o eran generales destacados del imperio británico su rol como espía fue crucial para la protección y creación del naciente estado judío. Evitó que grandes matanzas ocurrieran y avisaba a la Haganá sobre operaciones clave.
Fue asesinada en 1939 cuando uno de sus clientes se dio cuenta que había compartido su información. Salvó cientos de vidas y quienes la enterraron afirmaron que ella sabía que su servicio a la Haganá le costaría la vida.
Raquel Liberman (1900 – 1935). Ayudó a desmantelar un cartel que traficaba mujeres judías
A lo largo del siglo XVIII y XIX había una pobreza muy profunda en distintos países de Europa del Este. Muchas familias judías viajaron a América en busca de una mejor forma de vida. Pronto empezaron a surgir grupos que buscaban aprovecharse de la situación y las poblaciones vulnerables. La trata de blancas fue una de las consecuencias más feas de la situación y hubo grupos que empezaron a traficar mujeres.
Zvi Migdal era uno de los carteles más opulentos y peligrosos llegó a operar con 2,000 burdeles y se extendió hasta incluso Río de Janeiro. Los miembros asistían a las sinagogas y comunidades de Polonia, engañaban a mujeres jóvenes con la mentira de que tenían pretendientes en Buenos Aires y las ayudarían a casarse. Una vez en el barco, las violaban, las golpeaban, torturaban y empezaba lo que ellos llamaban “su proceso de re-educación”. Llegando a Buenos Aires dichas mujeres eran vendidas a clientes como esclavas sexuales o eran mantenidas por el cartel como trabajadoras sexuales de sus burdeles. Raquel Liberman fue víctima de dicha organización.
Ella llegó a Argentina en 1922 con dos hijos, para reunirse con su marido. Éste murió de tuberculosis a los pocos meses. Sin saber el idioma, ni tener algún oficio con el cual mantener a sus hijos se vio en la necesidad de dejarlos en una casa y prostituirse para pagar sus gastos. Conoció a uno de los miembros de la mafia y éste le ofreció protección a cambio de un porcentaje de sus ganancias.
Después de cuatro años de trabajo, había ahorrado lo suficiente para pagar su libertad, poner una tienda y recuperar a su familia. Sin embargo, la mafia no estaba contenta con ese resultado, pues temían que otras mujeres tomaran su ejemplo y se revelaran contra su poder. Por lo cual robaron su mercancía y la obligaron a casarse con uno de sus integrantes para volverla a prostituir nuevamente. Las denuncias que hizo a la policía fueron ignoradas por las autoridades.
Fue hasta 1930 que con el cambio de jueces pudo ayudar a desmantelar el grupo. La información que ella proveyó fue clave para encontrar, perseguir y enjuiciar a los integrantes del grupo y aunque de 403 miembros sólo 105 fueron apresados, el grupo nunca pudo operar nuevamente. Los periódicos sacaron las fotos de cada uno de ellos se publicaron los crímenes de cada uno y se les veto por completo de las instituciones judías. Se les prohibió la entrada a sinagogas y recintos.
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