Irving Gatell/ ¿Son los palestinos descendientes de los antiguos hebreos?

Últimamente y como parte de los esfuerzos propagandísticos pro-palestinos y/o anti-israelíes, vuelve a resonar la descalificación étnico-cultural, centrada en la insistencia de que los verdaderos descendientes de los hebreos que poblaron el Medio Oriente, son los palestinos y no los judíos. ¿Qué tanto podría haber de cierto en este reclamo?

¿Quiénes son los descendientes reales de los hebreos que poblaron el antiguo Canaán? ¿Los palestinos o los judíos?

Las actas de nacimiento se inventaron hace relativamente poco, así que no tenemos evidencia documental obtenida de un registro civil para resolver el dilema. No queda, por lo tanto, más alternativa que recurrir a otras fuentes de investigación. Lo bueno es que hay muchas disciplinas que pueden apoyar en nuestra búsqueda. Lo malo es que no todas ofrecen información clara y precisa.

Por ejemplo, lo lógico sería decir “pues hagamos estudios genéticos”, pero —por sorprendente que parezca— estos no son muy útiles en cierto punto. Y es que los genes pueden ser una feria de información que ha veces no es fácil de interpretar.

En resumen, las investigaciones en esa área han dado como resultado algo que a muchos puede parecerles chocante: judíos y palestinos son los dos grupos genéticamente más parecidos en el Medio Oriente (y sí, eso incluye a los judíos ashkenazíes).

Acaso la única diferencia es que el bloque genético más importante en el caso de los judíos proviene del antiguo Canaán, y en el caso de los palestinos proviene de la Península Arábiga. Sin embargo, estamos hablando de alrededor del 35% de la información genética. Otro dato curioso es que en ambos grupos hay una destacada (aunque no muy numerosa) presencia de genes de Europa del Este.

La genética simplemente demuestra que judíos y palestinos tienen profundos vínculos con el Medio Oriente, pero son mestizos y tienen una historia compleja.

¿Qué otras herramientas tenemos para estudiar el asunto?

Hay dos muy buenas. Demasiado buenas. Son la lingüística y la historiografía. O, en pocas palabras, la manera de hablar y todo lo que cada pueblo deja como rastro escrito. En términos generales, estas disciplinas son más útiles que la genética por una simple razón: nos aportan más información. Además, información más clara.

Velo de este modo: si un vikingo se quedó a vivir en Judea, se convirtió al judaísmo y dejó descendencia allí, su alteración de la identidad étnico-cultural judía habría sido mínima. Era apenas un vikingo en medio de miles de judíos. Sin embargo, su rastro genético ahí se queda, y como los genes son una feria, de pronto muchos de esos genes pudieron mantenerse como dominantes y hacerse presentes en un nivel que no corresponde con la realidad étnico-cultural.

En contraste, con el idioma no hay pierde: sus descendientes habrían crecido hablando hebreo, y de haber dejado documentos escritos, estos habrían estado en hebreo y, por lo tanto, habrían reflejado su pertenencia a la cultura y al grupo judío.

Este es el punto donde toda la propaganda pro-palestina colapsa.

El hecho objetivo es que el pueblo que sigue conservando el idioma original de los antiguos hebreos, es el judío. Se puede decir mucho sobre las condiciones en las que se dio esa conservación, pero se dio. Los palestinos podrían apelar a que se arabizaron porque se convirtieron al islam, pero eso sería —de entrada— un modo de aceptar que no cuentan con la evidencia requerida para sustentar su punto. Por otra parte, un grupo se asimila lingüísticamente a otro cuando es una minoría, lo que apunta a que los judíos conversos al islam no habrían sido un grupo significativo.

Además, para cuando se dio la invasión islámica de Palestina, el grupo judío mayoritario no estaba en ese lugar, sino en Babilonia (y nadie tiene dudas respecto al origen israelita de la comunidad judía de Babilonia). En resumen, el islam no absorbió al grupo mayoritario de origen hebreo.

Esto nos da pie a otro detalle demoledor, profundamente vinculado con el lingüístico, y es el historiográfico.

Es sencillo: si conocemos la historia de esos antiguos hebreos, es porque esta fue conservada, escrita y preservada por los judíos, no los palestinos. De hecho, cuando los palestinos dicen que la historia de los judíos antiguos es su historia, lo hacen apelando a todos esos relatos que fueron conservados por los judíos en Babilonia, luego en España, y luego en el norte de Europa. O, dicho de otro modo, tratar de robarse la historia de los judíos.

El idioma y los libros escritos a veces son una mejor herramienta para reconstruir el árbol genealógico de un grupo. Y en el caso de los judíos, no hay vuelta de hoja: su idioma litúrgico y académico (el hebreo) y sus libros (la abrumadora mayoría, en hebreo) nos remiten al antiguo Medio Oriente, a los antiguos hebreos, a los israelitas originales. En contraste, en estas dos materias, lo poco que podemos rescatar de los palestinos nos remite al idioma árabe, a la cultura árabe y, por lo tanto, a la Península Arábiga.

No hay mucho que discutir. Los palestinos son árabes y los judíos somos…

Judíos.

Todo lo demás es propaganda.


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Irving Gatell: Nace en 1970 en la Ciudad de México y realiza estudios profesionales en Música y Teología. Como músico se ha desempeñado principalmente como profesor, conferencista y arreglista. Su labor docente la ha desarrollado para el Instituto Nacional de Bellas Artes (profesor de Contrapunto e Historia de la Música), y como conferencista se ha presentado en el Palacio de Bellas Artes (salas Manuel M. Ponce y Adamo Boari), Sala Silvestre Revueltas (Conjunto Cultural Ollin Yolliztli), Sala Nezahualcóyotl (UNAM), Centro Nacional de las Artes (Sala Blas Galindo), así como para diversas instituciones privadas en espacios como el Salón Constelaciones del Hotel Nikko, o la Hacienda de los Morales. Sus arreglos sinfónicos y sinfónico-corales se han interpretado en el Palacio de Bellas Artes (Sala Principal), Sala Nezahualcóyotl, Sala Ollin Yolliztli, Sala Blas Galindo (Centro Nacional de las Artes), Aula Magna (idem). Actualmente imparte charlas didácticas para la Orquesta Sinfónica Nacional antes de los conciertos dominicales en el Palacio de Bellas Artes, y es pianista titular de la Comunidad Bet El de México, sinagoga perteneciente al Movimiento Masortí (Conservador). Ha dictado charlas, talleres y seminarios sobre Historia de la Religión en el Instituto Cultural México Israel y la Sinagoga Histórica Justo Sierra. Desde 2012 colabora con la Agencia de Noticias Enlace Judío México, y se ha posicionado como uno de los articulistas de mayor alcance, especialmente por su tratamiento de temas de alto interés relacionados con la Biblia y la Historia del pueblo judío. Actualmente está preparando su incursión en el mundo de la literatura, que será con una colección de cuentos.