El 9 de julio, la escritora Stella Khabie-Rayek presentó, ante una gran audiencia, su más reciente obra “La Donna Hebrea del Messico”, parte II de “Nací en el Mediterráneo”.
La presentación estuvo a cargo del gran José Gordon y de Julio Gómez.
Los fondos recaudados por la venta de esta extraordinaria obra autobiográfica serán donados a Keren Hayesod.
Estas son las palabras que la autora, nacida en Líbano, pronunció en el marco de la presentación:
“Y porque lo que yo más anhelo, lo que más quisiera, es enlazar mi espíritu al tuyo, ponernos tête a tête, sin intermediarios, y si naciste en los cincuenta, setenta, inclusive en los noventa, gozar volando juntos hacia los días de nuestra infancia o de nuestra primera juventud… descubrir contigo esa sensible película fotográfica encerrada en tu propio castillo, que de pronto, con una palabra, enciende el foco de tu propio recuerdo, y puedes revivir un momento que la memoria ha olvidado pero que, de algún modo, rescata la percepción.
En mi memoria mi infancia brilla con un resplandor maravilloso, como si en aquel entonces todo hubiera sido mejor o más bello. No sé tú. Pero yo pienso que no hay nadie cuya infancia no encierre algún destello de alegría y de luz… ¿Y la juventud? “La juventud es feliz porque tiene la capacidad de ver la belleza; cualquiera que mantenga la capacidad de ver la belleza, jamás envejece. Palabras de Kafka.
Este libro que hoy sale a la luz “La Donna Ebrea del Messico“, segunda parte de Nací en el Mediterráneo, es la historia novelada de una mujer judía, niña emigrante de un país árabe que llega a México y es bendecida con lo que el Creador le ha propuesto: la mejor opción, el bienhechor sol de América. Y así, todo comenzó para nosotros con una promesa. Y la promesa se convirtió en esperanza. Aquí se crearía entonces nuestro destino futuro, aquí, donde se tenía la sensación continua de respirar aire libre, un nuevo elemento que armonizaba perfectamente con nuestros anhelos de libertad.
Esta novela es la historia de un México de los años sesenta hasta el día de hoy. Es la historia de una familia que se va creando y que avanza feliz y confiada por la vida según la frenética prisa de la era tecnológica. Es la historia de una comunidad que goza del respetado equilibrio de sus valores. Es el relato de mis experiencias, mis sentimientos, mis sueños.
Mi repertorio está compuesto de memorias del mundo.
De la época que me tocó vivir. De mi gratitud y aprecio a quienes infiltraron en mí lo indispensable para tener fe y fueron un bálsamo de esperanza.
Todo es transparente. Todo es mágico. Todo. El nacimiento. El despertar. La locura de vivir… hombres y mujeres nacidos después de la guerra mundial con la idea de que cada generación se cree destinada a rehacer el mundo.
Para mí es un honor escribir. Pero no, no tengo esas presunciones. Francamente no, ¡nada de rehacer el mundo! Mi repertorio no es tan ambicioso. Yo únicamente capturo el desfile de la vida. Imagino a los seres en su continuo caminar, y eso, eso se convierte en una conmovedora secuencia narrativa. Un medio de emocionar, ofreciendo una imagen de dolores y alegrías comunes. Y es cuando lo indecible sale a la luz. Porque mi historia, la mía, será siempre, por fortuna, una historia inconclusa. Por eso hay que seguir soñando, leyendo, escribiendo… y convertir en posible lo imposible.
No son fáciles los tiempos que vivimos. Lo sé. En verdad pienso que nunca lo fueron. Pero las dificultades varían, y lo que ahora nos toca vivir en carne propia es el cumplimiento de nuestro destino. Nuestro destino, un tanto moderno un tanto conservador, pero ¿por qué temer al destino conservador cuando se trata de conservar valores que son eternos?
Hoy el sol brilla con plenitud y fuerza, aunque algunas sombras se filtren sobre nuestro pensamiento y nuestros actos. Pero toda sombra, decía Stefan Zweig, “al fin y al cabo, toda sombra es hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo este ha vivido de verdad”.
Esta novela es, a grosso modo, tan solo un esbozo, una simple tentativa para plasmar un pasado que ya no nos pertenece pero que ha dejado impresas sus huellas en nuestro carácter, nuestra formación, nuestra cultura.
Y así fueron pasando los años. A través del tiempo. Tal como nosotros.
¿Nuestros mejores años? me pregunto.
Pero ¿Y qué queda en nuestros corazones?
Queda la pasión que un día colma nuestro corazón y nuestra alma y que después arde eternamente pase lo que pase. Queda la satisfacción de reencontrarnos con nuestro verdadero destino – No para vivir de cualquier modo – sino en armonía con nuestro mundo.
Y queda la energía inspiradora del amor, quiera Dios que nunca acabe, que permanezca siempre en nosotros y se renueve a cada amanecer”
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