Víctimas y familiares de secuestrados se reunieron en Harish para contar sus historias, a nueve meses de los atentados de Hamás. Esto fue lo que ocurrió.
Nueve meses son el periodo de gestación de la vida humana. Es una cifra relacionada con la esperanza y con el futuro. Pero también es tiempo suficiente para que la atención pública sobre un suceso, sin importar lo traumático que sea, comience a diluirse.
Para los activistas que desde hace nueve meses luchan por la atención del público y, sobre todo, del gobierno de Israel, no hay peor noticia que ese desinterés. Quizá por eso Benito Gritzewsky, padre de la joven mexicana Ilana Gritzewsky, secuestrada por Hamás el 7 de octubre de 2023 y liberada 54 días después, organizó el evento en el que convergieron las dramáticas historias de los secuestrados.
Grtizewsky vive en Harish, una pequeña comunidad, de apenas poco más de 33 mil habitantes, ubicada en el distrito de Haifa, y cuya población es una mezcla equilibrada entre gente religiosa y secular, y donde vive una buena comunidad hispana que, este 14 de julio de 2024, fue convocada para escuchar los testimonios de gente que, como él, ha vivido la angustia de que les sean arrebatados sus seres queridos.
El evento se llevó a cabo en un centro comunitario de la localidad. La tribuna a medias y el ánimo mixto: tristeza, esperanza, euforia, llanto. Israel, al fin y al cabo. Una charla en español transmitida por medios electrónicos a todo el mundo.
“Nuestras voces en español junto a las familias de los secuestrados” es el título eligieron Benito Gritzewsky, Gaby Astrovsky y Luli Szerman de Viviendo Israel, y la psicóloga Daniela Mazur, del Foro de los Secuestrados en Haifa, organizadores del encuentro, además de Enlace Judío, por supuesto.
Nuestra reportera Esti Peled estuvo ahí para escuchar los testimonios. El más extenso fue el de Luis Har, quien junto con Clara, su pareja, permaneció cautivo en manos de Hamás hasta que fue liberado en una acción militar de tintes cinematográficos.
Las historias
Har narró como él y cuatro miembros de su familia fueron secuestrados y llevados ha Gaza, donde conocieron una parte de la red de túneles que los terroristas han construido bajo la ciudad. Habló de su tiempo en cautiverio y del día de su liberación, cuando escuchó su nombre en boca de los soldados que habían acudido a su rescate.
Har le dio la palabra a la propia Chmiel, quien narró la angustiosa historia del secuestro de dos de sus tres hijos. “Si ustedes me preguntan ahora cuándo fue el momento que yo me di cuenta realmente de lo que está pasando, no les puedo dar un momento, un día, una hora…”
Porque lo que estaba pasando se supo luego, se supo parcialmente, por partes, en distintos momentos. Sabe que se comunicó con sus hijos, Iair y Eitan Horn, en las primeras horas de ese 7 de octubre, mientras el kibutz Nir Oz, en donde se encontraban, era atacado por los terroristas.
También sabe que, al menos durante las primeras horas de su cautiverio, ambos seguían con vida. Sobre todo, sabe que la esperanza no puede morir sino al último, y si se ha prestado a plantarle cara a la prensa desde hace nueve meses, una y otra vez, es para ayudar a que la presión mediática lleve a su gobierno a actuar como tenga que hacerlo para acelerar el regreso a casa de sus hijos.
“El ejército llegó al kibutz entre las cuatro y cinco de la tarde y empezaron a revisar casa por casa. Cuando llegaron a la casa de Iair, la casa de Iair está en pie. No se ve signos de violencia. No hay sangre. Pero nos informaron que Iair y Eitan no están”.
Se quebró su voz.
El seguimiento de los teléfonos celulares y las tarjetas de crédito de sus hijos le permitió a Ruty y a su otro hijo, Amós, seguir los pasos de los hermanos Horn hasta la frontera con Gaza. A partir de ahí todo fue misterio, todo fue angustia, hasta que algunas mujeres liberadas el 25 de noviembre le dijeron que los chicos estaban vivos.
Que vuelvan, vivos o muertos
Ahora, mientras espera noticias desde Gaza, Ruty se ha convertido en uno de los rostros de esa resistencia que lucha por el retorno de los suyos. “Son 120 secuestrados. Lamentablemente, muchos sabemos que están sin vida, pero hay muchos que todavía están con vida”.
“Tienen que volver todos los que están con vida para recibir acá todo el apoyo y salir adelante. Y los que lamentablemente no están con vida ya, volver acá para recibir digna sepultura”.
Diego Engelbert volvió a narrar la historia del secuestro de su hermana y sus sobrinos, y del asesinato de su cuñado, mientras que Dan Liberson narró la manera en la que la familia de su esposa fue “armando el rompecabezas”, que le permitió reconstruir las últimas horas de vida de Or, de 19 años, cuñado de Liberson.
Finalmente, escuchamos el testimonio de Waismel-Manor, estratega de Ciencias Políticas que ha desempeñado una importante función frente a los familiares de los rehenes.
Experto en campañas políticas, Waismel-Manor colabora en el Foro de Familiares de Secuestrados y Desaparecidos, preparando a los familiares para sus entrevistas con los medios extranjeros y organizando a grupos de familiares para encontrarse con líderes internacionales en el exterior.
Quizás los organizadores habrían deseado una concurrencia más numerosa, pero el encuentro fue, sin duda, emotivo, cálido y sincero. Al final quedó claro algo: no importa si son nueve meses o nueve años, las familias de los secuestrados seguirán en pie de lucha hasta que el último de ellos esté en casa.
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