Hay películas que destacan por su profundidad o enorme calidad artística y otras que conservamos más por el mundo que retratan o el estado al que nos llevan que por su propia calidad en sí misma. Tal es el caso de la gran mayoría de las comedias familiares. Las vemos más para sentir alegría y unirnos a nuestras familias que para entender y apreciar el mundo con una mayor profundidad. Los mensajes son parecidos, las tramas un tanto lineales, los conflictos se resuelven fácilmente y difícilmente se profundiza en las emociones y complejidades de los personajes. Aún así las vemos y nos encantan. Hay mucho que puede decirse de ellas aunque no se cumpla con los parámetros básicos que cualquier conocedor del cine escogería. Tal es el caso de “Dough”,“El ingrediente secreto”, (2015) dirigida por John Goldschmidt y protagonizada por Jonathan Pryce.
La trama sigue la historia de un panadero judío que trata de salvar su panadería en un barrio venido a menos y poblado por inmigrantes. Contrata como aprendiz a Ayyash, un adolescente musulmán y africano que necesita el trabajo para ayudar con los gastos a su madre. A los pocos días de que él llega, la panadería empieza a florecer económicamente, pues Ayaysh aparte de vender los panes tradicionales empieza a incluir algunos con “receta mágica”, es decir con marihuana en la masa, sin que Nat (el panadero) lo sepa. Esto trae una serie de problemas que tanto Nat como Ayaysh se ven obligados a confrontar.
“Dough” gira en torno al enseñarnos a superar las diferencias entre culturas y fortalecer los lazos entre vecinos. Habla sobre la importancia de la solidaridad y la empatía. Sin embargo, toca temas muchos más profundos e interesantes que por alguna razón el guionista no se atrevió a explorar. Nat en realidad es un hombre que se aferra al pasado.
No quiere dejar ir su panadería porque representa la historia de su familia en ese barrio. Rechaza a su hijo y a la gente nueva que llega al barrio, porque le recuerdan el tiempo que ha pasado. Aceptar a Ayyash implica también aceptar su vejez, la carencia de sentido que encuentra en esta nueva etapa de su vida y la vulnerabilidad a lo que todo ello lo arroja. La película expone pero toca de forma muy ligera estos temas, aún así quedan atisbados en la increíble actuación que Jonathan Pryce hace de su personaje.
Al final “Dough” nos habla del cambio y como tanto la identidad judía, como las familias en Inglaterra, han cambiado con los años. Nos invita a mantener vivas nuestras raíces a través de abrirnos a un mundo nuevo, a formas distintas de hacer las cosas que abran y generan nuevos espacios.
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