El pasado jueves 25 de julio de 2024, el Primer Ministro de Israel tuvo su alocución en el Congreso de los Estados Unidos. Una ocasión muy especial por varios motivos, algunos relacionados con la delicada actualidad de Israel y del Medio Oriente, otros que tienen que ver con la condición y posición de los judíos.
Israel necesita del apoyo de la primera potencia mundial para vencer a un enemigo formidable, que tiene en sus manos a más de cien rehenes secuestrados, unos vivos y otros cadáveres. Un enemigo que ha triunfado en la media internacional tratando de deslegitimar no solo al gobierno de este Primer Ministro de visita en el Capitolio, sino al Estado judío como tal. Un enemigo que mantiene en vilo a toda la población israelí, bien sea por la situación de los rehenes, por el bombardeo diario e incesante que sufre el norte de Israel, por los temibles aliados con quienes cuenta. Unos armados poderosamente, otros con acceso a canales diplomáticos que sucumben a sus presiones y maniobras.
El Primer Ministro de Israel sea quien fuere, tiene el deber de acudir a cuanta instancia sea necesaria para lograr el apoyo a su país en esta difícil e inédita circunstancia. Entonces, ser recibido en el epicentro del poder mundial, aún sin ser invitado por el Presidente de los Estados Unidos de América, constituye un logro mayor que el descarado atrevimiento que ello supone. Porque Israel necesita desesperadamente el respaldo de su aliado ideológico y circunstancial, en términos que sobrepasan cualquier consideración de política
doméstica en cualquiera de los países. Términos que deben considerar esta causa como una por encima de consideraciones electorales y políticas. Es un peligro mayor que Israel se convierta en tema de campaña electoral americana.
La presencia de un gobernante de Israel en el Capitolio es algo que llena de satisfacción y de orgullo a los judíos del mundo, israelíes o no. Un pueblo que ha sufrido el destierro por dos mil años, que ha forjado un Estado judío en una tierra de desiertos y pantanos, rodeado de enemigos en sus fronteras y allende sus fronteras, y cuyo dirigente máximo tenga la capacidad y posibilidad de ir a codearse con los congresistas de la primera potencia mundial, reunirse con el Presidente de turno y los candidatos de turno a la presidencia, dejando un
mensaje contundente y hasta retador, es algo reservado a países y personalidades fuera de lo común. Guste o no el mensaje del Primer Ministro, su contenido, tono y forma, no se puede negar que fue claro y preciso. En circunstancias nada claras y muy apremiantes para Israel.
El “sabrá” (*) que visitó el capitolio tuvo su momento de gloria. Unos días en los Estados Unidos presentando su drama, buscando ayuda, explicando sus acciones y omisiones. En casa, las cosas no eran nada fáciles: las conversaciones para lograr la liberación de los rehenes no avanzaron (como no han avanzado hasta hoy), y desde el sur del Líbano seguían los bombardeos.
Justo cuando el Primer Ministro estaba por emprender regreso a casa, un cohete cayó el sábado 27 de julio sobre un pequeño campo de futbol en el cual jugaban unos niños israelíes de la comunidad drusa, con saldo mortal de doce víctimas al momento de escribir esta nota. Como para volver a la realidad, este terrible incidente era predecible. Si se lanzan cohetes indiscriminadamente sobre poblaciones israelíes, por más sistema de defensa que se tenga, por más previsiones que se puedan tomar, las estadísticas son infalibles: algo así tiene
que suceder.
Quizás luego de casi diez meses de guerra desde el 7 de octubre de 2023, parece normal esto de tener israelíes secuestrados en Gaza, negociar con quienes los retienen y sus aliados o partes interpuestas como si se tratara de entes con absoluta legalidad. Quizás, luego de diez meses con cohetes cayendo sobre el norte de Israel, con unos cien mil desplazados de sus hogares y daños graves, pero no siempre mortales, esto parezca una rutina normal y soportable. No. No lo es. Puede ser que los niños drusos asesinados despierten la conciencia de algunos, llamen a la reflexión y la acción. Ojalá así sea, pero la experiencia de estos meses nos lleva a dudarlo.
En la Casa Blanca, el mensaje transmitido a puerta cerrada ha debido ser mucho más dramático que aquel del Capitolio. Queda esperar que el Presidente, la Vicepresidente y candidata, lo hayan entendido en su justa dimensión y actúen en consecuencia. Por el bien de Israel y de todos.
El “sabra” que estuvo en el capitolio está de vuelta en casa. El frente de Gaza sigue candente, los secuestrados donde siempre, y el norte de Israel en llamas. No es lo mismo que el yanqui en la corte del rey Arturo, ni de ida ni de
regreso.
Un “sabra” en el capitolio. Un infierno en Canaán.
*Sabra: se dice de la persona que nace en Israel, semejante a un fruto con espinas por fuera y dulce por dentro.
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