Semana intensa, tras el bombardeo criminal que se cobró la vida de doce niños de la comunidad drusa. La respuesta israelí tomó por sorpresa a todo el mundo, especialmente porque jugó en el estilo de Hamás y Hezbolá, y ni siquiera Irán estaba preparado para eso. Parece que la administración Biden tampoco.
Todos hemos estado al pendiente de las noticias, y todos sabemos el impacto que causó, tras el criminal atentado que el domingo asesinó a doce niños drusos que jugaban futbol. En apenas menos de 24 horas, Israel eliminó en Beirut a Fuad Shukr, en Teherán a Ismail Haniyeh, y en Damasco a Amir Ali Hajizadeh.
No fueron eliminaciones cualquiera.
En términos prácticos, Fuad Shukr era el verdadero líder de Hezbolá. Si bien el máximo cargo lo tiene Hassan Nasrallah, este es un clérigo, así que su liderazgo es esencialmente moral y espiritual (si se le puede llamar “espiritual” a eso). Shukr era quien dirigía los aspectos militares de Hezbolá. O sea y en pocas palabras, la cabeza del grupo terrorista. Así que su eliminación fue de máximo nivel.
De Haniyeh no hay mucho que agregar. Era el líder definitivo de Hamas, y por ello se había mantenido en Qatar, lejos del conflicto, justo para garantizar su sobrevivencia y, con ello, la continuidad de su liderazgo. Si tomamos en cuenta que apenas hace un poco más de una semana Israel eliminó a Mohamed Deif, con la muerte de Haniyeh, el grupo terrorista Hamas ha quedado descabezado por completo.
Sinwar sigue siendo, nominalmente, el jefe máximo de las tropas de Hamas, pero el aislamiento al que fue reducido por Israel desde hace meses hizo que, operativamente hablando, las decisiones fueran tomadas por Deif.
Muerto él, Hamas no tiene ya liderazgo militar; muerto Haniyeh, tampoco tiene liderazgo político. El nivel del golpe se hizo evidente en que Hamas no ha logrado articular ningún tipo de respuesta contra las tropas israelíes en Gaza. En otras épocas, habrían llovido miles de misiles hacia las comunidades aledañas a la Franja, hacia Tel Aviv, y seguramente hacia Jerusalén. En esta ocasión no hubo nada. Hamas está prácticamente desarticulado.
Y, por su parte, Amir Ali Hajizadeh no era una personalidad menor en las Guardias Revolucionarios de Irán. Era el encargado de todas las operaciones “aéreas”. Es decir, de todo lo relacionado con el arsenal de misiles de Irán. Él fue quien coordinó el ataque iraní contra Israel en abril pasado, y su eliminación es acaso la más importantes después de la de Qassem Soleimani, en 2020.
Por supuesto, hubo otro nivel en el que el triple golpe israelí puso los pelos de punta en todas las oficinas de los líderes del eje iraní. Vulnerar de ese modo la secrecía de los movimientos de tan altas figuras políticas y militares, pero además vulnerar los sistemas de defensa y seguridad de Líbano, Siria, y el propio Irán, no fue cualquier cosa.
A Shukr lo mataron en Beirut; a Hajizadeh, en Damasco; y a Haniyeh, en la capital del imperio del terrorismo, Teherán. Para los ayatolas debió ser traumático descubrir que Israel no sólo conoce la ubicación y los movimientos de los líderes iraníes y pro-iraníes, sino que además tiene la capacidad de dispararles con toda precisión sin que las defensas anti-aéreas puedan hacer algo por evitarlo.
Hay un nivel todavía más alto en la efectividad de este golpe, y es al que me refiero cuando digo que Israel esta vez jugó las cartas de Hamas y Hezbollá, tomando a todos por sorpresa.
Como bien sabemos, la rutina de la comunidad internacional siempre ha sido tan odiosa como constante: Hamas y Hezbolá lanzando sus arteros ataques contra la población civil israelí, y de inmediato la ONU, la administración Biden, y una pléyade de políticos europeos trasnochados saliendo de sus madrigueras para pedir “contención”, “restricción”, “que no haya una escalada”.
Claro, porque los ataques de Hezbolá y Hamas nunca son, para ellos, una escalada. Claro, porque ese combo de políticos nunca ha tenido las agallas para pedirle contención y restricción a Hamas y a Hezbolá, sólo a Israel. Claro, porque es Israel quien preferentemente debería quedarse con las ganas y resignarse a ser el único atacado.
De hecho, eso ocurrió el domingo tras el bombardeó que asesinó a los niños drusos, y que detonó esta nueva fase del conflicto. De inmediato, el coro de siempre salió a suplicarle a Israel “que no respondiera demasiado fuerte”. Total, pobrecitos los de Hezbolá, mejor dejarlos en paz. Francia y Estados Unidos hicieron una especial insistencia en que Israel no atacara Beirut (y Hezbolá cometió el trágico error de creer que esa presión iba a funcionar, y por eso Fuad Shukr tuvo la dominguera idea de salir de sus escondites a un lugar vulnerable, donde fue eliminado de inmediato).
Ahí fue donde Israel les volteó la tortilla. Sus ataques puntuales, eficientes, devastadores, y que eliminaron a personalidades del máximo nivel en Hezbolá, Hamas e Irán, ahora obligaron a los Estados Unidos y al resto de la comunidad internacional a hacer lo que nunca hicieron, lo que nunca imaginaron que tendrían que hacer: presionar a Irán para que no lance una respuesta demasiado agresiva, y así evitar una escalada de la violencia.
Ahora Israel ha tomado la iniciativa, y sea de la magnitud que sea el contrataque iraní, la respuesta israelí será más fuerte. Muchos calculan que podríamos estar ante la inminente destrucción de las principales instalaciones nucleares de Irán (lo cual sería una gran idea, por cierto). No sabemos a qué nivel de destrucción sería sometido el Líbano.
Damasco y el régimen de Bashar el-Assad tampoco saldrían libres, y un golpe demasiado fuerte podría ser el disparo de salida para que todos los enemigos de Assad reactiven la guerra civil en ese país. Para los hutíes en Yemen las expectativas no son mejores; ya se vio el daño monumental que Israel les puede provocar con apenas un bombardeo.
La siguiente jugada está en manos de Irán, y si la sensatez impera en los ayatolas (algo que no es muy probable, lamentablemente), se limitarán a un ataque de fantasía como el de abril, fácil de desactivar y con pocos daños para Israel, para que la rutina pueda regresar a su normalidad y entonces los Estados Unidos y el resto de la comunidad internacional le pidan otra vez a Israel que ya no siga con esta guerra.
Como sea, el saldo hasta el momento es que el eje iraní está derrotado, e incluso humillado.
Sus ansias de venganza deben ser algo así como insoportables, pero también van a tener que pensarse bien las cosas. Ya vieron que Israel puede eliminar a quien quiera, donde sea, y eso no es agradable ni para el ayatola Alí Khamenei en Irán, ni para Hassan Nasrallah en Líbano, ni para… ¿para quién? Para nadie, parece ser, de Hamas en Gaza.
Se quedaron sin jefes.
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