Hoy, 4 de agosto, es el aniversario del fallecimiento de Vladímir Yevgénievich Jabotinsky, principal ideólogo de la corriente sionista revisionista. En este artículo, Benjamín Troyse recuerda al líder sionista, en palabras de Arthur Koestler, con base en la biografía de este último,
“El Sionismo oficial en los 1920s era un asunto deprimente. Básicamente consistía en peticiones de dinero y más dinero -dinero para el Fondo Judío Nacional, dinero para el Fondo de Reconstrucción Judío, dinero para el hospital Hadassa, para la Universidad Hebrea, pala la Escuela de Arte Bezalel; y dinero para los salarios de los que se ocupaban de conseguir dinero.
El Sionismo se consideraba como un escape del gueto, pero el gueto ya lo había alcanzado. Colgaba como una niebla inmóvil encima de los congresos sionistas , de los clubs y de las oficinas del movimiento. El deber principal de las bases era el sacudir una alcancía para donaciones en una especie de bazar de caridad permanente. De ahí el viejo chiste:
“El Sionismo es un hombre persuadiendo a otro hombre para que done dinero a un tercer hombre para que vaya a Palestina”.
La gran visión de Herzl y Nordau, los fundadores del movimiento, se había diluido en esta horrible caridad burocratizada. La comunidad judía mundial no había respondido a la histórica oportunidad que ofrecía la Declaración Balfour. En los 10 siguientes años, menos de 100,000 judíos se habían asentado en Palestina. La mera idea de un Estado Judío había retrocedido en favor del vago término “Hogar Nacional”, que no tenía ningún significado concreto para las leyes internacionales.
La inmigración era un pequeño flujo – entre diez y veinte mil personas por año.
Los logros de los pioneros que drenaron pantanos e hicieron que el desierto pedregoso diera frutos nuevamente eran admirables e igual de admirables eran sus asentamientos comunales, en los que se abolió el uso del dinero y toda propiedad, hasta las camisas y los pañuelos era propiedad de la comunidad.
Pero sin un centro política y económicamente sólido, estas empresas utópicas estaban definitivamente condenadas al fracaso, como muchos experimentos similares del pasado
Fui salvado de la desilusión por un personaje cuya decisiva participación hacia el establecimiento del estado judío, no ha sido suficientemente reconocida. Su nombre era Vladimir Jabotinsky quien se convirtió en el primer chamán político de mi vida. Estaba, cuando lo conocí, por los 40 años, de estatura ligeramente menor de la media, que se movía como soldado y hablaba como hombre de letras.
Venía de Odesa, como León Trotsky, con quien tenía algunas afinidades y cuyo destino tenía en cierto grado un paralelismo con el suyo. Su cabeza era masiva, con rasgos eslavos y mostraba en su trato una extraña cortesía del siglo XVIII. Parte de su magnetismo personal, que cautivaba tanto a sus seguidores como a sus oponentes residía en su voz; esta hacía que cualquier idioma en el que hablara -y hablaba ocho a la perfección- sonara como italiano.
Ya en sus veintes, con el pseudónimo de Altalena, Jabotinsky había adquirido celebridad en Rusia. Brillante periodista y conferencista, había hecho campaña contra el culto campesino sentimentalista de los revolucionarios sociales y había predicado un liberalismo urbano modelado en las tradiciones occidentales.
Odiaba el terrorismo mesiánico de los primeros revolucionarios rusos frente a lo que sostenía el ejemplo de los grandes liberales y humanistas del siglo XIX. Había crecido en la iluminada atmósfera de la Odesa cosmopolita, era ajeno a la tradición judía.
Cuando fue atraído por Herzl hacia el movimiento sionista, tomó hacia este la misma posición. Detestaba la turbiedad que este mostraba hacia los problemas de Rusia, misticismo y sentimentalismo confundido, que invadían la fraseología del movimiento; odiaba la dialéctica talmúdica y las tácticas elípticas de sus líderes.
En congresos sionistas, Jabotinsky hablaba un lenguaje que era directo, lúcido y europeo – extremadamente no-judío en el sentido en que lo entendían los líderes atados a la tradición, alimentados de argot.
La mayoría de los sionistas de esa época visualizaban el “Hogar Nacional” como un tipo de gueto glorificado, sin las restricciones pero con las tradiciones y la atmósfera de un gueto – y aún, con la arquitectura de gueto, que los primeros colonizadores imitaron piadosamente.
Para Jabotinsky y sus seguidores, el sionismo significaba un completo rompimiento con lo tradicional; significaba occidentalización, un gobierno parlamentario al modelo británico, educación al modelo francés de escuelas laicas, un ejército nacional y, para completar la herejía, latinización del obsoleto alfabeto hebreo.
El inevitable resultado fue que fue denunciado como hereje, como un antisemita, un militarista y después, obviamente, como fascista. Durante la Primera Guerra Mundial, Jabotinsky, con un esfuerzo paciente y persistente persuadió al gobierno británico a acceder a la creación de un “Regimiento Judaico”, la primera fuerza militar en los tiempos modernos. Peleó bajo el General Allenby en la campaña de Palestina; Jabotinsky participó ahí, con el rango de capitán.
En 1920, durante los primeros disturbios árabes creó una ilegal organización judía de defensa que luchó en Yafo y en la ciudad vieja de Jerusalem. Fue el reporte de las atrocidades cometidas durante esos disturbios lo que me llenó de tanta indignación. El instigador árabe de esos motines y Jabotinsky, como organizador de la defensa, fueron sentenciados, ambos, por cortes militares británicas, a quince años de trabajos forzados. Pocos meses después, Jabotinsky fue beneficiado por una amnistía. A su liberación de la fortaleza-prisión de Acre, fue aclamado como un héroe nacional.
En 1921 fue electo para el Ejecutivo Sionista, el gobierno embrionario del Estado Judío naciente, pero pronto renunció por cuestiones de políticas, principalmente por el desdibujamiento de su “Estado Judío” a un término ambiguo, “Hogar Nacional”, previsión profética de un tema que en ese momento pareciera solamente un simple juego de palabras, que se hizo evidente 20 años después, cuando el gobierno británico prohibió la entrada de más judíos a Palestina con el pretexto de que el “Hogar Nacional” ya estaba establecido y completo.
En 1924, Jabotinsky fundó su propio movimiento, “Sionistas Activistas”, nombre que luego fue cambiado a “Sionistas Revisionistas”, Igualmente, en poco tiempo, este movimiento se convirtió en la cuna de grupos terroristas; el Irgún y el Stern, que jugarían un importante papel en la lucha por un Israel Independiente.
Jabotinsky no vivió para ver la victoria final
Ni tampoco para estar presenta en la ceremonia en la que una de las arterias mas importantes de Tel Aviv recibió su nombre en su honor. Y en 1924, cuando visitó Viena en un ciclo de conferencias, estos acontecimientos todavía eran un secreto en el futuro. La llegada de Jabo como le llamaban afectuosamente sus amigos, fue precedida por unos de sus lugartenientes, el Dr. Wolfgang Von Weisl.
Weisl había sido oficial en el ejército austriaco (y, entre otras cosas, se convirtió más tarde en comandante de la artillería israelí en el Negev). Era un personaje adorable y aventurero y se convirtió en uno de mis amigos más cercanos. Cuando nos conocimos en 1924, von Weisl era corresponsal del Neue Freie Presse (El Times de Viena) en el Medio Oriente y un viejo camarada de Unitas (Unitas era una Fraternidad universitaria de esgrima a la que pertenecieron Koestler y von Weisl) . Al darse cuenta de que la maquinaria del partido sionista en Viena estaba en manos de una burocracia asalariada que tenía intereses propios que defender, Jabo y su grupo decidieron concentrar sus esfuerzos en las Burschenschaften, asociaciones estudiantiles de orientación nacional-liberal, fuentes de energía juvenil frustradas por las temidas tareas de recaudación de fondos que les habían sido impuestas.
Von Weisl tomó a Unitas por asalto. Después de tres reuniones de discusión, todos seguimos incondicionalmente la bandera de la Oposición Activista. Jabotinsky fue elegido Bursch del Korps Honorario (especie de Joven Líder), distinción que solo se había otorgado antes a Herzl y Nordau y se le entregó una condecoración de oro.
Llevando esta decoración dentro de un estuche de terciopelo, viajé un día de mayo a la estación ferroviaria fronteriza de Lundenburg, con el ánimo en alto y en tercera clase, acompañado de Putl, mi robusto y extrovertido amigo que ahora dirige un club de bridge y una fábrica de cepillos en Tel Aviv.
En la atestada plataforma de la estación fronteriza reconocimos a Jabotinsky, por las fotografías que de él habíamos visto, emergiendo de la aduana austriaca, llevando bajo el brazo un ejemplar de Dante en italiano . Tuve la truculenta tarea de abordarlo, darle la bienvenida a Austria y ponerle la condecoración en la solapa bajo la penetrante mirada de oficiales de la aduana y viajeros.
Putl y yo, como David y Goliat portábamos en los hombros los listones de color violeta, oro y blanco de nuestra fraternidad. Para mi fortuna, Jabo se puso más bien del lado de David (yo). Tomó todo con buena actitud y reconoció el honor con palabras breves y corteses. Solo marcó un límite cuando Putl intentó ponerle listones sobre el pecho. Los tomó y los guardo en su bolsillo, comentando que podrían asustar al mesero en el vagón-comedor al que nos invitó. Después me dijo que pocas veces se había sentido tan apenado en su vida. Pareció tener un inmediato y divertido gusto hacia mi y antes de que finalizara su corta estancia en Viena me tomó como su secretario y asistente-conferencista para el resto de su recorrido de presentaciones por Checoeslovaquia.
Ahora ya estaba yo realmente en la plataforma de lanzamiento, en pie de guerra hacia Sión.
El discurso de Jabotinsky en el Kursaal, el mas grande auditorio de Viena fue un evento sorprendente. Desde entonces he escuchado a muchos oradores políticos pero a nadie que pudiera hechizar de esa manera a su audiencia por tres horas completas sin siquiera recurrir a oratoria banal. En su discurso no hubo un lugar común, ni una sola frase hecha; lo dio en un alemán digno del Teatro Imperial. Su poder residía de su lucidez transparente y su belleza lógica.
Uno de los admiradores de Jabotinsky, –Lord Wedgewood o Anatole de Monzie– lo llamó el mas grande orador de su tiempo y el único hombre, además de Lloyd George que era igualmente extraordinario como orador, como periodista y como político.
Después de la partida de Jabo, algunos de nosotros iniciamos la rama austriaca de la “liga de Activistas”, un precedente de la Organización Sionista Revisionista Mundial. Los fundadores fueron, a lo que recuerdo, el Dr. Norbert Hoffman, editor de una publicación literaria judía periódica, el Dr. Paul Diamant, abogado y genealogista, ahora agricultor cerca de Jerusalem, el Dr. Benjamín Akzin, actualmente profesor de Derecho Internacional en la Universidad Hebrea y yo.
Desde el principio estuvimos en violenta oposición al liderazgo sionista. Los principales puntos de nuestro programa fueron: que el objetivo del Sionismo era establecer un estado judío a ambos lados del río Jordán; que el prerrequisito de un estado Judío era el establecimiento de una mayoría judía en Palestina; que esta mayoría solo podría establecerse con inmigración masiva apoyada por un crédito internacional en lugar de limosnas internacionales; que en vez de costosos y diminutos experimentos utópicos, la organización sionista debería concentrar sus esfuerzos en atraer capital de industriales judíos y de las clases medias judías; que para facilitar el desarrollo de la industria en Palestina, se establecerían tarifas proteccionistas temporales; que se debería legalizar una milicia judía bajo el mando británico para la autodefensa y acabar con la humillante situación de los judíos en su propio país que tenían que depender de la protección de soldados y ciudadanos ingleses; que para romper con las hostilidades entre la Oficina Colonial y la administración palestina local, se debería organizar una petición masiva en la que la comunidad judía mundial expusiera los hechos y sus aspiraciones frente al pueblo y al gobierno inglés; que después de que el Estado Judío fuera establecido, debería ser incorporado como el Séptimo Dominio de la Comunidad Británica de Naciones (La British Commonwealth).
Estos fueron la mayoría de los puntos de nuestro programa -del de Jabotinsky en realidad- Su tragedia fue la del caso clásico de quien vive adelantado a su época. Había una diferencia fundamental entre su temperamento y el del liderazgo sionista, epitomizada en la persona del Dr. Weizmann. El liderazgo se desvivía por negar que el sionismo apuntaba hacia un estado judío. El término era una blasfemia en la fraseología sionista oficial.
Sin embargo, tras bambalinas, los oráculos repetían la famosa frase no oficial del Weizmann “Pensarlo siempre, hablarlo nunca”. En otras palabras, la línea de la diplomacia del sionismo oficial era la práctica tradicional de la puerta trasera – Jabotinsky era el que golpeaba la puerta principal. En retrospectiva parecería que ambas eran necesarias para alcanzar el objetivo.
Sin la cautela y maquiavelismo de los líderes oficiales por un lado y el ataque caballeresco de la oposición y su descendencia, los terroristas por el otro, el movimiento, o se hubiera disuelto o acabado con un gesto quijotesco.
Pero esto es sabiduría después de los eventos
En 1924, cuando me involucré en la política sionista, todo parecía sencillo y claro; nosotros, la oposición estábamos y en lo correcto y los otros estaban equivocados. Esta convicción era tan densa e intensa que hasta el día de hoy tengo que hacer un esfuerzo continuo para mantenerme lo más alejado de la parcialidad aún en los recuerdos.
Tengo que registrar un breve episodio como curiosidad.
Un día en 1925, que estaba yo enfermo en cama, me visitaron el Dr. Hahn y el Dr. Diamant. Hablamos acerca de una organización juvenil que Jabotinsky planeaba crear. Una versión sionista de los Boy Scouts. Hahn, que era un buen diseñador y Diamant, que sabía todo de la heráldica judía, sentados en mi cama, conjuntamente armaron un boceto de uniforme. Se lo enviamos a Jabo y con algunas modificaciones, se convirtió en el uniforme del Betar, la organización juvenil sionista que sirvió como semillero y campo de entrenamiento de los terroristas en palestina. En las primeras elecciones del Congreso Sionista en Viena, nuestro partido recibió exactamente la cantidad de 72 votos. Setenta de los votantes eran conocidos nuestros; la identidad de los otros dos sigue siendo todavía un misterio sin resolver”.
Artúr Kösztler, (Arthur Koestler)
Nació en 1905 en Hungría en el seno de una familia judía que emigró a Viena donde asistió a la universidad. A los 21 años fue el editor de ciencia del diario más importante de Alemania y de Europa.
Formó parte del primer vuelo sobre el Polo Norte en un dirigible. Al sobrevolar el Polo, dejó caer por una ventana una bandera con una estrella de David y proclamó la región como “El Primer Territorio Judío Independiente”.
Fue un apasionado sionista. Viajó a Palestina como corresponsal de su diario y estuvo a punto de morir de hambre en la aventura.
Posteriormente, de regreso en Alemania, se adhirió al comunismo y viajó a Rusia para vivir la experiencia de primera mano. Ahí se desilusionó y regresó siendo un antistalinista furibundo.
Durante la Guerra Civil española fue corresponsal en España, capturado por los franquistas y condenado a muerte por sus antecedentes comunistas. Pocos días antes de su ejecución fue liberado gracias a la intercesión de asociaciones de periodistas británicos. Después de esto, se trasladó a vivir a Inglaterra donde desarrollo su carrera como novelista, ensayista, periodista y continuó siendo un activista político hasta que murió por su propia mano junto con su segunda esposa Cynthia en 1983. Estaba diagnosticado con Parkinson y Leucemia Linfática
Fue vicepresidente de la Sociedad Voluntaria de Eutanasia y publico diversos métodos para suicidarse.
Experimento con alucinógenos al conocer a Thimoty Leary, el gurú del LSD de la Universidad de Harvard.
Recibió el título nobiliario honorario de Comandante del Imperio Británico (CBE)
Su obra abarcó muy diversos temas, desde la política hasta la parapsicología. Su vida fue fascinante
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