Marcelo Polakoff / Te odio, te amo, dame más: La dicotomía del mes de Av

Dos sensaciones que se identifican con dos fechas significativas para el judaísmo.

Ya sé que la letra de la canción de Charly García es al revés, que empieza por el amor.

En este caso, el orden de los factores sí altera el producto; por ende, el cambio fue adrede.

El motivo, el del título y el de la inversión conceptual, está entroncado con un especial mes hebreo denominado “Av”, recientemente iniciado.

Se concentran en este singular periodo dos fechas de suma relevancia: una basada en el odio y la otra en el amor.

La novena jornada del mes es considerada la más triste del calendario judaico. ¿Por qué? Porque en ese fatídico día, a lo largo de los siglos, una larga serie de desastres azotaron la historia del pueblo judío. La destrucción del primero y del segundo templo de Jerusalén (hace 2,600 y 2,000 años, respectivamente) y la expulsión de los judíos de España en 1492, por citar solo algunos de ellos.

Ese día acostumbramos ayunar, orar en penumbras y leer el Libro de las Lamentaciones escrito por el profeta Ezequiel al presenciar el exilio babilónico. Duelo puro. Una sensación comunitaria de desazón sin igual.

Sin embargo, ni siquiera una semana después de semejante dolor, de recordar cómo el odio es capaz de tanta destrucción, celebramos “Tu Beav”, una especie de “día de los enamorados” que antecede por siglos al de San Valentín. Pura alegría. Una sensación comunitaria de rebosante bienestar.

El 15 del mismo mes de Av recordamos cómo se formaban las parejas de jóvenes en la época pre-talmudica y dónde ponían las prioridades para elegirse.

Los campos soleados del verano de Israel eran el escenario más propicio para los bailes y la música que enmarcaban los encuentros con un halo de sacralidad envidiable.

Odio y amor, en ese orden. Tal vez el único orden correcto. El que certifica que la destrucción puede ser vencida tan solo por lo que nutre, que es aquello que se ama.

Un orden oculto que comienza en lo oscuro, pero que culmina inexorablemente en lo luminoso.

¿Quién sabe? Tal vez cuando comprendamos que no es casual que haya una distancia de seis días entre tanto odio y tanto amor nos llegue la era del séptimo día, la era sabática, y Charly escriba: “Te amo, te amo, nada más”.

El autor es rabino, integrante del Comipaz

Artículo publicado originalmente en La Voz

Reproducción autorizada con la mención siguiente: © EnlaceJudío 

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