Uno de los momentos más importantes de la carrera fue el seminario de “Literatura y ética” que tomé en sexto semestre de la universidad. Nos dedicamos a leer la teoría y los textos literarios donde la ficción y la realidad se tocan y donde el narrar adquiere un carácter de necesidad y de obligación ética. Específicamente leímos testimonios de sobrevivientes al Holocausto y otras narraciones que enuncian la tragedia. Cambié para siempre. Después de leer esos textos, las palabras trauma, abuso, tortura e incluso vida nunca volvieron a tener el mismo significado.
La tragedia no existe por un objetivo que la justifique, nada cura el dolor del que vio morir a su padre o a su hijo siendo torturado frente a sus ojos, o de aquel que sufrió el sadismo hasta el punto de lentamente sentir su propia humanidad perderse. No importa cuál bello sea el motivo que uno quiera darle a la tragedia, nada justifica el dolor que todos ellos sufrieron. ¿Cómo entonces tras leerlos interpreto nuevamente a Tishá B’Av y la idea de un D-os absoluto que trae justicia y misericordia al mundo? La respuesta la encuentro en rab Sacks Z’’L cuando nos dice que el dolor existe para ser curado y la injusticia para que respondamos a ella.
Me niego a sentir que el dolor en sí mismo tiene un objetivo, sin embargo, en efecto creo que siempre podemos aprender de él y siempre podemos encontrar una respuesta. Esa es toda la idea de Tishá B’Av, que abajo de la oscuridad se encuentra la luz, que frente a la muerte siempre existe la vida, que como dice rab Sacks Z’’L “frente a la destrucción siempre podemos construir”. La muerte es transitoria, la vida eterna.
Uno de los testimonios que más impresión causó en mí fue el de un hombre que en las prisiones argentinas, al ser torturado cantaba tangos. Se enamoró a la distancia de otra presa y expuso su vida para hacerle llegar los poemas que le escribía. El testimonio en el libro era de ella, y en él ponía pedazos de los poemas que le llegaron. Hablan de la libertad, de la belleza de la vida y del deseo de verla a ella en libertad. Si bajo esas condiciones existen dos personas que pueden verse, amarse y hablar de belleza, y si uno de ellos puede cantar tangos mientras lo torturan eso implica que la vida existe y que uno siempre puede decidir verla.
Tishá B’Av fue la tragedia más grande que sufrieron los judíos en la antigüedad. Fue una gran matanza llena de sadismo. El pueblo judío estuvo a punto de ser exterminado y de dejar de existir. Sin embargo, sobrevivió y los sabios del momento desde entonces y hasta la fecha han decidido seguir viendo la luz, seguir buscando la esperanza. Como dice rab Sacks Z’’L “rehusarse a olvidar el pasado, pero negarse a mantenerse cautivo por él”. Para curar primero es necesario reconocer el vacío, reconocer el dolor, expresarlo y darle voz. Sin embargo, también hay que trascenderlo, abrirse a la luz que se esconde bajo la cortina oscura que busca destrucción.
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