La mexicana-israelí Ilana Gritzewsky fue secuestrada por terroristas de Hamás en el Kibutz Nir Oz sin despedirse de su pareja, Matán Zangauker. “Creo que querían matarme, porque me tiraron contra la pared y luego me apuntaron todas las armas”, dijo en una entrevista a Yediot Ahronot publicada este viernes.
Ilana fue liberada después de 55 días en cautiverio, justo cuando descubrió que Matan también estaba retenido en el mismo túnel: “Lloré, rogué que me permitieran verlo”, dijo.
En una entrevista ofrecida al suplemento semanal 7 Yamim de Yediot Ahronot, Gritzewsky cuenta por primera vez sobre la vida que dio un vuelco y el sueño recurrente que le da esperanza.
La vista desde el puente Begin, el pasado sábado por la noche fue más triste que nunca. Generalmente hay un poco de esperanza a estas horas, cuando miles de manifestantes rodean la sede de las FDI en Tel Aviv y piden un acuerdo para la liberación de los rehenes en manos de Hamás en Gaza. Esta vez, a la sombra de las amenazas de Irán y Hezbolá, las protestas disminuyeron, pero los familiares de los rehenes permanecieron en el puente. Uno de ellos es Ilana Gritzewsky. Lleva una playera con la foto de Matan, su gorro y un collar con una foto de ellos dos.
De vez en cuando alguien se acerca y le pone la mano en el hombro, la abrasa y habla con ella. Un manifestante la consuela y dice algo sobre la boda que tendrán cuando regrese. Este es el deseo más común en boca de los israelíes que la conocen: una boda que simbolizará el final feliz de la pareja que, el pasado 7 de octubre, ni siquiera tuvo tiempo de despedirse antes de ser secuestrados, cada uno por separado, desde su casa en el Kibutz Nir Oz hasta Gaza. Ilana sabe que las intenciones son buenas, pero sus deseos son mucho más modestos. “En primer lugar, regresa”, dice en voz baja.
“No tengo miedo de Nasrallah, ni de una guerra con Irán. Lo único que me asusta es que no haya un acuerdo”, dice a pregunta expresa.
“Ahora necesito un audífono. Durante el secuestro me lanzaron una granada, disparos cerca de mi oído, me golpearon en la cabeza. La situación empeoró en el cautiverio con los bombardeos que escuché donde estaba retenida. Se oye todo”, comenta Gritzewsky.
“También tengo una lesión en la pelvis y la cadera y estoy en fisioterapia. Todas las mañanas miro la marca en mi pierna de una quemadura por el escape de la motocicleta en la que me secuestraron. Me marcaron”.
“Pero lo peor de todo es ver a mi pareja sobre la almohada. Tengo una almohada con su foto que me trajo Einav [la madre de Matán] después de que me liberaron. Duermo con esta almohada, si duermo”.
¿Creías que sobrevivirías?
“Creo que querían matarme porque me arrojaron contra la pared, luego me apuntaron todas las armas, quisieron abrir un teléfono para tomar fotografías y luego alguien me jaló y me subió a una motocicleta. Pensé que me matarían, me violarían. Dimos la vuelta al kibutz con la motocicleta, escuché gritos, vi gente robando, casas quemadas, terroristas de Hamás chocando los autos del kibutz”.
“Realmente no puedes creer lo que ven tus ojos, porque de pronto todo está en tu casa. Los Hamasniks van y vienen, libres. Entendí que Nir Oz fue abandonado, que nadie viene a rescatarnos. En un momento perdí el conocimiento en la motocicleta, por el shock, por los golpes. Mi cuerpo probablemente prefirió perder el conocimiento y no estar si decidían violarme”.
“Desperté cuando ya estaba en Gaza, cuando me rociaron perfume en la nariz y me dieron cachetadas. Abro los ojos y hay unos 20 gazatíes sobre mí. Me quitan las pulseras, me robaron todo y alguien me dice ‘bienvenida a Gaza‘, en inglés”.
“Luego me levantan del cabello, me ponen un disfraz y me suben a un vehículo con hombres armados. Me trasladan a una especie de casa. Estoy en una habitación llena de armas, granadas, computadoras, Nukhbot [terroristas de la Unidad Nukhba de Hamás], comandantes. Una mujer sola entre todos estos hombres. Y en algún momento tengo que pensar a quién le pido una toalla higiénica, porque estoy menstruando. No tuvimos tiempo de saber dónde estábamos, de cepillarnos los dientes, lavarnos la cara. Tenía la pijama debajo del hijab y una falda encima, con una quemadura en la pierna, sangrando en la cara, con la menstruación, sin saber qué pasó con Matan, con 20 hombres en la habitación. Empecé a vomitar por el estrés”.
“Por la noche me trasladaron a otra casa con unos siete hombres. Había alguien que simplemente no me quitaba la mirada de encima. Empezó a quitarme mis joyas y me dijo: ‘Te vas a casar conmigo. De aquí vamos a tener hijos, tú te quedas aquí conmigo, ya eres mía’. Lloro y vomito, lloro y vomito. Cuando llegó la noche me quedé con los dos que iban a vigilarme durante el cautiverio. Al día siguiente me trajeron otra mujer de Nir Oz, Liat Atzili, con quien pasé la mayor parte del tiempo en cautiverio.
Y no sabes nada de Matan.
“Nada. Pensé que parece árabe, sabe un poco de árabe, y dije que probablemente se disfrazaría de uno de ellos y lograría escapar. Pero después de dos semanas tuve un sueño que mi madre me decía: ‘Ilana, mira quién viene’, volteo y veo a Matán. Le digo ‘mami, ¿qué haces aquí?’ y él responde ‘vine para estar contigo, estoy contigo’. Cuando desperté, tuve la sensación de que había venido a decirme que él también estaba aquí en Gaza. Algo me dijo que está vivo pero que la pasa difícil como yo.’
¿Qué recuerdas de la liberación?
“El día de la liberación fue eterno. Un día antes me trasladaron al túnel y allí descubrí que Matán estaba en el túnel.
¿Qué hiciste?
“Quería romper todo el túnel, lloré, rogué que me permitieran verlo. Y no lo permitieron. No quería que me liberaran hasta que me dejaran verlo, pero me di cuenta de que no me preguntan. Entonces pedí a otros secuestrados que conocí que le transmitieran un mensaje: haré todo para liberarlo. También pedí a los hamásniks que le dijeran a Matán que haré todo por él, todo”.
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