Ya tendremos tiempo para morir

El telefono de la habitación sonó por primera vez en diez meses, una dulce voz de mujer pregunto por mí.

Era de la recepción del Carlton Hotel de Tel Aviv, que agradecía mi permanencia en sus instalaciones, pero me informaba que la misma caducaria a las 14:00 hs.

El ministerio de Guerra y el de Turismo decidieron que los ciudadanos del sur, incluida mi ciudad Sderot, debían volver a sus lugares de residencia.

Sí, el 15 de agosto había llegado, después de diez meses los desplazados volvíamos a nuestras casas, una sensación de primera alegría por el retorno fue cambiando por la realidad que atraviesa nuestro sur de Israel, aún en guerra.

Un sur que durante veinte años recibió una “lluvia” de misiles, tolerada por el gobierno de Netanyahu, un gobierno que durante veinte años pensó ingenuamente que permitiendo el ingreso de recursos a estos terroristas, los tendrían tranquilos.

Quizás Netanyahu en su concepción de un mundo de corruptos en el que todo hombre tiene su precio subestimó al yijadismo islámico, permitiendo que 30 millones de dólares constantes y sonantes al mes, se convirtieran en infraestructura y logística terrorista en Gaza.

Hoy el mismo gobierno irresponsable, culpable de la peor masacre de ciudadanos israelíes después de la Shoá y de la postergación, junto a Hamás, de un acuerdo que permita la liberación de 115 secuestrados, nos ordena volver.

¿La guerra terminó? ¡¡No!! Aún desde Sderot se escuchan los combates, caen misiles, suenan las sirenas y hubo intento de penetración a las ciudades.

En Gaza quedan 10 mil terroristas aproximadamente, combatiendo contra nuestras unidades.

Cada casa es un mundo. No todos están preparados para volver: una población con post trauma, que vivió de cerca la carnicería de Hamás, los caminos repletos de cadaveres destrozados, niños y jóvenes que hace 10 meses fueron sacados de sus escuelas, comunidades y casas.

Las radios y programas de TV se cansaron de hacer reportajes, con los protagonistas de este “des- éxodo”. La gente pudo apreciarnos en toda nuestra dimensión humana y colorido infinito.

Allí estaban los que decidieron ir a Tailandia, los que volvían porque no tenían dinero para alquilar en otra parte de Israel, sintiendo que volvían al miedo y las sirenas, exponiendo a sus hijos al trauma ya vivido, posterior al sabado 7, o peor aun un grupo.entre los que me encuentro que creemos que volvemos al viernes 6.

Con la diferencia que ahora tenemos 115 rehenes y un Hamás dirigido por Sinwar. Sabemos de lo que son capaces de hacer y sabemos que aun quedan 10 mil milicianos en Gaza, que pese a estar acorralados siguen asestándonos golpes y matando a nuestros soldados.

Volvemos al 6 de octubre porque muchos de los culpables de la derrota militar y politica mas grande de la historia de Israel, siguen en sus mismos puestos, muchos sin aceptar su responsabilidad y torpedeando un alto el fuego que permita la liberacion de los secuestrados y la creación de una comisión para investigar qué pasó ese fatídico día.

¿Por qué el Estado nos dejó solos frente a estas bestias tantas horas?

El primer responsable es Netanyahu, imbuido en su guerra permanente de la sobrevivencia política sin escrúpulos .

Pero quienes regresamos no tenemos palabras para agradecer a los combatientes de Tzahal, a aquellos que murieron, a aquellos que quedaron mutilados a aquellos que combaten, a ellos y sus familias, gracias.

Quienes volvemos debemos saber que, desde el 7, nada es por aquí seguro, que el Parlamento está desconectado de la realidad, que los ministros no acompañan a las familias de los secuestrados ni generan leyes que ayuden económicamente a los soldados de reserva que abandonaron todo hace 10 meses y los bancos fagocitan sus negocios y son despedidos sus empleados sin piedad.

También y más allá de nuestra idea más o menos pacifista, pensar si no es tiempo ya de tomar esa arma que ahora la ley permite portar a los ciudadanos del sur, para defender a nuestras familias y no ver como las matan y secuestran sin poder hacer nada.

Volver al sur más allá de una sensación, es una ratificación de volver a creer en la vida, en nuestro pueblo, en nuestro camino.

Por eso volvamos para vivir.

Ya tendremos tiempo más adelante para morir.

Desde Sderot, Israel.

 


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Diego Sciretta: