Para muchos tener dinero y una vida cómoda es su objetivo de vida. Pero, esta ilusión puede ser autodestructiva.
Lermos esta semana en las sinagogas del mundo la Parashá Ekev:
Ten cuidado de no olvidarte del Señor tu Dios… No sea que cuando comas y te sacies, cuando construyas buenas casas y te establezcas, y cuando tus vacas y tus ovejas crezcan y tu plata y tu oro aumenten y todo lo que tengas se multiplique, entonces tu corazón se enorgullezca y olvides al Señor tu Dios, que te sacó de Egipto, de la casa de servidumbre… Tal vez digas en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mis manos han producido esta riqueza para mí”. … Si alguna vez olvidas al Señor tu Dios… Testifico hoy contra ti que ciertamente serás destruido.
Deuteronomio 8:11-19
El secreto fundamental de la sobrevivencia del pueblo judío es la memoria, pero más aún, el contenido de la transmisión de esos recuerdos. Si enseñas a tu hijo a quejarse de la rutina diaria, aprenderá a lamentarse de todo lo que le pase, si enseñas a tu hijo que la vida es dura y cruel, aprenderá a victimizarse.
Si le enseñas a agradecer, aun en medio del dolor, aprenderá que tras cada experiencia, puede haber algo positivo. Hasta un reloj de manecillas descompuestas da la hora correcta dos veces al día.
Para lograr la transmisión de valores, el Rabino Jonathan Sacks recomienda:
Regla 1: Nunca olvides de dónde vienes.
Regla 2: Nunca te desvíes de tus principios e ideales fundacionales.
Las sociedades empiezan a envejecer cuando pierden la fe en lo trascendente. Pierden entonces la fe en un orden moral objetivo y acaban perdiendo la fe en sí mismas.
Regla 3: Una sociedad es tan fuerte como su fe.
Sólo la fe puede salvar a una sociedad de la decadencia y la caída. Esa fue una de las grandes intuiciones de Moisés, y nunca ha dejado de ser cierta.
La verdadera prueba de una nación no es si puede sobrevivir a una crisis, sino si puede sobrevivir a la ausencia de crisis. ¿Puede mantenerse fuerte en épocas de bonanza y abundancia, de poder y prestigio? Ese es el desafío que ha derrotado a todas las civilizaciones conocidas en la historia.
No dejéis que os derrote, dice Moisés.
La civilización pende, de generación en generación, de la tenue hebra de la memoria. Si una sola generación de madres y padres no logra transmitir a sus hijos lo que ha aprendido de sus padres, entonces se rompe la gran cadena del aprendizaje y la sabiduría. Si los guardianes del conocimiento humano tropiezan una sola vez, en su caída se derrumba todo el edificio del conocimiento y la comprensión .
Esta, nuestra generación, tiene ahora la obligación de terminar una guerra, de manera que Israel recupere la seguridad, el regreso de los secuestrados y los soldados del Pueblo de Israel, sin perder nuestra moral y nuestra esencia.
Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudío
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