Los acontecimientos del 7 de octubre de 2023 fueron sorprendentes en su momento, y no dejan de ser espeluznantes. Un ataque con saldo de más un millar de asesinados, con violaciones y torturas, acribillamientos, secuestro de más de 250 personas de todas las edades y condiciones. Víctimas que se encontraban en la placidez de sus hogares, o en un concierto por la paz. En los instantes que este hecho se conocía, hubo quienes celebraron en público y en transmisión, aún ostentando el cargo de representantes de quienes perpetraron y mantienen esta situación.
Recién la semana pasada, cuando por enésima vez se hablaba de un acuerdo para lograr la liberación por etapas de los secuestrados, a cambio de muchos presos por cargos comprobados en atentados realizados y planificados, seis de los secuestrados fueron asesinados a sangre fría presuntamente cuando los victimarios se percataban de la cercanía de las tropas israelíes en los túneles donde mantenían a estas desafortunadas personas. Una de ellas, portadora de ciudadanía estadounidense.
La acción despiadada desató el repudio generalizado, un repudio que ha durado muy poco tiempo. Salvo en Israel claro, donde todos sin excepción lamentan un hecho que les duele, pero no les sorprende. ¿Alguien esperaba algo distinto de quienes mantienen a los secuestrados, sus familias y el país en vilo, a costa de la destrucción de un enclave que pudiera ser próspero?
En medio del estupor causado, las posiciones contra Israel se mantienen o se incrementan. Muchos legitiman al líder de Hamás al compararlo con el Primer Ministro de un país elegido en las urnas, que se somete al Estado de Derecho. El lector poco cuidadoso, aquel que desconozca la realidad del Medio Oriente y de este conflicto, llega a responsabilizar a Israel por la falta de un acuerdo de liberación de rehenes y cese de hostilidades. La cantidad de videos acerca de las víctimas en momentos y días previos a su ejecución, los mensajes enviados a sus familiares, aquellos que se autorizan para ser difundidos en medios de comunicación, no arrojan dudas acerca de la guerra psicológica a la cual se ha sometido y se somete a la ciudadanía israelí toda. Una ciudadanía que se debate entre ceder ante las peticiones de un enemigo implacable, a pesar de que esas cesiones se rechacen en el camino, o presionar para la derrota y desalojo de quienes detentan el poder y los rehenes. Liberar a los rehenes, por etapas, algunos vivos y otros muertos, a cambio de un eventual nuevo 7 de octubre. Decisiones de vida o muerte, de riesgo total a cualquier plazo.
Mientras todo esto sucede, resulta que Gran Bretaña suspende el suministro de armamento a Israel. ¿Es esto una sanción a Israel o un premio para sus enemigos? ¿Se cree que esta actitud para con un aliado en teoría ayudará a solventar la situación, rescatar rehenes, lograr un cese de hostilidades? Con amigos así están algo de sobra los enemigos.
Estados Unidos, recién hace unos días presentó cargos contra lideres de Hamás que planificaron y supervisaron las acciones del 7 de octubre, algo que ha sido público y notorio, de lo cual se vanagloriaron los mismos imputados. Resulta muy extraño, paradójico, que esta acción haya tenido lugar tan tarde. Un gran descuido, o la prueba evidente de lo barata que resulta la sangre de judíos e israelíes.
A todas estas, siguen cayendo cohetes sobre el norte de Israel, disparados con la impunidad de quienes se saben protegidos por una especie de manto que regula un de bombardeo de baja intensidad. Baja intensidad para quienes no viven en la zona, de altísima intensidad para quienes sí residen allí y para las decenas de miles de habitantes que han debido abandonar sus hogares.
Justo al escribir esta nota, en el puente Allenby que une a Jordania con Israel, un ciudadano jordano disparó y mató a tres israelíes, en un evento que levanta una preocupación adicional, esta vez acerca del Reino de Jordania, con el cual se tiene una paz bastante estable.
La media internacional contra Israel, los amigos suspendiendo los envíos de suministros necesarios, siete frentes que disparan sobre el país, atentados que se evitan todos los días y otros que se llegan a ejecutar, tensión permanente ante un eventual y anunciado ataque de Irán. Esto parece una variante de la consigna de Los Tres Mosqueteros. Todos contra uno y uno, muy solo, contra todos.
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