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domingo 22 de diciembre de 2024
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ADL/ Campañas de desinversión en Israel: ¿Qué está en juego en los campus universitarios de EEUU?

Las protestas, campamentos y campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones contra Israel se convirtieron en acontecimientos habituales en muchos campus universitarios en los meses posteriores al ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre.

Desde Columbia hasta UCLA, el patrón fue similar: los estudiantes instalaron carpas en lugares destacados y se rehusaron a marcharse. En muchos casos, se tomaron y vandalizaron edificios universitarios, interrumpieron clases y graduaciones, declararon que los sionistas no eran bienvenidos y acosaron a los estudiantes judíos, creando un ambiente de temor entre los judíos y otros miembros de la comunidad universitaria que apoyan a Israel. Algunos manifestantes del campus incluso fueron vistos alabando a Hamás y abogando por la violencia.

Cuatro años después de que sus graduaciones escolares se redujeran o cancelaran a causa del Covid, a muchos estudiantes de último año de universidad les ocurrió lo mismo con sus graduaciones universitarias, pero a causa de la amenaza de alteraciones por parte de los manifestantes.

Y aunque los campamentos en general se dispersaron cuando las clases terminaron para el verano —o cuando fueron dispersados por la policía—, hay muchas razones para creer que los estudiantes antiisraelíes (y los participantes que no son estudiantes) volverán a levantar sus tiendas y colgar sus carteles ahora que regresan al campus para el semestre de otoño.

Para combatir eficazmente esta campaña, es esencial entender las exigencias de los manifestantes y los poderosos argumentos en su contra.

Cada vez es más urgente articular argumentos claros y convincentes contra la desinversión, sobre todo porque algunas universidades —como Brown, UC Riverside, The New School y Johns Hopkins— han negociado acuerdos con los manifestantes para poner fin a los campamentos a cambio de debatir y votar sobre sus demandas de desinversión.

Entender la campaña de desinversión

Esta oleada de protestas es la última iteración de la más amplia campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) que ha cobrado fuerza en los últimos años. El BDS es una campaña internacional destinada a deslegitimar y presionar a Israel mediante el aislamiento diplomático, financiero, profesional, académico y cultural.

El objetivo final de la campaña de Boicot, Desinversión y Sanciones no es crear un Estado palestino, sino desmantelar el Estado judío.

Los llamados a la desinversión en los campus también se remontan —y se inspiran intencionalmente— en el exitoso movimiento de desinversión de los campus contra Sudáfrica en los años ochenta, así como en desinversiones más recientes relacionadas con causas como la violencia armada y el ambientalismo.

Incluso dejando de lado la falsa y ofensiva insinuación de que Israel está al mismo nivel que la profundamente opresiva Sudáfrica de la época del apartheid, existen importantes diferencias morales, económicas y prácticas entre los anteriores movimientos de desinversión y la actual campaña.

Entonces, ¿qué quieren realmente estos manifestantes?

Aunque los detalles difieren de un campus a otro, la respuesta breve es  que se logre desinversión en Israel. Eso significa que la universidad dejaría de hacer negocios o de invertir a través de sus dotaciones financieras en cualquier empresa relacionada con Israel.

Implicaciones económicas

Hay que aclarar que algunos manifestantes están exigiendo que la universidad desinvierta de todas las empresas que tengan alguna relación con Israel o que operen en ese país. Eso no solo incluye a los fabricantes de armas como Lockheed Martin, sino también a empresas como Amazon, Google, McDonalds y todas las cadenas de tiendas y empresas de tecnología con una sede en Israel o un contrato con una empresa israelí.

Sobra decir que serían muchas las empresas que de repente quedarían excluidas de una cartera de inversión.

Más de 100 empresas del S&P 500 tienen negocios en Israel, incluidas muchas de las empresas más grandes y exitosas del mundo, como Apple, Microsoft, Alphabet (Google) y Amazon.

Por tanto, la desinversión en Israel podría dar lugar a una menor rentabilidad y a una cartera menos diversificada. Esto podría afectar negativamente la capacidad de la universidad para financiar becas e investigación, y mantener sus instalaciones.

Para agravar el impacto, la decisión de desinvertir en Israel podría alienar a antiguos alumnos y donantes, que podrían decidir reducir sus contribuciones o anularlas totalmente, lo que representaría mayores pérdidas financieras para la universidad.

Implicaciones fiduciarias y legales

El potencial de estas consecuencias negativas para la salud de las dotaciones universitarias plantea otra cuestión en contra de la desinversión en Israel. Las dotaciones de las universidades son administradas por Oficinas de Inversión, con un Comité de Inversiones que supervisa las decisiones de inversión, es responsable de revisar las políticas de asignación de activos, el rendimiento de las dotaciones y las propuestas estratégicas.

En el momento de gestionar la inversión de la dotación, los Comités de Inversión tienen el deber fiduciario, que es una responsabilidad legal, de tomar decisiones en el mejor interés financiero de la universidad. Permitir que las consideraciones políticas y las campañas de presión dicten las decisiones de inversión podría constituir un incumplimiento de este deber.

Decidir desinvertir en Israel también podría acarrear obstáculos legales adicionales para las universidades.

Más de 30 estados tienen leyes u órdenes ejecutivas que prohíben o desalientan las actividades de BDS. Los fiscales generales de los estados podrían emprender acciones legales contra las universidades que participen en boicots dirigidos contra empresas que hagan negocios con Israel.

Deslegitimación de Israel

Aceptar desinvertir en Israel sentaría un peligroso precedente para las universidades. Hacerlo abriría la puerta para que los activistas que apoyan todo tipo de causas por todo tipo de razones exijan a sus universidades que desinviertan de empresas implicadas en una amplia gama de industrias o prácticas. Esta tendencia podría limitar significativamente las opciones de inversión de la dotación, afectando la rentabilidad y su capacidad de apoyar los objetivos de la universidad.

En lugar de presionar por la desinversión, los activistas podrían abogar por que sus universidades promovieran programas de paz y coexistencia entre israelíes y palestinos. Podrían exigir que las dotaciones de sus universidades se convirtieran en accionistas activistas de las empresas en las que invierten, utilizando su influencia para presionar a esas empresas para que realicen inversiones estratégicas en la economía palestina y en iniciativas de paz.

Pero eso no es lo que está sucediendo. La mera amplitud de las exigencias de los activistas deja claro cuál es su verdadera agenda: el aislamiento y la deslegitimación de Israel.

Su intención queda más clara cuando se consideran algunos de los eslóganes que han utilizado los manifestantes, entre ellos «Desde el río hasta el mar, Palestina será libre», pidiendo explícitamente la erradicación de Israel. Otros han apuntado contra todos los judíos, con manifestantes en la Universidad de Columbia, por ejemplo, gritando a los estudiantes judíos que «regresen a Polonia».

Israel, como todos los países, es imperfecto y enfrenta enormes retos sociales. Pero Israel es una democracia en la que los ciudadanos disfrutan de igualdad de derechos y es el único Estado judío del mundo. Las comparaciones con la Sudáfrica del apartheid y las acusaciones de genocidio son falsas, moralmente erradas y se utilizan para justificar la deslegitimación de Israel. Pero no resisten el escrutinio.

Las ramificaciones de estas acusaciones y de las protestas en los campus van mucho más allá de las exigencias inmediatas de desinversión. Los estudiantes judíos de numerosos campus afirman sentirse cada vez más marginados e inseguros, y muchos cuestionan su lugar dentro de la comunidad universitaria.

A medida que las universidades enfrentan estas complejas cuestiones, deben equilibrar el derecho a protestar con su responsabilidad de proporcionar un entorno seguro e inclusivo para todos los estudiantes, especialmente cuando los manifestantes antiisraelíes prometen seguir luchando. El actual debate en torno a la desinversión no solamente afecta las finanzas y políticas universitarias, sino que también determina la estructura misma de la vida universitaria y la experiencia educativa de innumerables estudiantes.

Esto debe tenerse en cuenta cuando algunas universidades debatan y voten sobre las propuestas de desinversión en los próximos meses.

La Liga Antidifamación (ADL) publica este artículo en colaboración con JLens.

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