Desde Israel. Israel tiene una cualidad que sobrepasa la cordialidad y amabilidad de su gente: es una máquina continua de generar noticias, y más aún en las actuales circunstancias, donde el olor a guerra se respira en el ambiente.
Al momento de escribir esta columna, me encuentro más al norte de Acre, muy cerca de la frontera con el Líbano. Me entrevisté en uno de los puestos de defensa con el teniente coronel del ejército israelí Dotan Razeli, jefe del comando norte.
En ese mismo instante se llevaba a cabo el ataque preventivo más importante de la historia moderna de la humanidad, una obra maestra: la combinación perfecta de tecnología e inteligencia de este Estado de 76 años de fundación y una presencia del pueblo judío de 3 mil años en esta tierra.
La explosión simultánea, en dos días seguidos, de cerca de 4 mil beepers y walkie-talkies (aparatos de tecnología analógica, muy utilizados a finales de los 90), en poder de un número similar de integrantes del movimiento terrorista Hezbolá, marcó un hito.
Dejar la moderna tecnología celular era prioritario para los terroristas, retroceder en el tiempo de las comunicaciones parecía más seguro. Ingenuos, tienen como enemigo al principal exportador de tecnología: la Universidad de Haifa o la afamada Technion son sus mejores cartas de presentación.
Esta columna estaría incompleta si no se menciona al articulador, al actor principal de este guion de película de espionaje: amado por los judíos y temido por los musulmanes, el MOSSAD.
El Mossad es el cerebral servicio de inteligencia israelí, creado en diciembre de 1949. Tuvo su mayor punto de críticas el pasado 7 de octubre de 2023, con el terrible atentado de la fiesta Nova y alrededores.
Su rehabilitación comenzó después de la eliminación de Ismail Haniye, líder de Hamás, en una residencia de seguridad en Teherán.
El Mossad entró al olimpo de la inteligencia internacional con la operación «Beeper», que mandó al medioevo las comunicaciones del terrorismo internacional.
Volver a las palomas mensajeras será algo muy duro de asimilar.
Pero ¿cuáles fueron los entretelones de esta magnífica operación? Estos aparatos de tecnología analógica, beepers modelo AP924, se producen en Taiwán (Gold Apollo es la empresa) y Hungría (BAC Consulting KFT), que es finalmente de donde se distribuyen. A su vez, tienen una cadena de producción de componentes.
En cualquiera de estos puntos se “sembró” dentro de los aparatos entre 30 y 60 gramos de PETN, uno de los explosivos más eficaces del mundo. La sincronización del ataque dio como resultado la muerte de aproximadamente 37 terroristas y más de 3,800 heridos (todos números por confirmar). Lo cierto es que los hospitales del Líbano y parte de Siria colapsaron, tanto que cientos de heridos han sido trasladados a Irán.
Un dato relevante: el embajador de Irán en el Líbano era poseedor de uno de estos beepers, perdió un ojo, lo que reconfirma la relación entre Hezbolá e Irán, el gran patrocinador del terrorismo en Medio Oriente.
Esta historia continuará.
Lo cierto es que ser enemigo de Israel es un mal negocio; es preferible vivir en paz con el pueblo judío.
Este artículo fue publicado el La Razón de Perú.
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