En algunas de mis últimas charlas y tal vez en alguno de mis últimos artículos, fallé en un cálculo respecto al actual conflicto entre Israel y Hezbollá. Supongo que fue por ceder a cierto tipo de optimismo propio de mi vocación anti-belicista. Así que tengo que corregir, y no me resulta nada molesto ni incómodo. Todo lo contrario.
Mi cálculo erróneo fue suponer que Israel iba a dejar vivir a Hassán Nasrallah, después de eliminar a prácticamente toda la plana mayor de comandantes de Hezbollá.
En su momento, sostuve que a Israel le convenía dejar a Nasrallah porque, a fin de cuentas, el suyo era un liderazgo torpe. Y es obvio: era un clérigo, no un militar. El verdadero cerebro de Hezbollá como organización terrorista era Fwad Shukr, eliminado el pasado 30 de julio. Y después de él, todos los demás. Al final, Nasrallah se quedaba solo, y sus capacidades reales no iban a ser las suficientes para que Hezbollá fuese un grupo medianamente competitivo.
Supusé también que, en caso de que Israel eliminara a Nasrallah, Irán asignaría a algún militar de verdad para sustituirlo, y ante ese panorama era preferible conservar al gordito barbón carismático y de largos discursos, pero incompetente.
Fallé. Punto por punto.
¿Por qué? Porque —como ya señalé— mi instinto anti-belicista me decía que todavía había cierta esperanza de que Israel no fuera a fondo con sus ataques, a la espera de que Hezbollá asimilara su humillación y se rindiera. Me quedaba claro que el último proyecto de alto al fuego, presentado por Estados Unidos y Francia de un modo poco ético, estaba lejos de resultarle atractivo al gobierno israelí, pero la situación ya era de una total ventaja para las FDI, y se podía jugar con Nasrallah para obligarlo a rendir a su agrupación terrorista.
No se me ocurrió pensar que, de un modo frenético, intenso y veloz, Israel iba por el todo del todo.
Pues bien, lo hemos visto. El bombardea en el barrio de Dayieh, en Beirut, ha dejado reducido a polvo todo el complejo donde estaba el principal cuartel general de Hezbollá. La trampa fue una genialidad: coquetear un poco con la propuesta de alto al fuego franco-estadounidense (Israel aclaró que no la había aceptado, pero nunca dijo que la rechazaba), y luego dejar que Netanyahu viajara a la ONU para así distraer a los jefes de Hezbollá, incluido Nasrallah, y hacerlos creer que durante unos tres o cuatro días las cosas se mantendrían en relativa calma.
La trampa funcionó. Nasrallah y su gente, incluyendo a importantes asesores iraníes, se dieron cita en el cuartel general para escuchar el discurso de Netanyahu, y allí fueron eliminados. Todos.
Con ello queda claro que Israel no está en disposición de negociar. Va por todo contra sus enemigos. El mensaje para Irán es claro: si los ayatolas ordenan un ataque contra Israel, sus vidas están en riesgo. O tal vez haya que decir que están sentenciados a muerte. Israel ya hizo evidente que, a estas alturas del conflicto, destruir infraestructura ya no es suficiente. Va por las cabezas de sus principales enemigos.
Hezbollá cayó demasiado pronto. Demasiados errores, demasiada autocomplacencia (véase mi nota de este último jueves), demasiada alucinación con eso de que ellos serían los que podrían destruir a Israel. Fueron apenas nueve días los que necesitaron las FDI para eliminar a todo el mando militar y religioso de Hezbollá, incluyendo a Nasrallah.
¿Ahora qué van a hacer los terroristas chiítas del Líbano? Están en un severo problema. Debilitados y humillados, podrían enfrentar una rebelión en su propio país (drusos y cristianos maronitas no les tienen mucho aprecio, y los musulmanes sunitas también podrían unirse a la revuelta).
Pasa lo mismo en Siria: Bashar el-Assad ya no cuenta para su protección con un Hezbollá funcional y organizado, así que sus múltiples enemigos a lo largo de todo el país podrían reactivar la guerra civil en ese país.
El cerco se va cerrando, y en este momento parece que no caben dudas de que Israel va por el colapso definitivo del régimen iraní.
Ya veremos en cuánto tiempo, y en qué terminos.
Por el momento, Hezbollá está prácticamente liquidado. Tiene la capacidad de causar problemas y daños, pero lo que ha perdido en menos de dos semanas, no va a poder recuperarlo jamás.
La multimillonaria inversión iraní quedó sepultada junto con los huesos de Nasrallah.
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