Hace siglos, un héroe bíblico fue secuestrado en Gaza.
Sansón (en hebreo: שמשון SHIMSHOM) es uno de los últimos jueces de Israel, consagrado como nazir o nazareo. Su historia se narra en el Libro de los Jueces, de los capítulos 13 al 16.
El nombre Sansón tiene relación con la palabra hebrea shemesh (שמש), que significa ‘sol’. El pueblo natal de Sansón (Jueces 13.2), se encontraba cerca de la ciudad de Bet-Shemesh (“Casa del Sol”, siglo XII a. e. c.).
Según el Tanaj, los israelitas habían adoptado la religión cananea siguiendo los cultos a Baal, Astarot y Ēl, apartándose del Dios nacional de Israel. Por su rebeldía e infidelidad, El Creador entregó a los israelitas “en manos de los filisteos durante 40 años“. Bajo el yugo extranjero, Israel volvería a ser fiel y El Creador enviaría un guerrero con habilidades sobrehumanas, para liberar al pueblo del dominio filisteo.
Los habitantes de Gaza en ese entonces eran los filisteos, que nada tienen que ver con los actuales gazatíes árabes que habitan Gaza. De los filisteos, su origen es debatido, se cuenta con fuentes egipcias que se refieren a ellos como Pueblos del Mar, quizá porque se trataba de grupos de la Europa mediterránea asentados en el sur de Canán en lo que hoy es Gaza.
Sansón era juez, era nazareo, es decir, estaba consagrado al Creador. No tomaba vino y no se cortaba el cabello.
Vivió en una época muy avanzada para su tiempo. No se necesitaba realeza para gobernarse. Los jueces aplicaban la ley y era obligación de todos estudiarla, porque era propiedad de aquel que pudiera discutirla e interpretarla.
Sin embargo Sansón quedó presa de las debilidades humanas y se enamoró de una mujer nacida en el seno enemigo, Dalila. Los familiares de Dalila la acosaban para que revelara el secreto de la fuerza de Sansón. Después de muchos intentos, Sansón confesó.
«Nunca ha pasado navaja por mi cabeza, porque soy nazareo de Dios desde el vientre de mi madre. Si me raparan, mi fuerza me abandonaría, me debilitaría y seré como cualquier hombre».
Dalila gritó: «¡Sansón, los filisteos te atacan!».
Sansón se levantó de un salto, dispuesto a defenderse, pero la fuerza divina que poseía lo abandonó y los hombres que lo acechaban lo vencieron fácilmente.
Los filisteos le sacaron los ojos y lo llevaron encadenado a Gaza.
Es el memorable drama del poeta John Milton “Sansón Agonista” publicado en 1671 que se basa en el Libro de Jueces, describe dolorosamente el sufrimiento, la desgracia de Sansón, cegado de los dos ojos y prisionero en la rueda de un molino: “Preguntad por ese gran libertador y lo encontráreis ciego en Gaza, atado a la rueda, con los esclavos”.
Quizá esa sea la metáfora y la paradoja a la que hoy, a más de un año de la masacre del 7 octubre, nos enfrentamos.
La gran nación de Israel ha revelado cuál es su punto débil, de Sansón el cabello, de Israel su gente.
Al llevar a los secuestrados, es como si nos arrancaran el cabello, nos pone vulnerables la incertidumbre de su destino. Sansón estuvo ciego antes de que le sacaran los ojos. Nosotros estábamos en la oscuridad antes de ser capturados hacia los túneles.
En ambos casos no pusimos mirada atenta en las intenciones del enemigo y fuimos llevados a ciegas, a Gaza.
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