Roni Steinbrecher ha dejado de responder a su teléfono. Tiene una larga lista de contactos, cada uno etiquetado con la instrucción: “No respondas”. Periodistas, funcionarios de seguridad, representantes del gobierno, está cansado de responderles.
Ya no asiste a reuniones regulares con oficiales de inteligencia. Incluso si el Jefe del Estado Mayor de las FDI, el Ministro de Defensa o el Primer Ministro solicitaran una reunión, Steinbrecher probablemente se negaría.
A más de un año del secuestro de su hija Dorón, de 30 años por terroristas de Hamás en Gaza sin perspectivas de liberación, ya no cree en nadie.
“Estoy esperando la llamada telefónica en la que me digan que vaya a buscar a Dorón. No creo en nadie ni iré a ninguna parte. No iré a ninguna reunión, no bloquearé las calles, no le levantaré la voz a nadie. Estoy lidiando con esto solo. Las cosas están fuera de nuestro control. Si pudiera cambiar de lugar con ella y sentarme allí en su lugar, lo haría sin dudarlo”.
A sus 64 años, Steinbrecher se describe como una persona sensible. Las preguntas dolorosas aún lo lastiman 375 días después. Las repetidas exigencias de volver a observar su herida abierta en la televisión, mientras las imágenes de su hija aparecen en la pantalla, son demasiado para él.
“Lo que me hace hablar es el anhelo, el anhelo por mi hija”, dice Roni Steinbrecher en una entrevista con Haaretz.
“Nunca imaginé que sucedería algo así en Israel. Estaba seguro de que no tardaría más de una semana en volver a casa. ¿Un año entero? Están allí porque alguien no los quiere aquí”, acusó.
Desde que Dorón fue secuestrada de su casa en el Kibutz Kfar Azza, la familia ha recibido solo dos mensajes. El primero llegó cuatro días después, cuando sus amigos compartieron una grabación en la que ella contaba que la estaban secuestrando.
El segundo mensaje llegó el día 107 de la guerra, en un video publicado por Hamás en el que Dorón habla a la cámara. Desde entonces, dice su padre, la familia no ha sabido nada sobre su estado.
“Ya parecía una persona destrozada en aquel entonces. Creo que ha perdido la noción del tiempo. Solo rezo para que Dorón sea fuerte y esté luchando, y que no esté sola”.
Dorón siempre fue la que más se preocupaba por los problemas de seguridad. En retrospectiva, admite su padre, ella fue la única que encaró la realidad.
“En eso era diferente a nosotros. No vivía en la negación: escuchaba las alarmas y siempre se ponía nerviosa. Le daba miedo”.
La última grabación que envió a sus amigos lo refleja claramente. “Habló con sus últimas fuerzas. Cualquiera que la escuche se queda horrorizado”, dice Roni. “Es desgarrador que esto le pasó a ella y que este sea su país”.
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