Dice la Torá:
“Alégrate en tu fiesta… Durante siete días celebrarás la fiesta del Señor en el lugar que él escoja. Porque el Señor te bendecirá en toda tu cosecha y en todo el trabajo de tus manos, y tu alegría será completa.” (Dt. 16: 14-15)
Es esta la única vez en que la alegría es una ordenanza. No es una opción, sentir alegría en Sucot es una obligación.
Se llama Sucot porque es la fiesta de las cabañas. Es precepto construir una improvisada cabaña y habitar en ella 7 días.
También dicta la Torá:
“El primer día, a los quince días del séptimo mes, después de haber recogido los frutos de la tierra, celebrarás la fiesta al Señor durante siete días… El primer día tomarás frutos escogidos de los árboles, hojas de palmeras, ramas frondosas y sauces del arroyo, y te alegrarás delante del Señor durante siete días. (Levítico 23:39-40 )
Los frutos a los que se refiere son los arba minim, las “cuatro especies” –rama de palma, cidra, hojas de mirto y de sauce– que se toman y se agitan en Sucot durante los rezos.
Termina Yom Kipur y luego a correr a construir la sucá y conseguir los frutos. Todo en menos de 4 días.
¿De dónde viene entonces la alegría ante tanto ajetreo?
Comenta el Rabbi Jonathan Sacks:
Las “cuatro especies” representan la universalidad de la festividad. Simbolizan la naturaleza, la lluvia, el ciclo de las estaciones, cosas comunes a toda la humanidad. La sucá/tabernáculo representa el carácter singular de la historia judía, la experiencia del exilio y el regreso a casa, el largo viaje a través del desierto del tiempo.
La invitación es para todos y celebrar la naturaleza: todo lo bueno que hay en el mundo, toda la belleza es gratis. A todos pertenece la lluvia, el aire, el sol, la luna. Esa dependencia nos hermana como humanidad.
Pero cada nación, civilización, religión es diferente. Como judíos somos herederos de una historia distinta a la de cualquier otro pueblo: pequeños, vulnerables, sufriendo exilio tras exilio, pero sobreviviendo.
Esa fragilidad está simbolizada por la sucá.
En esta fiesta de Sucot, a un año de la tragedia, del secuestro, del intento de exterminio, la alegría será nuestra resistencia. Cada familia ha acordado dejar una silla vacía, porque esperamos con todo el corazón a los ausentes, los que están en combate, a los secuestrados.
Por ellos, la misión será permanecer felices, aunque nos duela.
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