Los jaguim y la neurodivergencia
Imagínese que está usted en pleno Yom Kipur, el día más solemne del judaísmo.
Está tratando de concentrarse en el rezo de shajarit, y de repente un niño de seis años, vestido con un conjunto de playera y shorts de Minecraft y sin kipá empieza a correr por el templo, haciendo ruido y parloteando con “chichi”, un muñeco al estilo del “compayito” que tiene en su mano.
Seguramente, usted pensará que es una falta de respeto que los padres vistan a su niño así, que no le hagan usar kipá y que lo dejen andar libremente por el templo. Ahora imagínese esto: El niño se levantó y despertó a sus papás a las 6 A.M., quienes, debilitados por el ayuno, hicieron el intento de que el niño se vista con ropa apropiada para el templo. Pero el niño decidió ponerse su ropa veraniega, a pesar de ser un día frío, y se puso a gritar y patalear ante cualquier intento de quitarle su ropa, ignorando también cualquier intento de explicarle la importancia de la situación. Los padres, débiles y con el único deseo de ir al templo a rezar, le dejan que se vista como quiera. De la kipá ni hablemos, esa es una guerra que se perdió hace varios años, dado que el niño no tolera ponerse nada en la cabeza.
Ya en el templo, todos los niños van al cuarto de juegos mientras los padres rezan, pero para este niño ese es un lugar que le hace sentir confinado y abrumado ante el poco espacio y la cantidad inusual de niños que asistieron ese día. La persona asignada a cuidarlos tiene varios niños a su cargo y por lo tanto el pequeño fácilmente se “escapa” y decide ir al espacioso templo donde todos están rezando. Papá y mamá involuntariamente se toman “turnos” para vigilarlo, ya que el niño corre libremente entre el lado de hombres y el de mujeres.
Unos días antes, durante musaf de Rosh Hashaná, el niño decidió que quería ir al jardín del templo, a pesar de que todos los niños estaban adentro en el cuarto de juegos. Intentos de hacerlo entrar eran respondidos con gritos y patadas. Así que su padre se resignó y tuvo que decir la “amidá” completa desde la puerta, con la atención dividida entre el rezo de adentro y el niño afuera. En algún momento, la mamá, que estaba rezando adentro, se percató de la situación y tomó el turno para que el padre al menos pudiera estar adentro para la conclusión del rezo.
El niño en cuestión tiene Autismo y Déficit de Atención, y esta es la realidad que enfrentamos muchos padres con niños con neurodivergencia. Tenemos que constantemente que navegar el delicado balance entre atender sus necesidades y seguir nuestras tradiciones y ritos, los cuales en muchos casos no son compatibles con las necesidades de un niño en el espectro.
Esperar hasta el final de un seder para comer, quedarse en la mesa mientras se recita kiddush o simplemente contestar “amén” son cosas que la mayoría de los padres dan por hecho, y que para padres de niños con neurodivergencia pueden ser grandes logros, o cosas totalmente imposibles.
Afortunadamente para nosotros, la comunidad de Chabad of Squirrel Hill, a cargo del Rabino Yisroel Altein y su familia, en Pittsburgh, nos ha tenido siempre las puertas abiertas y ellos han hecho todo lo que está en sus manos para acomodar las necesidades de nuestros hijos. Han sabido ofrecer flexibilidad dentro de la rigidez que a veces caracteriza a nuestros ritos y tradiciones. Siempre nos han dado comprensión y apoyo cuando nos han visto enfrentar las tribulaciones por las que pasamos, y les estamos muy agradecidos.
Pero no todos tienen la habilidad para hacer sentir bienvenida a una familia con niños o adultos neurodivergentes. La expectativa de rigidez y solemnidad en los rituales hace difícil para muchas comunidades adaptarse a las formas de comportamiento de una persona neurodivergente, y en lugar de ofrecer apoyo y soporte, esperan que por arte de magia se adapten a un ambiente que les resulta opresivo y abrumador. Las personas neurodivergentes y sus familias también tienen derecho a vivir el judaísmo de manera plena.
Y si algo nos han enseñado los Altein, es que el judaísmo no es una tabla. Se puede ofrecer un poco de flexibilidad sin que nada se rompa.
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