La otrora poderosa milicia chiíta libanesa armada y financiada por Irán ha sido severamente dañada por Israel. Sus altos mandos, eliminados; sus capacidades de ataque, profundamente deterioradas; su prestigio, en los suelos. Todo eso abre la posibilidad de que a Hezbolá se le multipliquen los frentes.
Hay un dejo de ironía en este asunto. Desde que Qassem Soleimani comenzó a implementar el proyecto de armar a diferentes grupos para que, algún día, todos pudieran atacar a Israel desde múltiples frentes, el sueño dorado de los ayatolas y sus esbirros fue justo ese: ver al estado judío rodeado y agobiado por seis o siete enemigos al mismo tiempo, y sucumbiendo ante la incapacidad de defenderse de todos.
El 7 de octubre del año pasado tenía que haberse activado esa guerra multifrontal. Sin embargo, la eficacia estratégica de Israel evitó que Hezbolá se involucrara de lleno en la guerra, y con ello se firmó la sentencia de muerte de Hamas, que durante un año tuvo que enfrentarse prácticamente solo a un poderío militar que lo superaba por mucho.
Hezbolá cometió un error gravísimo. Si no iba a meterse del todo al conflicto, tenía que haberse replegado y ya. Al mantener una guerra de baja intensidad con Israel, se expuso a que sus infraestructura en el sur de Líbano se viese paulatinamente deteriorada al punto que, cuando quiso usarla en grande, ya no pudo.
Peor aún: al no detener su guerra sin sentido, los ataques recíprocos comenzaron a escalar, y de pronto Israel se lanzó al reto de descabezar a Hezbolá. Primero cayó Fuad Shukr (y un día después, Ismail Haniyeh); luego vino el episodio de los beepers y los walkie-talkies; al día siguiente, casi la totalidad de los altos mandos de las Fuerzas Radwan (las tropas de élite de Hezbolá) fueron eliminados en un mismo bombardeo. Unos días después, murió el legendario Hassán Nasrallah, líder histórico del grupo terrorista. A la par, una gran cantidad de militares iraníes de alto rango también cayeron en territorio sirio o libanés. Tres sucesores de Nasrallah fueron eliminados, lo mismo que el Consejo de la Shura.
De pronto, en apenas un par de meses, Hezbolá se convirtió en lo que nunca se imaginó que se convertiría: un monstruo acéfalo.
Poco después de la eliminación de Shukr y Haniyeh, Hezbolá intento tomar una represalia. Se disponía a lanzar un bombardeo masivo contra Israel —se calcula que eran alrededor de seis o siete mil cohetes y misiles—, pero los servicios de inteligencia israelíes monitorearon eficientemente todo el movimiento de los terroristas libaneses. Gracias a ello, pudieron lanzar un ataque preventivo, y el saldo volvió a ser catastrófico para los lacayos de Irán. Miles de cohetes destruidos, cientos de lanzaderas inutilizadas, un número indeterminado de combatientes eliminados.
Hezbolá está irreconocible. Si ellos no se imaginaban la posibilidad de llegar a esta situación, muchos observadores a nivel internacional tampoco.
Eso no es bueno en una zona tan convulsa como el Medio Oriente. Es parte de la idiosincrasia de aquellos lares. Si no te das a respetar, todo mundo se te trepa a las barbas.
Israel atacó a Irán hace apenas dos semanas, infringiendo severos daños a sus instalaciones y fábricas de armamento. Hezbolá no pudo hacer nada, ni para defender a Irán, ni como represalia contra Israel.
Los resultados empiezan a verse: justo hoy, jueves 31 de octubre, se reportan los primeros combates en zonas rurales, en los que tropas maronitas (cristianas) comienzan a eliminar a combatientes de Hezbolá.
Ahí está la ironía: era Israel quien tenía que ser atacado por diferentes enemigos al mismo tiempo, pero es Hezbolá quien parece estar enfrentando ese problema.
¿Qué va a pasar si el cristianismo libanés se levanta en contra del brutal grupo que tanto los ha oprimido durante más de 40 años? Los drusos, aunque practicantes de una versión muy particular del islam, también tienen cuentas pendientes con los terroristas pro-iraníes. De hecho, se sienten más cómodos apoyando a Israel. Y el bloque musulmán sunita podría no quedarse atrás, y unirse a los combates contra un grupo que sólo ha traído estrés, sufrimiento y desgracias al Líbano.
La cosa no acaba allí: si Líbano se desestabiliza y vuelve a entrar en guerra civil, es muy probable que Siria también. Sin la protección de Hezbolá, Bashar el-Assad está expuesto a que todos los grupos que se le oponen vuelvan a tomar las armas.
Hezbolá no tendría más alternativa que intervenir en Siria. Mantener a Assad en el poder les resulta indispensable para que Irán los pueda seguir armando.
Y así, enfrentando a sus enemigos internos en Líbano, y a los enemigos de Assad en Siria, Hezbolá tendría que seguir adelante en su guerra con Israel.
No hay vuelta de hoja: sería el colapso total de ese grupo terrorista. Nunca se preparó para eso, nunca se imaginó ese escenario.
No tiene un Plan B.
Hay que ponerle atención al Líbano, porque probablemente estemos viendo el inicio del fin de un grupo terrorista que marcó toda una época.
Su desaparición sería apenas una parte del nacimiento de un Medio Oriente completamente distinto a lo que estamos acostumbrados.
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