Con la guerra en su apogeo, el primer Ministro Benjamín Netanyahu despidió al ministro de Defensa Yoav Gallant el martes 5 de noviembre por la noche, en un movimiento sorprendente y dramático que muestra que para Netanyahu, todo es político.
Si bien ha sido un secreto a voces la poca confianza entre Netanyahu y Gallant, y aunque Netanyahu intentó sin éxito despedir a Gallant primero en la primavera de 2023 y de nuevo en septiembre pasado, el momento del martes fue a la vez asombroso e instructivo de las prioridades del Primer Ministro.
Asombroso porque se produce en medio de una guerra en siete frentes, con el país en alerta máxima de que Irán pueda atacar nuevamente y con cientos de miles de reservistas y soldados en peligro que necesitan confianza en los políticos que los envía a la guerra.
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Este movimiento no genera esa confianza, al contrario, la derrumba.
Asombroso porque deja de lado, en un momento crucial, al principal punto de contacto con el Pentágono, la Casa Blanca y el secretario de Defensa, Lloyd Austin, a quien conocen y en quien confían.
Asombroso al poner como Ministro de Defensa a un hombre, Israel Katz, que tendrá que aprender a navegar por la gigantesca burocracia de la defensa y las FDI mientras el país está librando una guerra.
El momento es instructivo porque muestra que, con la guerra en su apogeo, con Irán al borde de un posible ataque y con el mundo entero conteniendo la respiración para ver qué sucede en las elecciones de Estados Unidos, lo principal en la mente de Netanyahu es su supervivencia política.
Si bien Netanyahu presentó la destitución de Gallant como un desacuerdo sobre la guerra, el momento está vinculado a la política y a los esfuerzos de los partidos ultraortodoxos para garantizar que los estudiantes de las yeshivot no sean reclutados al ejército.
48 horas antes, había quedado claro para Netanyahu y sus socios de coalición que la “Ley de subsidios a guarderías”, destinada a eliminar cualquier sanción financiera contra los ultraortodoxos que no sirven en el ejército, no se aprobaría y que, como resultado, los partidos ultraortodoxos, en cuyo apoyo se basa el gobierno, derrocarían al gobierno o harían virtualmente imposible su funcionamiento.
En los últimos días, Gallant indicó que votaría en contra de la ley, uno de varios diputados de la coalición que señalaron intenciones similares, y pidió a las FDI emitir 7,000 nuevos avisos de alistamiento para hombres ultraortodoxos.
Para Netanyahu y sus socios de coalición ultraortodoxos se trataba de una situación insostenible.
No solo que Netanyahu tiene genuinas diferencias de opinión con Gallant sobre el manejo de la guerra (Gallant es más flexible en cuanto a un acuerdo para asegurar el regreso de los rehenes), sino que esta cuestión amenaza la supervivencia política de Netanyahu.
Así que el Primer Ministro despidió a Gallant, enviando un mensaje claro a la nación de que, en un momento en que decenas de miles de reservistas y soldados están luchando y cuando las familias de los reservistas se rompen bajo la carga de un servicio militar extendido que se acerca a los 250 días o más, Netanyahu está dispuesto a despedir a su Ministro de Defensa en medio de una guerra para mostrar a sus socios de coalición ultraortodoxos que está haciendo hasta lo inimaginable para que los ultraortodoxos no tengan que servir en las FDI.
¿Y por qué lo hace? Para garantizar la supervivencia de su gobierno.
Todo es político. Ahora la pregunta es cómo responderá el público y cómo responderán otros contados miembros de su coalición que apoyan el reclutamiento de ultraortodoxos.
Artículo publicado originalmente en The Jerusalem Post.
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